domingo, 31 de diciembre de 2006

La luna

Da pena irse a la cama con una luna tan hermosa.

Lo pienso mientras levanto un culín de vino.

Contemplándola.

.....-Me quedaría toda la noche mirándote. Y echándote piropos.

La muy descarada baja y se baña en mi vaso.

Vuelve a subir.

La miro.

Apuro lo que me queda.

Me sabe a ella.

Levanto la vista y ahora ya no es una luna blanca, es una luna roja.

martes, 26 de diciembre de 2006

lunes, 25 de diciembre de 2006

Ella no lo sabe

Se le estaba cayendo la cabeza en la sopa.
.....-Papá, tengo mucho sueño.
.....-Está bien, lávate los dientes y a dormir.
.....-En tu cama ¿vale?
Lo ha dicho con sus penúltimas fuerzas, pero con una precisión emocional de relojero. Por eso he concedido. Que nadie piense que soy un blando.

Yo he recogido, he apagado las luces y he mirado por la ventana del salón: la alfombra de tejados, las luces como cuentas de un collar de brillantes que alguien hubiera desparramado... y el cielo naranja como a mí me gusta. Lo he sentido todo muy grande -ls tejados, grandes, las luces grandes, el cielo grande- y a mí muy pequeño. Otros días, mirando lo grande me siento grande, pero hoy me sentía infinitesimal. El catarro, quizás.

He bajado y me he lavado los dientes yo también. He llegado a la cama y allí estaba C. dormida. Con las luces apagadas he levantado el edredón y me he metido. He agradecido su presencia. Porque al lado de una hija un padre pierde los miedos. Se disipan las incertidumbres, se ahuyentan los espectros.
No podía pasarme nada, sus 20 kilos protegían mis 100.
Aunque ella, no lo sabe.

domingo, 24 de diciembre de 2006

Ayer fue miércoles toda la mañana:
por la tarde cambió,
se puso casi lunes,
(...)

Ángel González



(Lo mandó Lomix. Gracias)

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Las 2

No sé cómo me las apaño, pero no consigo meterme en la piltra antes de las 2.

La piscina

Es muy ingrata la piscina climatizada.

Voy de vez en cuando. Por rachas.

Suelo ir a la de Navalcarbón, pero ahora está cerrada por obras. Yo no lo sabía. Ir a la piscina y encontrártela en obras es una coartada perfecta para sustituir la jartá (voz coloquial de uso común en Andalucía) largos por un desayuno. Pero hoy, mi integridad moral estaba blindada, mi destino mental era acuático y he desandado el camino para volver a Las Matas, concretamente a su polideportivo municipal.

....-¿Dejan ustedes nadar aquí a forasteros?- le he dicho a la señorita del mostrador.

Y, muy seria, me ha contestado con un lacónico movimiento de testuz: 3 euros con 50.

He pagado el precio exacto para no crearle nigún problema con el cambio, también porque me cuadraba, y le he pedido alguna pista de cómo llegar a la pileta (estos sitios son laberínticos, te descuidas y acabas en aerobic o en el cuarto de contadores).

....-Ese pasillo de ahí, todo recto, última puerta a la derecha.

Me he congratulado mentalmente por su eficacia y le he agradecido en un castellano muy fluído las indicaciones.

En el vestuario había cuatro bancos corridos, cada uno en una pared. Tres parroquianos, cada uno en un banco. Me he dirigido al que estaba libre. Al poco llega un feligrés más y va a elegir mi banco, que además, era el más corto. Los otros tres señores estaban ya listos y han salido al remojón. El nuevo era de ésos con necesidad perentoria de pegar la hebra, de los que si no raja se le genera un vacío emocional o algo así. Estábamos los dos desnudos cuando me dice que él tiene que guardar el euro de la taquilla en la bolsa de deporte porque si no se le olvida en casa.

Vale. La afirmación era rotunda, coherente... no he visto necesidad alguna de replicar.

"Ya se acaba este año, muy mal se nos tiene que dar para que no veamos el 2007", ha dicho. Vale.

Achaqué su insistencia a que ha debido pensar que la frase inicial no tenía calado intelectual suficiente y que por eso no la había contestado yo. Frío, frío. Pero se le nota hombre tenaz, con convicciones. Además la frase es digna, está construída con corrección, bien podría haber salido de un tertuliano radiofónico. Yo he mirado a los azulejos, para ver si ellos se animaban a contestar. Pero no se veía movimiento, ni siquiera intención. Me he alineado con ellos y no he dicho ni . Esto me pasa a menudo, ante la duda, me alineo con los azulejos.

Él ha debido pensar que había poco feellíng entre nosotros y ha conducido una pausa larga, de una textura entre papel de lija y níscalos (esta comparación es un poco Millás, ya lo sé. Me gusta) . Y yo he pensado que además de buen orador era hombre perspicaz.

Ninguno de los dos miraba al otro los genitales. Bueno, quizá un poco, de refilón.

Nos hemos subido el bañador casi a la vez. Y se ha lanzado: "Yo llevo viniendo a esta piscina desde que la inauguraron". Lo normal habría sido decirle que me importaban un carajo similar al que acababa de ver sus aforismos. O darle el teléfono de una editorial para que mandara los originales de su locuacidad a doble espacio. O un "no merezco todas estas atenciones por su parte". Pero en cambio me he sentido arrinconado. He tenido un acceso repentino de culpa ancestral por insociable, egoísta y mala persona y no he podido evitar soltarle: "Perdone, no es nada personal, es que en los vestuarios, yo no hablo". Y ahí, justo en ese momento, ha brotado como lirio incandescente, iridiscente e indecente, su silencio. Mira tú por dónde.

La piscina era muy bonita, muy moderna y con mucha luz. Qué pena que una belleza así se use para sufrir. En este entorno jaitech, mi cuerpo, tallado a base de silla de oficina y donuts, destacaba de una manera especial, como la guinda del pastel. Lo he notado yo mismo, pero también la socorrista. Desde su trono me ha enviado una mirada tipo ¿estás seguro de tu electrocardiograma?

He hecho un calentamiento breve pero concienzudo en el que, a ojo de buen cubero, debo haber eliminado unas 26 o 27 calorías, y que a punto ha estado de costarme una lesión en forma de contractura muscular en el cuello. Entre el amago de traumatismo y el despilfarro calórico me han hecho replantarme la necesidad de esta tortura. Mas el blindaje de mi tesón ha resultado inexpugnable y he descartado la retirada por deshonrosa. Y poco viril.

Al agua, pato.

40 largos después he llegado a la meta en segunda posición. El primero era Johnny Weissmuller. Yo me hago mis propios campeonatos del mundo intergeneracionales y virtuales cada vez que me meto a nadar, y suelo invitar a figuras del comic, de la televisión en blanco y negro, alguna vez a alguna rubia neumática que canta country. Es que, si no, es un aburrimiento terrible. Johnny está regulín de forma, he bajado el ritmo para dejarle ganar en el último largo. Para no dañar su autoestima. Yo soy muy condescendiente con los tarzanes.

En el vestuario había ahora un buen jolgorio. Mi discrección ha pasado desapercibida. Yo feliz. No como antes. Me he duchado y me he vestido pero no me he podido liberar de ese sentimiento de fragilidad íntima que da el cloro y el descubrir que se te ha olvidado coger calcetines limpios y tienes que ponerte los mismos otra vez.

Y entonces ha ocurrido una pequeña catástrofe cotidiana, la máquina de cocacolas me debe haber notado el síndrome del cloro y después de echar la moneda: PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO.

Ésta ha sido la gota que ha colmado el vaso y que me ha llevado a la conclusión de que es muy ingrata la piscina climatizada.

martes, 19 de diciembre de 2006

Reflexiones a los 5 años

Mi hija C. lleva cuatro meses y tres días en Londres. Toda una eternidad para ella. Al cabo de todo este tiempo ha sacado una conclusión definitiva sobre su experiencia que repite cada dos por tres o cada cuatro por cuatro. Con ritmo, con soltura. Con desprecio y asco y mucha inquina. Así:
....-¡Porra de país!
Es su reflexión. Personal, intransferible y no inducida. Lo prometo.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Lucidez a oscuras

Llamo así a esos momentos con la luz apagada justo antes de quedarse dormido. Un cubano negro que toca el piano en Estocolmo. Por amor. Estaba rico el huevo frito que me comí a mediodía. Cosas sencillas. He pensado en varias chicas desnudas mientras me cepillaba los dientes. ¿Significará esto algo? No sé si ocurrió todo lo que apunté en aquel cuaderno, la verdad, ahora lo leo y pienso que fue otro. No puedo asegurar que estuviera en todos los lugares donde hice fotos, ni siquiera cuando aparezco en ellas. Cuando te abrazo siento la tierra bajo los pies, es un efecto raro, como un calambre, mejor, como una "toma de tierra". Cada vez me creo menos lo que dicen en televisión, como si hablaran a otro. ¿Dónde estaré mañana cuando salga el sol? Con los pies calentitos y un brazo fuera ni lo sé ni me importa.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Murió Pinochet

Murió Pinochet. Esta canción me hace llorar. Y hoy me apetece. Lo necesito. Quiero. Bailaré sobre tu tumba.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Sólo dos pies

Me apetecía decirte esta noche un tequiero y no recibir respuesta.
Sacarte a bailar sin que nos pisáramos, pasear por una playa oscura, con las luces de la ciudad lejos y las olas mojando los pies. Sólo dos pies. Acariciarte sin tocarte, besarte sin rozar los labios. Me apetecía dormir contigo sin tus piernas, sin tus brazos, sin tu respirar, ni tu calor.
Por eso no te llamé.
Por eso no te busqué.
Porque me apetecía decirte esta noche un tequiero y no recibir respuesta.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

martes, 12 de diciembre de 2006

Erreway



Supongo que si a un padre fontanero su hijo de 8 años le pide una llave grifa, éste se emociona y corre a comprársela, se la envuelve en papel de regalo y se la pone debajo de la almohada.

Lo mismo si a un padre químico su hija le pide una bureta, o un par de moléculas (no colocar buretas debajo de la almohada).

Pues a mí, que soy -más o menos- músico, mi hijita me pidió ir a un concierto, y me faltó tiempo para conseguir las entradas.

Ella ha estado más veces en conciertos ¡tiene 8 añazos! pero eran conciertos en teatros o auditorios, conciertos a los que yo la llevaba. No, éste lo había elegido ella, era en plaza de toros y era un concierto de saltar, de gritar y de mover las pancartas: Erreway.

A aquellos de vosotros que no os suene, os diré que Erreway (o Rebelde Way) es una serie de tv argentina que está arrasando en España. Las tramas giran en torno a un grupo de adolescentes en un internado pijo y sus cataclismos hormonales. Básicamente. Algo por completo insufrible para cualquiera que haya superado el acné. Yo he visto algunos capítulos (me gusta saber con qué se chuta mi hija) y la cosa va de enamorarse, de llorar, de pelearse, de estudiar poco, de mis padres no me entienden, de y a mí tampoco, de ser muy guapos y muy guays todos; en el momento álgido algún beso... A mí me parece edadelpavo total, y no consigo conectar, pero a ella la tiene enganchada.

En la serie hay mucha música, natural, de todos es sabido que a muchos adolescentes después del primer vello les sale una guitarra eléctrica: otro sarpullido benigno. Letras tipo Pecos envueltas en sonidos de rock argentino. Pues los 4 actores pricipales de la serie, cantando la sintonía y otras delicatessen han montado esta gira que los españoles (aunque no os deis cuenta) estábamos pidiendo a gritos.

Y allí nos plantamos mi niña y yo. Alguno quizá desconfíe de mi talante en esos momentos. Despejen sus dudas señores: yo si no quiero ir a un espectáculo no voy, pero lo que no hago es ir y luego pasarme dos horas renegando. Si voy, voy con todas las consecuencias, y me empatizo y me emulsiono en el tinglado. Así fue.

Nos bajamos del coche: "hija mía, no te pierdas nada. Esto que vas a ver es tu primer concierto". El 95 por ciento eran hembras, y el 95 por ciento de ese 95 por ciento eran hembras de menos de 18 años. Es decir que el modelo predominante eran niñas en pandilla o niñas en pandilla con madre representando a la autoridad. Éramos franca minoría los padres condescendientes y comprensivos, conté unos diez.

Había entradas caras que correspondían con la arena y entradas más caras que correpondían con el tendido. Como ella es bajita y menuda para meterse en el mogollón compré de las más caras. Allí nos sentamos y aquello, más o menos a la hora, empezó. Pantallas gigantes a los lados, cinco buenos músicos, cegadoras, focos móviles, humo... no faltaba de nada encima del escenario. Gritos, más gritos, más gritos, saltos, algún desmayo... no faltaba nada tampoco en el patio.

Yo bailé, me ondeé siguiendo el ritmo, coreé lo que me sabía y aplaudí a rabiar entre canción y canción. No tanto por que el espectáculo me emocionara como para mostrarle a mi hija cómo comportarse en este tipo de eventos. Cada sitio tiene sus reglas, y hay que seguirlas. Ir a un concierto y no moverse es tan de mal gusto como hacer spinning con corbata y gemelos o saludar al Rey en una audiencia con un futbolístico Oe, oe, oe, oe. Las madres que tenía al lado, una de ellas con dos piernas infinitas y unas medias de cristal que llegaban donde mi mirada no, me miraban con cara de a éste qué le pasa. Pero la de las piernas normales, se dejó contagiar, se fue animando y me pidió en un momento dado los prismáticos pronunciando todas las eses.

El cantante se quitó la camiseta en el segundo estribillo de la penúltima canción antes del bis, y la arrojó a la muchedumbre femenina. Ésta -la muchedumbre- lo agradeció con aullidos ostentosos y alguna secreción discreta.
-¡Qué asco! -dijo C.- debe estar empapada de sudor. Papá ¿gritan por el asco, verdad?
-No estoy seguro, pero creo que no, hija.
-¿Se la devuelven al final?
-...

Como he dicho no faltó de nada. En vez de mechero, en las lentas, el público (la pública) agitaba los móviles con las pantallitas encendidas. Digo yo que es más seguro, pero también menos práctico a la hora de calentar la china.

Pero no hacía falta calentar nada, ya que no se veía ningún ambiente de drogas, ni de alcohol... ¿rock and roll? Con sacarina ¿Sexo? sexo Coríntellado, impúber y sublimado... pero cómo gritaban las malditas.

Al salir, había una gran cola de padres-chófer a la puerta. Esperando a niñas mayores que habían ido solas y a pandillas con madre monitora.

Hacía un frío de narices.

No nos compramos la camiseta oficial del tour.

-¿Te ha gustado?

-Sí, mucho

Pongo una equis en la casilla, rito iniciático superado.
Mi bichito se hace mayor y yo la miro.
Luego se hará mayor a mis espaldas.

Todo ocurre muy deprisa.

L o disfruto.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Está feo llorar

Pero está más feo aguantarse. En la cocina.

Había una serie estúpida en la tele y yo estaba picando una cebolla. No acusaré a la cebolla, ella no tiene culpa de nada. No, no era la cebolla. Venía a cenar mi vecino. Por eso estaba haciendo mi famosa tortilla de patata. Perdonen la inmodestia: archifamosa.

El día había sido anodino: imprimir unas partituras para registrar en autores, atender algunas llamadas, recoger al bichito y acercarme al centro a comprar unos pendientes de gitana rojos para un baile que tiene mañana en el colegio. Eso y preparar una tortilla para cenar. Poco más.

Un diálogo tonto de una serie que no había visto nunca me ha pillado a traición, y se me ha hecho un nudo en la garganta. Había bajado las defensas al ponerme el delantal. Un cuchillo de 20 centímetros en la mano no ha sido suficiente. "Los hombres no lloran", nos decían. Éste sí.

Y menos aún sin razón, y menos aún en la cocina.

Me han ayudado la campana con su ruido, la nevera con su puerta... porque estaba ahí mi hija, con sus pendientes rojos de gitana, amasando plastilina y mirando la estúpida serie a la vez.

Está muy feo llorar, pensaba mientras carraspeaba para aclararme la garganta. Igualito que una maruja de Almodóvar, sin glamour.

Pero más feo está aguantarse.

En la cocina.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

30 años

El 6 de diciembre de 1976 un DC-10 de Iberia aterrizó, procedente de Buenos Aires, en el aeropuerto de Barajas. Yo iba en él. Me llevaron para dos años. Llevo 30.

Polonio-210

He visitado el bar de los espías. En Piccadilly. Está cerrado. Un cartel dice: "Este sitio se ha hecho famoso gracias al espionaje internacional". Te mandan a otro local de la cadena, en el 313 de Regent Street. He ido, he entrado y he pedido polonio-210.
-No hay, pero tiene aquéllo..., me ha dicho una chica sin mirarme a la cara.
Me he acercado al frigorífico y he comprado una cajita de otro veneno mortal: Omega-3 salmon supreme.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Mi vecino

Mi vecino, de abajo, se ha traído a dormir a una chica eslava, probablemente Lituana.

Lleva viviendo solo desde que yo estoy aquí. De vez en cuando hace una fiesta con amigos pero sin subir mucho la música.

Es amable y saluda siempre que nos cruzamos en la escalera. Trabaja en una empresa de seguros, por eso lleva traje y corbata todos los días. Un tipo metódico y disciplinado que ata las bolsas de basura con doble nudo y se levanta indefectiblemente a las 7. En cuanto a chicas, le gustan las eslavas, yo diría que lituanas. Nunca he visto a ninguna, por la escalera, eso es verdad.

A mi vecino, de abajo, le gusta tender los calcetines, casi todos negros, por parejas, sujetándolos por la puntera. Y le gusta U2. Mucho.

El cabecero de su cama es metálico y no está bien fijado al somier. Esta circunstancia no me afecta casi ningún día. Digo casi, porque cuatro o cinco veces al año liga. Y esas cuatro o cinco veces al año es como si durmiera con un metrónomo gigante debajo de la almohada. Al fraccionar su virilidad a lo largo de toda la noche el metrónomo interpreta 4 obras. Ni una más, ni una menos: 4. La primera más o menos a las 12, la segunda más o menos a las 1. la tercera a las 4. Y la última a las 6,45.

La primera es un adagio lento con tres movimientos, la segunda un allegro, la tercera un tema rocabilly de 3 minutos justos (estructura clásica de estrofa, estrofa, estribillo, estrofa, AABA). Y la cuarta un himno (marcha militar o himno, todavía no estoy seguro) que acaba indefectiblemente con el grito ronco y potente, que sale directamente de lo más hondo de mi vecino, de abajo: ¡Viva Lituania!

viernes, 1 de diciembre de 2006

Preguntas

¿Y si estoy muerto?
¿Y si lo que yo vivo no existe, porque es una vida de muerto?
¿Y si todo lo que veo, escucho, siento es producto de mi propia fantasía, pero en realidad estoy ya bajo tierra?

¿Cómo se puede saber que uno está vivo?
Yo tengo una respuesta, pero no me atrevo a darla. Lo mismo es una respuesta de muerto.

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...