domingo, 31 de diciembre de 2006

La luna

Da pena irse a la cama con una luna tan hermosa.

Lo pienso mientras levanto un culín de vino.

Contemplándola.

.....-Me quedaría toda la noche mirándote. Y echándote piropos.

La muy descarada baja y se baña en mi vaso.

Vuelve a subir.

La miro.

Apuro lo que me queda.

Me sabe a ella.

Levanto la vista y ahora ya no es una luna blanca, es una luna roja.

martes, 26 de diciembre de 2006

lunes, 25 de diciembre de 2006

Ella no lo sabe

Se le estaba cayendo la cabeza en la sopa.
.....-Papá, tengo mucho sueño.
.....-Está bien, lávate los dientes y a dormir.
.....-En tu cama ¿vale?
Lo ha dicho con sus penúltimas fuerzas, pero con una precisión emocional de relojero. Por eso he concedido. Que nadie piense que soy un blando.

Yo he recogido, he apagado las luces y he mirado por la ventana del salón: la alfombra de tejados, las luces como cuentas de un collar de brillantes que alguien hubiera desparramado... y el cielo naranja como a mí me gusta. Lo he sentido todo muy grande -ls tejados, grandes, las luces grandes, el cielo grande- y a mí muy pequeño. Otros días, mirando lo grande me siento grande, pero hoy me sentía infinitesimal. El catarro, quizás.

He bajado y me he lavado los dientes yo también. He llegado a la cama y allí estaba C. dormida. Con las luces apagadas he levantado el edredón y me he metido. He agradecido su presencia. Porque al lado de una hija un padre pierde los miedos. Se disipan las incertidumbres, se ahuyentan los espectros.
No podía pasarme nada, sus 20 kilos protegían mis 100.
Aunque ella, no lo sabe.

domingo, 24 de diciembre de 2006

Ayer fue miércoles toda la mañana:
por la tarde cambió,
se puso casi lunes,
(...)

Ángel González



(Lo mandó Lomix. Gracias)

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Las 2

No sé cómo me las apaño, pero no consigo meterme en la piltra antes de las 2.

La piscina

Es muy ingrata la piscina climatizada.

Voy de vez en cuando. Por rachas.

Suelo ir a la de Navalcarbón, pero ahora está cerrada por obras. Yo no lo sabía. Ir a la piscina y encontrártela en obras es una coartada perfecta para sustituir la jartá (voz coloquial de uso común en Andalucía) largos por un desayuno. Pero hoy, mi integridad moral estaba blindada, mi destino mental era acuático y he desandado el camino para volver a Las Matas, concretamente a su polideportivo municipal.

....-¿Dejan ustedes nadar aquí a forasteros?- le he dicho a la señorita del mostrador.

Y, muy seria, me ha contestado con un lacónico movimiento de testuz: 3 euros con 50.

He pagado el precio exacto para no crearle nigún problema con el cambio, también porque me cuadraba, y le he pedido alguna pista de cómo llegar a la pileta (estos sitios son laberínticos, te descuidas y acabas en aerobic o en el cuarto de contadores).

....-Ese pasillo de ahí, todo recto, última puerta a la derecha.

Me he congratulado mentalmente por su eficacia y le he agradecido en un castellano muy fluído las indicaciones.

En el vestuario había cuatro bancos corridos, cada uno en una pared. Tres parroquianos, cada uno en un banco. Me he dirigido al que estaba libre. Al poco llega un feligrés más y va a elegir mi banco, que además, era el más corto. Los otros tres señores estaban ya listos y han salido al remojón. El nuevo era de ésos con necesidad perentoria de pegar la hebra, de los que si no raja se le genera un vacío emocional o algo así. Estábamos los dos desnudos cuando me dice que él tiene que guardar el euro de la taquilla en la bolsa de deporte porque si no se le olvida en casa.

Vale. La afirmación era rotunda, coherente... no he visto necesidad alguna de replicar.

"Ya se acaba este año, muy mal se nos tiene que dar para que no veamos el 2007", ha dicho. Vale.

Achaqué su insistencia a que ha debido pensar que la frase inicial no tenía calado intelectual suficiente y que por eso no la había contestado yo. Frío, frío. Pero se le nota hombre tenaz, con convicciones. Además la frase es digna, está construída con corrección, bien podría haber salido de un tertuliano radiofónico. Yo he mirado a los azulejos, para ver si ellos se animaban a contestar. Pero no se veía movimiento, ni siquiera intención. Me he alineado con ellos y no he dicho ni . Esto me pasa a menudo, ante la duda, me alineo con los azulejos.

Él ha debido pensar que había poco feellíng entre nosotros y ha conducido una pausa larga, de una textura entre papel de lija y níscalos (esta comparación es un poco Millás, ya lo sé. Me gusta) . Y yo he pensado que además de buen orador era hombre perspicaz.

Ninguno de los dos miraba al otro los genitales. Bueno, quizá un poco, de refilón.

Nos hemos subido el bañador casi a la vez. Y se ha lanzado: "Yo llevo viniendo a esta piscina desde que la inauguraron". Lo normal habría sido decirle que me importaban un carajo similar al que acababa de ver sus aforismos. O darle el teléfono de una editorial para que mandara los originales de su locuacidad a doble espacio. O un "no merezco todas estas atenciones por su parte". Pero en cambio me he sentido arrinconado. He tenido un acceso repentino de culpa ancestral por insociable, egoísta y mala persona y no he podido evitar soltarle: "Perdone, no es nada personal, es que en los vestuarios, yo no hablo". Y ahí, justo en ese momento, ha brotado como lirio incandescente, iridiscente e indecente, su silencio. Mira tú por dónde.

La piscina era muy bonita, muy moderna y con mucha luz. Qué pena que una belleza así se use para sufrir. En este entorno jaitech, mi cuerpo, tallado a base de silla de oficina y donuts, destacaba de una manera especial, como la guinda del pastel. Lo he notado yo mismo, pero también la socorrista. Desde su trono me ha enviado una mirada tipo ¿estás seguro de tu electrocardiograma?

He hecho un calentamiento breve pero concienzudo en el que, a ojo de buen cubero, debo haber eliminado unas 26 o 27 calorías, y que a punto ha estado de costarme una lesión en forma de contractura muscular en el cuello. Entre el amago de traumatismo y el despilfarro calórico me han hecho replantarme la necesidad de esta tortura. Mas el blindaje de mi tesón ha resultado inexpugnable y he descartado la retirada por deshonrosa. Y poco viril.

Al agua, pato.

40 largos después he llegado a la meta en segunda posición. El primero era Johnny Weissmuller. Yo me hago mis propios campeonatos del mundo intergeneracionales y virtuales cada vez que me meto a nadar, y suelo invitar a figuras del comic, de la televisión en blanco y negro, alguna vez a alguna rubia neumática que canta country. Es que, si no, es un aburrimiento terrible. Johnny está regulín de forma, he bajado el ritmo para dejarle ganar en el último largo. Para no dañar su autoestima. Yo soy muy condescendiente con los tarzanes.

En el vestuario había ahora un buen jolgorio. Mi discrección ha pasado desapercibida. Yo feliz. No como antes. Me he duchado y me he vestido pero no me he podido liberar de ese sentimiento de fragilidad íntima que da el cloro y el descubrir que se te ha olvidado coger calcetines limpios y tienes que ponerte los mismos otra vez.

Y entonces ha ocurrido una pequeña catástrofe cotidiana, la máquina de cocacolas me debe haber notado el síndrome del cloro y después de echar la moneda: PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO, PRODUCTO AGOTADO.

Ésta ha sido la gota que ha colmado el vaso y que me ha llevado a la conclusión de que es muy ingrata la piscina climatizada.

martes, 19 de diciembre de 2006

Reflexiones a los 5 años

Mi hija C. lleva cuatro meses y tres días en Londres. Toda una eternidad para ella. Al cabo de todo este tiempo ha sacado una conclusión definitiva sobre su experiencia que repite cada dos por tres o cada cuatro por cuatro. Con ritmo, con soltura. Con desprecio y asco y mucha inquina. Así:
....-¡Porra de país!
Es su reflexión. Personal, intransferible y no inducida. Lo prometo.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Lucidez a oscuras

Llamo así a esos momentos con la luz apagada justo antes de quedarse dormido. Un cubano negro que toca el piano en Estocolmo. Por amor. Estaba rico el huevo frito que me comí a mediodía. Cosas sencillas. He pensado en varias chicas desnudas mientras me cepillaba los dientes. ¿Significará esto algo? No sé si ocurrió todo lo que apunté en aquel cuaderno, la verdad, ahora lo leo y pienso que fue otro. No puedo asegurar que estuviera en todos los lugares donde hice fotos, ni siquiera cuando aparezco en ellas. Cuando te abrazo siento la tierra bajo los pies, es un efecto raro, como un calambre, mejor, como una "toma de tierra". Cada vez me creo menos lo que dicen en televisión, como si hablaran a otro. ¿Dónde estaré mañana cuando salga el sol? Con los pies calentitos y un brazo fuera ni lo sé ni me importa.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Murió Pinochet

Murió Pinochet. Esta canción me hace llorar. Y hoy me apetece. Lo necesito. Quiero. Bailaré sobre tu tumba.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Sólo dos pies

Me apetecía decirte esta noche un tequiero y no recibir respuesta.
Sacarte a bailar sin que nos pisáramos, pasear por una playa oscura, con las luces de la ciudad lejos y las olas mojando los pies. Sólo dos pies. Acariciarte sin tocarte, besarte sin rozar los labios. Me apetecía dormir contigo sin tus piernas, sin tus brazos, sin tu respirar, ni tu calor.
Por eso no te llamé.
Por eso no te busqué.
Porque me apetecía decirte esta noche un tequiero y no recibir respuesta.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

martes, 12 de diciembre de 2006

Erreway



Supongo que si a un padre fontanero su hijo de 8 años le pide una llave grifa, éste se emociona y corre a comprársela, se la envuelve en papel de regalo y se la pone debajo de la almohada.

Lo mismo si a un padre químico su hija le pide una bureta, o un par de moléculas (no colocar buretas debajo de la almohada).

Pues a mí, que soy -más o menos- músico, mi hijita me pidió ir a un concierto, y me faltó tiempo para conseguir las entradas.

Ella ha estado más veces en conciertos ¡tiene 8 añazos! pero eran conciertos en teatros o auditorios, conciertos a los que yo la llevaba. No, éste lo había elegido ella, era en plaza de toros y era un concierto de saltar, de gritar y de mover las pancartas: Erreway.

A aquellos de vosotros que no os suene, os diré que Erreway (o Rebelde Way) es una serie de tv argentina que está arrasando en España. Las tramas giran en torno a un grupo de adolescentes en un internado pijo y sus cataclismos hormonales. Básicamente. Algo por completo insufrible para cualquiera que haya superado el acné. Yo he visto algunos capítulos (me gusta saber con qué se chuta mi hija) y la cosa va de enamorarse, de llorar, de pelearse, de estudiar poco, de mis padres no me entienden, de y a mí tampoco, de ser muy guapos y muy guays todos; en el momento álgido algún beso... A mí me parece edadelpavo total, y no consigo conectar, pero a ella la tiene enganchada.

En la serie hay mucha música, natural, de todos es sabido que a muchos adolescentes después del primer vello les sale una guitarra eléctrica: otro sarpullido benigno. Letras tipo Pecos envueltas en sonidos de rock argentino. Pues los 4 actores pricipales de la serie, cantando la sintonía y otras delicatessen han montado esta gira que los españoles (aunque no os deis cuenta) estábamos pidiendo a gritos.

Y allí nos plantamos mi niña y yo. Alguno quizá desconfíe de mi talante en esos momentos. Despejen sus dudas señores: yo si no quiero ir a un espectáculo no voy, pero lo que no hago es ir y luego pasarme dos horas renegando. Si voy, voy con todas las consecuencias, y me empatizo y me emulsiono en el tinglado. Así fue.

Nos bajamos del coche: "hija mía, no te pierdas nada. Esto que vas a ver es tu primer concierto". El 95 por ciento eran hembras, y el 95 por ciento de ese 95 por ciento eran hembras de menos de 18 años. Es decir que el modelo predominante eran niñas en pandilla o niñas en pandilla con madre representando a la autoridad. Éramos franca minoría los padres condescendientes y comprensivos, conté unos diez.

Había entradas caras que correspondían con la arena y entradas más caras que correpondían con el tendido. Como ella es bajita y menuda para meterse en el mogollón compré de las más caras. Allí nos sentamos y aquello, más o menos a la hora, empezó. Pantallas gigantes a los lados, cinco buenos músicos, cegadoras, focos móviles, humo... no faltaba de nada encima del escenario. Gritos, más gritos, más gritos, saltos, algún desmayo... no faltaba nada tampoco en el patio.

Yo bailé, me ondeé siguiendo el ritmo, coreé lo que me sabía y aplaudí a rabiar entre canción y canción. No tanto por que el espectáculo me emocionara como para mostrarle a mi hija cómo comportarse en este tipo de eventos. Cada sitio tiene sus reglas, y hay que seguirlas. Ir a un concierto y no moverse es tan de mal gusto como hacer spinning con corbata y gemelos o saludar al Rey en una audiencia con un futbolístico Oe, oe, oe, oe. Las madres que tenía al lado, una de ellas con dos piernas infinitas y unas medias de cristal que llegaban donde mi mirada no, me miraban con cara de a éste qué le pasa. Pero la de las piernas normales, se dejó contagiar, se fue animando y me pidió en un momento dado los prismáticos pronunciando todas las eses.

El cantante se quitó la camiseta en el segundo estribillo de la penúltima canción antes del bis, y la arrojó a la muchedumbre femenina. Ésta -la muchedumbre- lo agradeció con aullidos ostentosos y alguna secreción discreta.
-¡Qué asco! -dijo C.- debe estar empapada de sudor. Papá ¿gritan por el asco, verdad?
-No estoy seguro, pero creo que no, hija.
-¿Se la devuelven al final?
-...

Como he dicho no faltó de nada. En vez de mechero, en las lentas, el público (la pública) agitaba los móviles con las pantallitas encendidas. Digo yo que es más seguro, pero también menos práctico a la hora de calentar la china.

Pero no hacía falta calentar nada, ya que no se veía ningún ambiente de drogas, ni de alcohol... ¿rock and roll? Con sacarina ¿Sexo? sexo Coríntellado, impúber y sublimado... pero cómo gritaban las malditas.

Al salir, había una gran cola de padres-chófer a la puerta. Esperando a niñas mayores que habían ido solas y a pandillas con madre monitora.

Hacía un frío de narices.

No nos compramos la camiseta oficial del tour.

-¿Te ha gustado?

-Sí, mucho

Pongo una equis en la casilla, rito iniciático superado.
Mi bichito se hace mayor y yo la miro.
Luego se hará mayor a mis espaldas.

Todo ocurre muy deprisa.

L o disfruto.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Está feo llorar

Pero está más feo aguantarse. En la cocina.

Había una serie estúpida en la tele y yo estaba picando una cebolla. No acusaré a la cebolla, ella no tiene culpa de nada. No, no era la cebolla. Venía a cenar mi vecino. Por eso estaba haciendo mi famosa tortilla de patata. Perdonen la inmodestia: archifamosa.

El día había sido anodino: imprimir unas partituras para registrar en autores, atender algunas llamadas, recoger al bichito y acercarme al centro a comprar unos pendientes de gitana rojos para un baile que tiene mañana en el colegio. Eso y preparar una tortilla para cenar. Poco más.

Un diálogo tonto de una serie que no había visto nunca me ha pillado a traición, y se me ha hecho un nudo en la garganta. Había bajado las defensas al ponerme el delantal. Un cuchillo de 20 centímetros en la mano no ha sido suficiente. "Los hombres no lloran", nos decían. Éste sí.

Y menos aún sin razón, y menos aún en la cocina.

Me han ayudado la campana con su ruido, la nevera con su puerta... porque estaba ahí mi hija, con sus pendientes rojos de gitana, amasando plastilina y mirando la estúpida serie a la vez.

Está muy feo llorar, pensaba mientras carraspeaba para aclararme la garganta. Igualito que una maruja de Almodóvar, sin glamour.

Pero más feo está aguantarse.

En la cocina.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

30 años

El 6 de diciembre de 1976 un DC-10 de Iberia aterrizó, procedente de Buenos Aires, en el aeropuerto de Barajas. Yo iba en él. Me llevaron para dos años. Llevo 30.

Polonio-210

He visitado el bar de los espías. En Piccadilly. Está cerrado. Un cartel dice: "Este sitio se ha hecho famoso gracias al espionaje internacional". Te mandan a otro local de la cadena, en el 313 de Regent Street. He ido, he entrado y he pedido polonio-210.
-No hay, pero tiene aquéllo..., me ha dicho una chica sin mirarme a la cara.
Me he acercado al frigorífico y he comprado una cajita de otro veneno mortal: Omega-3 salmon supreme.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Mi vecino

Mi vecino, de abajo, se ha traído a dormir a una chica eslava, probablemente Lituana.

Lleva viviendo solo desde que yo estoy aquí. De vez en cuando hace una fiesta con amigos pero sin subir mucho la música.

Es amable y saluda siempre que nos cruzamos en la escalera. Trabaja en una empresa de seguros, por eso lleva traje y corbata todos los días. Un tipo metódico y disciplinado que ata las bolsas de basura con doble nudo y se levanta indefectiblemente a las 7. En cuanto a chicas, le gustan las eslavas, yo diría que lituanas. Nunca he visto a ninguna, por la escalera, eso es verdad.

A mi vecino, de abajo, le gusta tender los calcetines, casi todos negros, por parejas, sujetándolos por la puntera. Y le gusta U2. Mucho.

El cabecero de su cama es metálico y no está bien fijado al somier. Esta circunstancia no me afecta casi ningún día. Digo casi, porque cuatro o cinco veces al año liga. Y esas cuatro o cinco veces al año es como si durmiera con un metrónomo gigante debajo de la almohada. Al fraccionar su virilidad a lo largo de toda la noche el metrónomo interpreta 4 obras. Ni una más, ni una menos: 4. La primera más o menos a las 12, la segunda más o menos a las 1. la tercera a las 4. Y la última a las 6,45.

La primera es un adagio lento con tres movimientos, la segunda un allegro, la tercera un tema rocabilly de 3 minutos justos (estructura clásica de estrofa, estrofa, estribillo, estrofa, AABA). Y la cuarta un himno (marcha militar o himno, todavía no estoy seguro) que acaba indefectiblemente con el grito ronco y potente, que sale directamente de lo más hondo de mi vecino, de abajo: ¡Viva Lituania!

viernes, 1 de diciembre de 2006

Preguntas

¿Y si estoy muerto?
¿Y si lo que yo vivo no existe, porque es una vida de muerto?
¿Y si todo lo que veo, escucho, siento es producto de mi propia fantasía, pero en realidad estoy ya bajo tierra?

¿Cómo se puede saber que uno está vivo?
Yo tengo una respuesta, pero no me atrevo a darla. Lo mismo es una respuesta de muerto.

jueves, 30 de noviembre de 2006

Esperanza Aguirre (I)

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, no llega a fin de mes. Lo ha dicho en su biografía autorizada. Un libro revisado por sus colaboradores, a los que les debió parecer la mar de ingenioso que su jefa -¡pelotas!- dijera semejante lindeza cuando se mete en la buchaca 100.000 euros todos los años.

Para ella solita, claro, porque no hay que olvidar que a diario la marquesa come a costa de todos los madrileños -en su lujoso salón de la Puerta del Sol o en restaurantes de a 60 euros o más el cubierto, donde acuden babosos periodistas-, se mueve en coche oficial y si se le antoja un canapé pues se lo sirven con la excusa de amenizar cualquier acto.

Es lógico. Lo hacen todos los políticos de esa ciudad. Pero a ninguno se le ha oído decir ¡que no llega a fin de mes! Me imagino a la señora en bata y rulos cargando las bolsas del caprabo con los puerros colocados en perfecta armonía junto al cartón de Don Simón. La veo revolviendo en los saldillos de Sepu y zurciendo los tomates de sus dos pares de calcetines. La escucho diciéndole a los críos: "Pa'Reshes sha sabéi, una cosita de na' que hay que apretarse el cinturón".

A mi me da pena. Y buscando cómo ayudarla, encuentro esta joya de la interné: 1euro para espe. Pasad, mirad y llorad (de risa).

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Vacío

La sexta acepción que encuentro en el diccionario dice: "Falta, carencia o ausencia de alguna cosa o persona que se echa de menos".

El retorno siempre me deja destruido. Con el alma llena de jirones y el cuerpo magullado por los golpes. Vivo en un avión desde hace seis meses. A 10.000 metros de altura y a 900 kilómetros por hora es imposible que mi mente viaje a la misma velocidad que mi cuerpo. La consecuencia es el vacío. De cosas, de personas.

Los billetes son de ida y vuelta, pero siempre equivocan la salida y la llegada.

martes, 28 de noviembre de 2006

El teléfono


-Perdona...
Mi cara de asombro. Demasiadas sorpresas para un fin de semana. Todas maravillosas.
-Coge esto...

Mi mano prefería no hacerlo, pero ella me forzó. Depositó un bollito de papel cuadriculado y se marchó. Lo deslié ante la mirada de la mano que toca, de B., de la otra B. y de R., intrigados todos por ese mensaje misterioso. Porque era un mensaje, aunque al principio pensé que me estaban dando droga y me acordé de mi madre y 'niño no cojas nada de gente que no conozcas y ten cuidado con el hombre de los caramelos'. Las madres siempre defiende la virginidad de sus hijas y la virilidad de sus hijos.

Lo leí en voz alta. "Me encanta tu mirada. Es preciosa". Lo escribo de memoria. La otra mano ha quedado encargada de escanearlo y adherirlo a este comentario. El comentario del retorno. Que lo sepáis.

Lo guardé. Lo volví a sacar. Por la otra cara de ese papel arrugado había una frase parecida. Y por ambas, cosa en la que no reparé al principio, un número de teléfono y un nombre.
Es emocionante que a uno se lo traten de levantar por la calle así. Ella no era guapa. Era más bien fea, pero quizá era una tipa encantadora. Y tuvo la valentía de cogerme del brazo y darme un mensaje. Pensar en una vida con ella era absurdo, pero uno se siente con el ego reconfortado. Se acerca a los 40 y estas cosas gustan. Y a los 15, y a los 23, y...

¡Marcos! ¡El nombre que ponía era Marcos! No, no llamé.


Nota de la mano que toca: Doy fe de que así sucedió. Arriba está la prueba. Hemos difuminado el número de teléfono para salvaguardar la intimidad de Marcos, a quien le gustó la mirada "precisa" de la mano que escribe (que escribe poco, todo sea dicho). Sabemos de Marcos que no es Filólogo, porque la mitad de las tildes que puso, las puso mal.

lunes, 27 de noviembre de 2006

......- Rufus, he estado pensándolo. Creo que me marcho. A mí esta ciudad me gusta, no te creas, pero no aguanto más. He ido perdiendo la ilusión. He ido perdiendo a los amigos, y las cosas con Helen no mejoran, todo lo contrario, cada día nos unen lazos más fuertes de silencio y decepción. Hoy hace dos años , tres meses y un día que no nos insultamos. Dos años, tres meses y un día, también, que no hacemos el amor. Antes emborracharme me servía, el tiempo pasa más rápido cuando estás borracho, pero ahora ya ni eso. He tardado varios meses en decidirlo, sobre todo por ti, tú eres lo único que me importa, lo único que me sujeta. Pero hoy, compañero, ha llegado el momento de que nos separemos. Te va a ir bien, ya verás.
.....- Mmmmm, pues vale.

jueves, 23 de noviembre de 2006

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Corro

Corro, corro, corro.
De tanto correr me siento flor bastante quieta.
El aire en los pétalos, algo de sol, la tierra empapándome los huesos.
Paso de sentirme flor invertebrada.
Corro.

Hay una berenjena en la nevera.
Formaba parte de una pareja, pero hace 2 días me comí a su compañera.
Puede sonar muy rudo, pero fue así.
Lo siento.

He pensado recomendar al fabricante (fabricante, sí, adrede) que las empaquete de 3 en 3. Pero no serviría de nada. Yo no puedo comerme 2 berenjenas de una vez. Al final siempre quedaría 1 berenjena sola en la nevera.

¡Cuántas oportunidades nos da la hortaliza para indagar en los misterios de la matemática y la existencia! Ser o no ser berenjena sola en la nevera, ésa es la cuestión.

Si algún día escribo "Ser o no ser..." en un relato ¿Me dirá A.: cámbialo, que no se entiende, en la oficina lo hemos leído varios y estamos de acuerdo en que no se entiende. Pon "Érase un vez..." que está al alcance de todos?
Quizá.

Tengo los dedos cansados. Hoy tengo los dedos cansados. Impermeables, no dejan salir lo que encierran mis manos. Nada fumable.

"Infumable". 2 ministras de Sanidad más, y la RAE tiene que quitarla del diccionario porque ha caído en desuso.

C. se resiste a acostarse, aprovecha los vacíos legales, los despistes... todo para no irse a dormir. A mí me espera una pila de vajilla sucia. Amenazando con inmovilizar al grifo, cogerlo de rehén.

Corro, corro, corro.
De tanto correr me siento cansado,
levito levemente y,
en la misma medida que se me aflojan las razones,
me inundan las emociones.
Y soy capaz de temblar contemplando 3 farolas naranjas a lo lejos.
Y me conmueve el espectáculo terrible de ver 1 berenjena sola en la nevera. Ligeramente cubierta con celofán, vencida, en la bandeja... qué pensará cuando yo cierre la puerta y se apague la luz. Pongo delante unos yogures: no quiero saberlo.
Mientras tanto, corro.

martes, 21 de noviembre de 2006

2,40

No es fácil explicar el placer que se siento a las 2,40 de la mañana a alguien que no es noctámbulo.

La certeza de que no va a sonar el teléfono, que en las próximas horas nadie espera nada de mí... el silencio. Es tanta la sensación de libertad que casi podría llamarlo libertinaje.

Me acuerdo de esa distinción, era muy manida en los ochenta: "No hay que confundir la libertad con el libertinaje". Ahora nos parece graciosa, yo hace mucho que no se la oigo a nadie. Cambian los tiempos y cambia el significado de las palabras. "No hay que confundir la seguridad con el miedo" digo yo. Hoy.

Si yo fuera un verbo me gsutaría ser "cundir", que se usa poco. Cundir, cundir, cundir, cundir... "que no cunda el desaliento", "cundió el pánico".

Si notáis que de vez en cuando me paro es porque el sueño me acecha y a veces me cierra los ojos y me doy con el mentón el el pecho.

Lo he contado otras veces, adoro estos momentos. Se me van apagando las luces y en mi cerebro sólo quedan las mujeres de la limpieza. Es la hora de llenar las papeleras. A veces oigo un pájaro a estas horas y me saca una sonrisa. ¡No hay pájaros por la noche! Sólo éste, el de mi barrio, y algunas noches regresa con una buena tajada.

"Tajada" es otra palabra bonita . Piensa uno en el chorizo de la olla de la abuela.


Ahora sí, me voy a dormir. Antes de que los más madrugadores empiecen a abrir sus grifos y enchufar sus afeitadoras. Antes de la primera tostada.

A vuestra salud y a la mía.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Cuando salí no llovía

No vayas a comer a un restaurante pijo
con una bicicleta vieja.
Los sentimientos no son yogures
no se conservan bien en la nevera.

Tengo una maraca con forma de banana,
la ilusión de ver nevar en Madrid,
tres libros en la mesilla
y un vicio que me acabará matando: vivir.

Casi todas las mañanas me levanto
con ganas de asesinar a aquel que inventó el despertador.
Luego las horas van pasando y le perdono,
no soy de los que guardan el rencor.

Sé enamorarme sólo con palabras
y sé olvidar a ritmo de bolero.
Recuerdo que hubo un tiempo en que era un tipo
al que no daban miedo los tequieros.

Antes de que me abrace el edredón
apuro este chupito de mentiras
y me muerdo los labios recordando
los besos de cuando no me conocías.

Amigo, sácalos al sol pa´que respiren
no guardes el sentir en la nevera
No vayas a comer a un restaurante pijo
en una bicicleta vieja.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Postal


Los ingleses le tienen mucho cariño a su metro. Entre otras cosas porque les sirvió de refugio cuando Hitler les bombardeaba.

Pero un billete sencillo, sencillísimo, cuesta al cambio casi 5 euros, se ven mardito´ roedore´ sólo con mirar, los trenes son del año catapún, está masificado, huele mal... ni que decir tiene que el de Madrid le da cien vueltas. Es que el de Madrid le da cien vueltas a todos los metros que yo he visto.

Pero, hay que reconocérselo, da muy bien ante la cámara.

Palabras que Encontré en la Calle X


En Londres hace diez días.

Creo que no hace falta comentar nada.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Ortografía

Le escribí una carta. A ella. Ni muy íntima, ni muy nada. Contenía un guiño. un estrechar la mano... está bien, puede que también contuviera un beso. Casto y pequeño: sin lengua.

El caso es que nunca me contestó.

La repasé mentalmente. Por si contenía malas intenciones, pretensiones de contacto carnal, piropos dichos desde el andamio o las cotizaciones de Endesa del último trimestre. Nada. La repasé por si era barata, vulgar, ambigua... No encontré nada de eso tampoco, pero sí una falta.

Por eso no me ha contestado, estoy seguro, ella es muy rigurosa con la ortografía.

Me apunté en una escuela de letras y allí me dijeron que cariño se declina, que amistad se conjuga, que amor es polisémica. Que hay miradas muy poco correctas, desde el punto de vista de la sintaxis, claro.

El caso es que nunca me contestó, y yo creo que es por la falta, la falta de ortografía.

martes, 14 de noviembre de 2006

Pérez



El sábado estuve grabando una adaptación del cuento del Ratón Pérez. Se me olvidó registrar un estornudo a la actriz que hacía de niño.

Cuando lo escuché el domingo me acordé. Hacer venir a alguien al estudio sólo para que estornude me parece una crueldad y un despilfarro. Probé con mis propios estornudos pero no podía camuflarlos para que parecieran de niño. Hoy le he propuesto a C. grabarlo y le ha encantado la idea. ¿Explotación infantil? Espero que no.

He cogido un poco de pimienta molida de la cocina y me la he metido yo en la nariz para que viera cómo la pimienta hacía estornudar y no provocaba daño. He estornudado profusamente y al echar un poco de pimienta en la mesa me he dado cuenta de que estaba enseñando a mi propia hija a esnifar. Sin billete, eh, con una pajita de las que usa por la mañana para el colacao.
Pues por mucha pimienta que se ha metido en la nariz no ha conseguido estornudar. "Me pica mucho, pero nada". Luego he cogido una pluma de paloma que usó Cervantes durante el verano. He vuelto a probar yo primero. Soy incapaz de resistir las cosquillas que provoca una pluma en la nariz, me vuelve loco. En cambio a C. no le hace efecto. Por más que le hacía cosquillas no se inmutaba, ni rastro del ansiado estornudo. ¿Es mi hija insensible nasal?.

Veía que se ponía triste por no poder participar en la grabación del cuento de uno de sus héroes infantiles, así que la he dejado impostarlo. No lo ha hecho mal, la verdad. Le faltaba fuerza pero al editarlo en el ordenador da el pego.

El cuento de Pérez ya tiene su estornudo. Ya me puedo ir a acostar tranquilo.

lunes, 13 de noviembre de 2006

Intimidades

El otoño es una estación estupenda. Tiene muchos cielos distintos y no le gusta ponerse el mismo dos días seguidos. Los árboles, envidiosos, también tiran del fondo de armario y hacen ostentación cromática. Al final, ¿para qué? ¿para acabar desnudándose?

El otoño es ciclotímico por naturaleza. Y eso, que en cresta es un lujo, en valle fastidia.

Hoy he salido a la terraza y me he embelesado mirando las flores. "Embelesado" es una palabra muy bonita. Casi tanto como mis flores. Aunque cuando la leo otra vez dudo si no quedará, la frase completa, un poco cursi. Yo, de adolescente, no miraba las flores. Ahora, en la postadolescencia, me encanta mirarlas. Lo próximo es el vino y el flamenco. A todo se aprende si se quiere aprender.

Mis conocimientos de botánica son escasos, así que me perdonaréis los nombres. O, mejor, me los corregís y así aprendo.


Estas margaritass on el objeto de deseo de los edificios que se asoman a mi terraza. Y lo son también de la vecina, que tiene unas parecidas y no consigue tanto fulgor. Pequeñas rivalidades de barrio.



Éstos me han dicho cómo se llaman pero no lo retengo. Sé que no son gladiolos. Tienen el primer premio terracil a la constancia. Llevan desde mayo aguantando, con su morado ambiguo y leve: hacen compañía con discrección.


Estas margaritas rebentonas son el colmo de la coquetería. Todo el verano agazapadas, esperando su oportunidad, y cuando la terraza decae y muchas de las otras languidecen, se ponen así de glamourosas. Viva la margarita cañí.



Muy probablemente esto son claveles chinos. Han tenido momentos mejores. Noviembre no es su mes, van desgarbándose a medida que llegan los fríos. Es el primer año que pongo claveles chinos. Pero he guardado las semillas para el que viene. Me voy a hacer fan de los claveles chinos. Además el naranja es el color del Feng Shui para la energía sexual (y el gas butano).



Ésta es la famosísima rosa de pitiminí. Otros años ha sido la estrella pero este está en horas bajas. Otro con menos escrúpulos habría vaciado la jardinera para poner caléndulas o pensamientos. Pero yo no, yo le voy a dar otra oportunidad a mis rosas de pitiminí. Me gustan estas flores temperamentales que de tan bonitas pinchan.

Desde que el padre Mundina fue sustituído por el maromo con coleta de bricomanía la cosa floral ha perdido mucho encanto. No sé, es como menos espiritual.

Ay, mis flores de otoño,
cuánta alegría dáis
para tan baratas.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Escribo que no me entiendo

Escribo que no me entiendo.
Últimamente.
Si no escribo tampoco me entiendo.
Canto.
Cantando no me entiendo pero tampoco lo pretendo. Canto para hacerme compañía. Porque cantando siempre acabo siendo varios. Varios, y de fiesta.

Cuando estaba contigo no era nadie. Era un trozo de ti. Y era un trozo tuyo, no es lo mismo.
Era bonito no ser nadie. Era bonito ser un trozo de alguien, cobrar sentido por cercanía, por sintonía, por empatía... Ficciones.

Es lo que tiene compartir la almohada, que, de tanto apoyar las cabezas, se acaban compartiendo las ideas, las soluciones... y los problemas. Problemas, soluciones e ideas que no pueden existir fuera de la unanimidad inapelable de la almohada, se ahogan como peces fuera de una pecera.

En aquel tiempo me entendía. O quizá, lo justo sería decir que en aquel tiempo no me preocupaba entenderme.

jueves, 9 de noviembre de 2006

Mi psiquiatra va a la pitonisa

Yo antes pensaba menos,
me lo noto.
Y me iba "mejor",
entre comillas.

Me he enterado de que mi psiquiatra consulta regularmente a una pitonisa. Se le ha escapado hoy, mientras yo me declaraba -por enésima vez- insolvente emocional. No sé si es más grave el hecho en sí, o que se le haya escapado. Está feo que un psiquiatra tenga incontinencia verbal, un psiquiatra debe ser, por deontología profesional, todo él, pura contención.

A los psiquiatras se les reconoce ya de niños, porque cuando se pillan la minga (no sé si es más adecuado minga o pilila) con la cremallera del pantalón antes de gritar analizan. A partir de ahí es coser, y cantar.

No me lo esperaba de él.

Dice que lo hace porque en ese rato se desinhibe y le cuenta a la pitonisa cosas que no es capaz de contarle a nadie. Y que tiene mucho feedback de la pitonisa y también de su bola de cristal. Que los psiquiatras están para encerrarlos lo sabe todo el mundo, no hace falta que lo diga Woody Allen, pero que en un desliz lo reconozcan, eso clama al cielo. como se enteren en el colegio de psiquiatras lo expulsan.

Él no se da cuenta, pero me ha hecho más daño que cuando me dejó mi segunda mujer. Porque yo lo tenía idealizado, normal. Para eso sirven , para idealizarlos. Para eso pago.

Y yo creo que lo mío
se pasa pensando menos.

Me lo noto.
Antes pensaba menos
y me iba "
mejor",
entre comillas.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Locos

Se han vuelto locos.

Lo de las medidas de seguridad en los aeropuertos es de locos.

En Gatwick, esta misma tarde, colas interminables. Todos con los zapatos quitados para pasarlos por el escáner. Nos han confiscado la botella de agua que llevaba C. en la bolsa.
En los cuarenta minutos que hemos estado no se ha visto que encontraran ninguna pistola ni bomba.

La semana que viene llega Bush de visita oficial. A él, que ha demostrado ser bastante más peligroso que todos los que estábamos hoy en Gatwick juntos, que seguro que viene acompañado de unos cuantos energúmenos sin escrúpulos (de rigurosa etiqueta, eso sí) con pistolas y armas más peligrosas. Ni lo cachean ni le dicen nada. ¡Cómo está el mundo!.

Extender el miedo debe ser muy rentable.

Alguien debe ganar mucho dinero, y no sólo las empresas de seguridad, los fabricantes de escáneres, los fabricantes de armas...

Lo mejor era ver a los ejecutivos que en la City no dirigen la mirada a nadie que no lleve un traje de 2 mil libras, llevando en la mano zapatos -a alguno le jumeaban los tachines que era un gusto-, y cinturón; y dejándose cachear por un hooligang tatuado (de uniforme, eso sí) con muy pocas luces y muchas cervezas.

Se han vuelto todos locos.

domingo, 5 de noviembre de 2006

En Londres

Estamos las dos manos en Londres.
Hace sol con velos.
Es que aquí el sol es muy discreto, muy pudoroso.
Vamos a dar un paseo a Hyde Park.
Por más que Martín Gaite la ubicara en Manhatan. Yo si fuera Caperucita lo tendría claro: Hyde Park.

viernes, 3 de noviembre de 2006

Pompas de jabón

Nos pasamos la vida resistiéndonos a lo efímero. Qué cabezotas somos, por qué nos empeñamos en consolidar momentos, intentar perpetuar felicidades. Por qué embalsamamos las relaciones para que duren... toda la vida.

Pero ella, la vida, es una fanática de lo efímero, milita en las filas de lo efímero. Su séquito es de dudas, no de verdades absolutas.

La realidad, lo que llamamos realidad, no es una globalidad sino un montón de pequeñas partes. La realidad son impulsos eléctricos y químicos entre nuestras neuronas, nada más que eso La realidad sólo existe mientras la pensamos, la sentimos o la recordamos. Esto se demuestra con una sencilla prueba: duérmete y verás cómo la realidad se va apagando. Hasta que despiertes.

En cambio las personas nos ponemos muy pesadas y muy trascendentes hablando de pasado, de presente, de futuro... Escuchas a los tertulianos de distinto pelaje y parece como si hubiera muchas cosas realmente importantes y sólidas. No, no las hay. Pero ellos dicen lo que nosotros queremos escuchar, para eso les pagan.

La línea que separa el principio del fin, el aburrimiento de la diversión, la muerte de la vida, la idiotez de la sabiduría, la verdad de la mentira, la oscuridad de la luz, el irme del quedarme, el amor de la nada... es tan fina como la piel de una pompa de jabón.

Pensar estas cosas causa desazón a mucha gente. "No quiero escucharte ¡Pero si yo me desvivo por mi plan de pensiones!".

Lo único esencial es este instante.

Daría todo mi patrimonio y hacienda por la piel de una pompa de jabón.

Por la mentira húmeda escondida en un beso, por la vibración de unas notas flotando en el aire, por los electrones que desprenden ciertas pieles al tocarlas, por esa mirada, por poder llenar mis pulmones con ese paisaje...

Huele a tierra mojada, Madrid se ha puesto la camisa estampada de ocres, granates, grises y verdes. He desayunado colacao con digestives, suena de fondo I can´t stop loving you de Ray Charles. Si esto no es plenitud ya me contarás tú qué es.

jueves, 2 de noviembre de 2006

De visita

Hoy he ido con mi hija a ver a mi madre. Me he dado cuenta de que nunca había ido precisamente el día de los Santos.

No he llevado flores porque sabía que tendría de sobra y que no habría hueco. Como reside en un tercero tiene sólo los dos vasos de los lados. Y siempre están llenos.

He ido a la hora de comer para evitar aglomeraciones. He respirado hondo para no llorar.

Se vive peor sin madre.

Porque el tiempo la ha ido despojando de defectos, de todos los defectos. Cómo decirlo... hace diecisiete años que yo no discuto con mi madre. No me da ninguna razón para enfadarme, ni me critica, ni se enfrenta, ni se inmiscuye... así que sólo puedo quererla. Quererla sin peros: absolutamente. Queriendo ciegamente a alguien que vive en un tercero, que nunca se levanta cuando llegas, que no te contesta, que no te riñe ni te abraza... se vive peor.

No lo he pensado mientras respiraba hondo, en su presencia y en la de mi hija. Ni tampoco cuando me he despedido tocando levemente el cristal que mi hermana y mi padre mantienen limpio. Lo hago ahora que nadie me ve y que puedo llorar bien a gusto.

Te echo de menos, mamá.

Joder, qué mierda, parezco Marco.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Trajo

Trajo perejil y una poesía.
Un brillo de vodka en la mirada.
Tan temprano.
Una urgencia:
ponme un café ahora mismo.
O dos.
Le dio de fumar al cenicero.
Y a mí de beber, de sus labios.
P.W.

Lo he encontrado en una antología poética de un autor americano casi desconocido: Pendleton Wire. Lo recomiendo.

lunes, 30 de octubre de 2006

Salvaje

Él solía escribir. Le pagaban por ello. Pero, por encima de todo. necesitaba escribir.

Tenía miedo. Miedo a escribir más rápido. A acelerarse y precipitarse como un trineo por la pendiente y no poder parar. Tenía miedo a que le salieran frases sin su consentimiento, párrafos que él no quería que salieran. Tenía miedo a que su escritura le escribiera a él. Este miedo lo tienen casi todos los escritores. Y no es miedo, no. Es pavor.

El había sido un salvaje durante bastante tiempo. Cuando ella lo conoció él era un salvaje. Aventuraré que ella se enamoró de él exactamente porque era un auténtico salvaje.

Luego se fue domesticando a medida que ella se lo pedía. Dulcemente. Sin estridencias. Esa fue la mayor traición hacia ella: obedecerla y dejar de ser como era. Y, como era de esperar, ella dejó de amarle. Porque la había traicionado. Porque la había obedecido. Por eso dejó de amarle. Porque ya no era un salvaje.

jueves, 26 de octubre de 2006

Por si no lo sabíais

Por si no lo sabíais en el blog hay un cuarto de atrás.
Es donde se guardan los draft, los borradores.
La mano que toca usa mucho ese cuarto de atrás. Padece cierta forma de incontinencia repentina. También sufre de sequías inesperadas e implacables. Hay que ahorrar. Así que va escribiendo y guardando. Y suele publicar lentejas de ayer o garbanzos del lunes -debidamente congelados y vueltos a calentar en el microondas.

En la cámara de los horrores hay básicamente dos tipos de productos a saber. Lo que podríamos denominar tono ligero y los tono grave. Hay también mestizos, eso es verdad.

Pues durante 15 días ha ido escribiendo gravedades e intentando publicar ligerezas. Y ha llegado el día en que no le queda ninguna ligereza. Podría dar al botón Eliminar, que también está. Cortar por lo sano, borrón y cuenta nueva. Pero ha preferido airear. Es lo bueno del blog, que es gratis.

La mano que toca se da asco de si misma de poner tantas veces tristeza y pena y la madre que las parió. Que parece que está obsesionada y que no hay diccionario ni nada. Podría disimular, buscar sinónimos... Pues no. Saca aquí del tirón todos los post aludidos. Y decide borrar las dos putas palabritas del diccionario de ahora en adelante. A ver si de esa manera consigue borrarlas también de otros sitios.

Contradicciones, somos todito contradicciones.

Leo en un estudio clínico que la lencería bonita alegra la cara de quien la lleva.
Será por un misterioso efecto sinérgico: "sonrío que soy chica de bragas estupendas".
¿Se sorprenden? Sepan que está científicamente probado.

Lo leo, y de la alegría que me da, me salen unas puntillas en los calzoncillos. Es el efecto inverso. Se me bordan unas iniciales con mi nombre. Y se me ponen Calvin Klein cuando eran Carrefour. Me río y se me hacen tanga con mucha transparencia y mucha sensualidá. Virguería de calzoncillos oiga. La Perla, lo que yo le diga. Paseando por los territorios comunes de la lencería, la física y la neurología.

Empecé grave y acabé ligero.

Contradicciones, todito contradicciones.

miércoles, 25 de octubre de 2006

La pena adelgaza

"La pena adelgaza". Lo dijo muy seria en presencia de un amigo que está pasando cuitas y que, a todas luces ha perdido peso. Yo me quedé callado por falta de reflejos, porque la afirmación requería su análisis y porque eran las 2 y 3 gintonics de la mañana.

Pero luego, mientras caminaba buscando algún pilotito verde con taxi libre debajo, le di al cacumen y creo que. Creo que a cada uno el estado anímico le afecta al metabolismo de una manera y que a mí, precisamente a mí, lo que me adelgaza es la felicidad completa. La pena no.

La pasión arrebatada, eso también.

Puedo decir que la pena tampoco me engorda, lo hago en su descargo. En el descargo de la pena.

El taxista llevaba puesta una tertulia de madrugada -prefiero muerte- y yo me entretuve en valorar cuántas calorías tendría un disgusto. Cuántas un éxito. Siempre se ha dicho que fulanito estaba orondo de felicidad... por algo será. Que no cabía en sí de gozo. Esto apoyaría la tesis de mi amiga.

Hoy volvía caminando. Llovía. Tenía un gato jugando con el ovillo de mis contradicciones. Que si tienes ya una edad. Que si, vaya, tanto dar vueltas para esto. Las circunstancias -supongo que también la química cerebral- me estaban haciendo vudú por lo bajini.

Me he echado atrás la capucha para dejar que la lluvia me aclarara las ideas. Ventaja de calvo. Y si no las puede aclarar que se las lleve todas a la puta alcantarilla.

Las gafas estaban llenas de gotitas.

...-Me acerco al Alcosto y me compro un donut.

...
-No, que no lo voy a disfrutar del mal rollo.

...
-Que sí, que la glucosa sube el ánimo.

...-Han ascendido a mi cajera. Le han quitado el letrero de la pechera y ya no sé cómo se llama.

...-No me cambies de tema ¿vas o no vas?

He pasado.

Desidia.

La lluvia se me había llevado las ideas buenas y las malas.
¿Será que mi amiga tiene razón y la pena adelgaza?
Para mí que no. Los disgustos no engordan, las euforias no engordan, son las personas las que engordan.

martes, 24 de octubre de 2006

Tu boca

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta con cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujar con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un aroma viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua

J. Cortázar. Rayuela

domingo, 22 de octubre de 2006

Escenario

Cuatro cosas:
yo misma sobre las baldosas,
una silla vacía,
un vaso y el teléfono.
Somos cuatro tirados sobre el suelo.

Parece un velatorio,
teléfono de luto como un muerto,
ni se mueve ni habla,
le miro fijamente para nada.

G. Fuertes

sábado, 21 de octubre de 2006

Misterios Sin Resolver II

Un niño de 8 años en una fiesta de cumpleaños. Concretamente la de mi hija.

Lo normal: corre, juega, grita...

Se le nota nervioso y emocionado.

Hasta ahí lo entiendo pero...

¿Qué estructura cerebral se le pone en marcha cuando se mancha las manos de tarta de chocolate e instintiva e irremediablemente va a limpiarse con las cortinas blancas?

Si alguien lo sabe, por favor, que escriba, es para recomendar a sus padres que lo lleven al neurocirujano y ¡¡¡se la extirpen!!!.

El arte y la tristeza

Decía Gloria Fuertes que un poeta triste era un triste poeta. Decía que ella sólo escribía cuando estaba contenta o normal, si estaba triste se callaba. Y si estaba amargada ni siquiera salía a la calle, para no darle ningún zarpazo a nadie. En cambio cuando leo sus poemas o sus entrevistas detecto una tristeza profunda. No lo digo con pena, mucho menos con compasión, a muchos indolentes les recetaría yo la tristeza de la poeta. Era una tristeza de clown, de payasa. La tristeza de quien conoce y se moja. Una tristeza vestida de optimismo.

Leo a Bukowsky. Sin entrar a opinar si sus textos son autobiográficos o no (para quien no lo haya leído, Charles Bukowsky tiene un alter ego literario llamado Henry Chinasky y escribe siempre en primera persona). Bukowsky roza la desesperación, roza la nada, se pasea al lado de todos los abismos y su visión de lo que le rodea es descarnada, cruel... se diría que confía muy poco en el género humano. Pero Bukowsky siempre caía de pie. Siempre se despertaba de las borracheras y su obra es de una honestidad brutal.

Pero después de estos dos talentazos llegó Walt Disney y nos jodió bien jodidos. Tenía la sonrisa grabada en los labios, una visión del mundo en rosa y la actitud mediocre del vendedor de enciclopedias (ya no hay vendedores de enciclopedias. Digamos del vendedor de vaporetas).
Cuando contemplo arte, siempre me quedo con los atormentados, con los asustados y con los melancólicos (sin llegar a Cioran que es para rociarse de gasolina) porque la memez me aburre terriblemente y me resulta plasticosa y no me la creo. Sólo le permito cierta frivolidad a Cole Porter, todavía no tengo claro por qué. Será la excepción que confirma la regla.

viernes, 20 de octubre de 2006

Cita

"Cuando los sueños de un hombre consisten en repetir postre, algún achuchón ocasional y levantarse a las 12 los festivos es muy difícil que puedan arrebatárselos"
Marge Simpson

jueves, 19 de octubre de 2006

martes, 17 de octubre de 2006

Novedad

Hablando ayer con una amiga me entero de que existe la Tangafaja.
No, no es una isla de origen volcánico polinesia.
Como su propio nombre indica es una faja tanga.
Hago un esfuerzo mental pero no consigo imaginármelo. Para mí faja y tanga representaban el yin y el yan de la lencería, el más y el menos, el glamour y la caspa. Pues se han unido, que lo sepáis todos.

lunes, 16 de octubre de 2006

La última mosca



La última mosca del verano está bastante gorda. Y hace mucho ruido al volar, como una Guzzi. Se choca con las paredes, se desorienta con la bombilla y da tumbos como si hubiera bebido. Bebido para olvidar que es la última mosca del verano.

Yo la persigo. Por entretenimiento, el domingo ha sido bastante aburrido. Por instinto de cazador troglodita. Por un trauma infantil. Porque me fastidia esta mosca que pregona que el verano se ha terminado. Sí, ya sé que no lo ha terminado ella, pero me fastidian su arrogancia y su desparpajo.

¡Plaf!

Os anuncio que he matado a la última mosca del verano. Lo he hecho con una regla. Por tanto lo he hecho malabarística y matemáticamente. Reparo en que mi conducta puede tener un impacto ambiental negativo; no sé si he adelantado su muerte una hora o una semana, ni si estaba preñada o ya había puesto los huevos.

En la sociedad de lo políticamente correcto en la que vivimos puede ser considerado un acto de crueldad innecesario. Y escribirlo en un medio de comunicación pública como este blog una grosería y una provocación. Eso si la mato yo, porque si la mata un jilguero, entonces no es crueldad sino pirámide trófica. Y si la mata una vaca con el rabo tolóntolón no es pirámide trófica sino selección natural. ¡No te fastidia!

Esta mosca seleccionó de forma natural mi casa, y sobrevoló mi teclado con alevosía. Y se encontró con la horma de su zapato de mosca. Un ser con unos instintos asesinos descontrolados que había pasado un domingo bastante aburrido. Se siente -expresión originaria del patio del colegio que curiosamente equivale a "te fastidias".

viernes, 13 de octubre de 2006

Comunicación

Cuando cualquier beso era de tornillo.
Cuando podían detener los relojes por el sencillo procedimiento de mirarse.
Cuando Piel era un país infinito.
Cuando todas las caricias eran poco y una sola era todo...
...entonces vitaminas, agua, pan caliente y soles.

¡¡No necesitaron entenderse mientras se amaron!!

Luego vinieron el afecto, el cariño, y otros sucedáneos.
Ella empezó a quererle como se quiere a un gato.
Y él pensó: tenemos problemas de comunicación.
¡¡Pero si nunca habían tenido comunicación!!
Ni les hizo falta.

Por qué íban a perder el tiempo en comunicarse si tenían algo mucho mejor.

miércoles, 11 de octubre de 2006

Contradicciones I

Nos despertamos cuando quiso el sol.

Los 2 a la vez.

Nos miramos muy cerca porque habíamos aterrizado en esa postura.
Nos miramos largamente, para aclararnos la voz.

Había algo de ternura, mucho de sueño y unas gotitas de algo que con menos experiencia habríamos confundido con dicha. Quizá su sueter manchado de vino. No podría asegurarlo. Porque no lo vi, sólo lo olí.

Entornó los ojos con malicia, moviendo sólo los músculos precisos, y me dijo:

.....-Pero, a ver, con lo que a mí me gustan los bomberos. ¿Por qué acabo liándome siempre con pirómanos?

martes, 10 de octubre de 2006

Estar vivo

Hablo con la otra mano y le cuento. Le cuento todo lo que me pasa por las cañerías del amor, de la vida, del olvido. Me escucha, suelta síes, claros, noes y otras cosas por el estilo. La otra mano y esta mano tienen experiencia en oírse, en llorarse sin lágrimas, en disfrutar de la tristeza y descubrir el futuro con ironía, risas y optimismo. Eso es lo que somos, dos manos inconscientes que gozamos de la peor de las melancolías, que rellenamos los agujeros del alma y los vacíos del estómago con futuros imperfectos y que en la madrugada fría de un mes de febrero nos bebemos la tristeza mezclada con ron del bueno.

Eso quería decir. A la otra mano. Eso quería decirle, que estamos vivos.

lunes, 9 de octubre de 2006

A mí no me dan pena

A mi no me dan pena los que están tristes. Porque están vivos. Me dan mucha más pena los indolentes y los sosos resosos de nacimiento. Más pena me dan los solos. Porque en la tristeza -en la que se escribe, en la que se canta, en la que se bebe o en la que se llora- hay algo de viejo amigo, de camarada. Hay algo de impostura y de mascarada hasta en la más triste de las tristezas.

No exagero si digo que a veces estoy muy, pero que muy feliz con mi tristeza, nos enrollamos y me la acabo llevando a la cama como a una amante discreta. ¿Qué habría sido de los fados, de las rancheras, de los tangos, de las coplas. Qué habría sido de Beethoven o del Quijote sin la tristeza? ¡Cuántos géneros musicales -y literarios- habría matado con su muerte la tristeza! Esta milonga le cuento mientras le desabrocho la ropa y le voy sacando goloso algunas letras.

domingo, 8 de octubre de 2006

Haiku

La vida es como una toalla velour:
por un lado muy suave pero no seca.
Por el otro seca bien, pero raspa un poco

viernes, 6 de octubre de 2006

Me lo noto

Soy más simple que el mecanismo de un chupete.

Pero a la vez soy indescifrable para mí mismo.

Mi propia simpleza me impide entenderme.


Si fuera digital no sé si sería 1 o 0, a eso no llego,

pero tengo claro que no tendría muchos dígitos.

jueves, 5 de octubre de 2006

Busco



Busco.
Pero no sé qué busco.

Busco, a veces, con rigor:
minucioso, sabueso...
Pero no sé qué busco.

Busco a veces como un poseso,
como un drogadicto,
tirando al suelo el contenido de todos los cajones.
Tirándome de los pelos que no tengo.

No sé si en realidad lo he encontrado,
porque no sé qué busco.
Nunca sé que busco.

Algunos días -debe ser que me levanto
con todo encontrado- encuentro.
Lo noto porque me miro en el espejo y me gusto.
Salgo a la calle y me gusta.
Camino y no tengo la urgencia
de revolver las nubes, ni los árboles.
Esos días, es que no busco.

Otros días, de tanto buscar,
al límite ya de mi cordura,
me escondo yo, me tapo, me atrinchero.
Y, en el suelo,
con el frío de las baldosas en los riñones,
me encuentro.

Me encuentro cucaracha o bichejo similar
pero me encuentro.

Algo es algo.

miércoles, 4 de octubre de 2006

El atasco

Vivir en Madrid y tener que aguantar dos o tres días por semana el atasco de entrada, manda güevos. Para consolarme pienso que yo soy así, que éstas son mis circunstancias, que qué le voy a hacer. Cuando acaban las hormiguitas de M80 me pongo Siglo XXI de Radio 3. Otros días, muchos, esquivo el maldito atasco yendo a nadar a la piscina de Las Rozas, haciendo la compra en un Caprabo de Majadahonda que tiene a esas horas muy poca clientela y mucha guasa en las cajeras, o dando una cabezadita en un pinar de El Pinar (para que lo voy a negar).

Hoy me he armado de paciencia y he tirado palante. Al lado, un BMW descomunal con una mujer madura, rubia de un rubio caro pero falso. Hemos coincidido en varias paradas entre los kilómetros 22 y 18. ¿Qué irá escuchando esta mujer? ¿A Mahler o a Losantos? He mirado a sus lucecitas del equipo de sonido pero iban apagadas. A ver cuántas llamadas de móvil atiende. Si hace más de tres en el rato que vamos juntos, gano y me compro un donut al llegar al barrio. Si hace menos, pierdo y me compro dos (para compensar la desazón del fracaso). Tampoco usa el móvil. Vaya, qué poco juego das, bonita.

Lleva unas gafas de sol muy oscuras y no mueve la vista del frente. Como me ha estropeado mis dos juegos favoritos que son el de adivinar la emisora y el de contar las llamadas, pruebo el tercero, que es a ver si consigo que me mire. No vale chocar ni tocar el claxon. Nada. Qué tipa tan dura, no mueve la mirada del frente, ni se atusa el pelo, ni coquetea con el espejo... ¿Será autista? ¿Será Legionaria de Cristo?

No me rindo, y la miro fijamente cada vez que estoy a su lado, descaradamente, para provocar que se gire y ganar mi autoapuesta. En un momento dado, un pedazo de lagrimón le cae por debajo de las gafas de sol. Puedo verlo perfectamente desde mi coche. Denso como silicona alcanza la barbilla moviéndose con pesadez. Ella sigue impertérrita, sin mover la cabeza. Al poco tiempo, otra lágrima. Ésta corre más deprisa porque usa el camino que abrió la anterior. Y esta vez la mujer se pasa la mano haciéndose un buen estropicio en el maquillaje.

Apago la radio.

A mí estas cosas me afectan, soy muy sensible y muy empático. Además es demasiado temprano. Cada cuatro líneas discontínuas coincidimos. No puedo dejar de observarla. Miro a ver si el coche tiene algún rayajo y es por eso por lo que llora. Miro a ver si lleva alguna pegatina de una universidad extranjera, un hijo estudiando fuera... Miro buscando algún peluche, un hijo pequeño: los hijos dan muchos disgustos... No sé, algo. Tampoco lleva el casco blanco de los arquitectos, así que descarto que se le haya caído un edificio el día antes de su inauguración. Lleva un portátil en el asiento del copiloto, ahí va a estar la solución. O quizá no.

En el kilómetro 17,600 me mira y los dos nos damos cuenta de que yo también estoy llorando. Mi fuero interno -departamento de sensatez- emite una profunda y airada queja: "Tú estás gilipollas o qué. Quién te manda a ti mirar a la gente llorar en la autopista. Es imposible que adivines qué le pasa a esa mujer, absolutamente imposible, y sobre todo... ya no tienes edad para estas estupideces. ¿Se te ha ido la olla?. Te estás rayando, tron". Como habéis podido comprobar mi fuero interno -departamento de sensatez- maneja un estilo literario directo, coloquial y muy alejado de formalismos. ¿Y el tuyo? Le doy la razón inmediatamente e intento enmendar esta tontería de congoja pero no puedo, no puedo contener el hipo. La mujer se ha sorprendido al verme los ojos rojos y le ha venido un acceso de risa, le sale esa mueca rarísima de cuando lloras y te ríes que parece que se te va a romper algún músculo porque no estamos preparados de fábrica para esta contradicción facial. Los dos volvemos la cabeza hacia otros coches en plan "¡no nos estará viendo nadie!". Sorpresa: el de mi izquierda también está llorando. Y los otros tres que van detrás de él, también, lo sé porque el carril ha avanzado y les he visto pasar.

¿Será la contaminación? ¿Un gas que se ha escapado de una central química? ¿Un accidente de la afectividad? ¿Un derrumbamiento moral? Ya me estoy imaginando el titular de mañana en los periódicos: Pucheros en la A6.

En la siguiente retención bajo la ventanilla:

--¿Qué le pasa, señora?
--Que me deprime el atasco ¿y a usted?
--A mí... yo es por usted, es llanto solidario ¿No tendrá un clines?
-Sí, arrímate y te lo echo por la ventanilla.
-¿Y éstos? van todos llorando.
-Eso no lo sé, con lo mío tengo bastante.
-Es verdad.

Estoy tentado de invitarla a una manzanilla en la próxima gasolinera, preguntarle por el hijo que estudia fuera, por el último edificio que ha construido o... pero me callo. Al fin y al cabo no tenemos confianza. La justa de haber llorado un rato juntos en la A6. No quiero que piense de mí que soy el típico ligón de autopista que aprovecha la más mínima para arrimarse y pedir el teléfono.

Hemos alcanzado el desvío de la M40 y aquí el tráfico se hace más ligero.

Hoy voy por Moncloa.

Barruntando las cosas que tenemos los humanos. Tan peculiares, tan inaccesibles, tan ignotas, tan sorprendentes. Y así, a lo tonto, atravieso la Ciudad Universitaria y enfilo hacia Reina Victoria. He vuelto a Siglo XXI. El buzón de voz. Una oyente se despacha a gusto contra un incauto que llamó ayer para decir que él se iba de putas porque era feo.

Ya he llegado a mi barrio y pienso en las vicisitudes de la rubia madura, en las de la oyente y en las del feo. Pero prefiero dejarlas dentro del coche, no subirlas a casa. Cierro con el mando. Pi Pi.

Hace un día muy bonito, pero vivir en Madrid y tener que aguantar dos o tres días por semana el atasco de entrada... esto desequilibra a cualquiera.

martes, 3 de octubre de 2006

Mi profa de piano

Ya sé que "profa" no es muy correcto. Pero, mira, me da igual, a mí me gusta.

Hoy he empezado el nuevo curso.

Le he contado más o menos por dónde andaba, qué era lo que me daba miedo, qué deseaba, cuáles eran mis aspiraciones y cuáles mis frustraciones.

-No tengo ningún problema en ser un burro pero ponme la zanahoria cerca que si no sufro mucho.

Se ha reído. Empezamos bien.

Luego hemos tocado Autumn Leaves probando distintas secuencias rítmicas. Después ha venido Cole Porter y su manera de conducir las voces: I´ve got you under my skin.

-Elige un tema para el lunes que viene, uno que no hayas tocado nunca.

-¿Foggy Day?

-Vale

Antes de despedirse me ha contado un chiste, no verde, claramente obsceno. Muy gracioso, eso sí.

La música y la vida no son cosas muy distintas para mí, por eso un profe (una profa en este caso) de música es una especie de gurú que cuenta chistes gruesos y se preocupa por cómo y dónde pones las manos. Os dejo, que tengo que enfrentarme a Foggy Day.

lunes, 2 de octubre de 2006

Click




No son tantos los momentos en que te partes el pecho de risa, te duele el estómago, te haces pis... Dime: ¿cuándo fue el último?

No son tantas las ocasiones en que un espectáculo te conmueve profundamente y se te queda grabado en la memoria durante años. Dime: ¿cuál fue el último?

Hablamos y hablamos y hablamos, pero... ¿cuándo fue la última vez que pensaste que una conversación era emocionante, vibrante y significativa?

A nuestra edad (ni idea de cuál es nuestra edad) el que más y el que menos ha pasado la noche con unas cuantas personas pero ¿cuántas veces he disfrutado esa certeza de que al abrazar abrazaba mi propia alma, que no había otro lugar en el mundo donde pudiera estar mejor, que esa caricia que pintaba en la piel del otro me daba la vida?

Te cruzas con mucha gente.
Unos te hacen click.
La mayoría no.

Pues de los que hacen click no hay que dejar pasar a ninguno.
Porque, de ésos que hacen click como la piedra del mechero, la inmensa mayoría son chispas y poco más, pero alguno enciende una llamita.

Una llamita con la que reír, temblar de emoción, dejar escapar una lagrimilla o simplemente charlar intensamente.

A estas alturas ya sé que nada ni nadie me mantendrá ardiendo para siempre (uf, qué tedioso) pero no puedo permitirme el lujo de dejar pasar ni a uno sólo de los que puedan chamuscarme un rato.

Vaya, qué raros somos.

..

viernes, 29 de septiembre de 2006

¡¡Abrazos Gratis!!

Sabéis que es muy raro que pongamos links, e invitemos a ver cositas graciosas en internet.

Pero hoy vamos a hacer una excepción. A ésta le han dado el Óscar. Bueno, un Óscar.

http://www.youtube.com/watch?v=vr3x_RRJdd4

jueves, 28 de septiembre de 2006

Una frase...

Hay días, hay momentos en los que una frase cualquiera dicha por alguien se te clava. Y te revuelves y sueltas un manotazo y le cae a quien lo ha dicho o a otro que pasaba por allí.

Y no tiene que ver con el día, ni con el momento, ni con la frase ni con quien la dijo. Se te clava y entonces saltas y sueltas un zarpazo. O dos.

O en vez de dispararte te lo aguantas, aprietas los dientes y entonces es como si se te sembrara dentro una maldad, una fealdad o una pena que más tarde o más temprano reventará. Casi es peor.

Una de esas frases te puede desorganizar un día entero. De repente te vacías y en la pantalla pone Game Over -- Insert Coin y tú no tienes moneda alguna para echar. Empiezas a darle vueltas.

Aunque Xnem diga que soy cáncer, soy león. Será por eso que cuando me cruzo con una de ésas frases - o miradas- busco un rincón de la jaula y me tumbo al sol. A lamerme, a rugir. Hasta que se me pase.

Keep out, do not feed the animals.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

Algo falla

Algo falla cuando tienes más libros de los que puedes leer,
más zapatos de los que puedes gastar,
más deseos de los que te caben en la boca.

Algo falla cuando tienes menos horas de las que necesitas,
dos juegos de sábanas,
un cuerpo sólo para gastarlas.

Algo falla cuando te falta tiempo para dormir,
tiempo para perderlo, tiempo para cantarlo.
Te falta y te sobra compañía.
Digamos que te sobran acordes,
te falta melodía.

Tienes más calcetines divorciados que en pareja.
Muchos sacapuntas y pocos lápices.
Algo falla si tienes demasiadas camisetas negras.

Algo falla cuando miras el vaso y ves tres cepillos.
Algo pasa cuando ninguno de los tres es mío.
Para qué quieres 28 letras si solo tienes diez dedos.

Aborrezco las persianas, las viseras,
las manías que no son mías.

Te duelen los riñones de esperar, de dormir solo,
de no tener a quien contarle
que te gustan las rayas de la carretera cuando sales de viaje.
que algo falla cuando tienes más libros de los que podrás leer,
más zapatos de los que podrás gastar,
más deseos de los que te caben en la boca.

lunes, 25 de septiembre de 2006

Pensamiento

Sentado en la cocina con una pila de platos sucios esperándome. Miro el hueco que dejó el lavavajillas (no me tocó en el reparto) y pienso en las ausencias, las cooperaciones, las complicidades y en la existencia en general. Tengo tendencia a pensar que me vendría bien, un lavaplatos, y más en estos momentos en que el fregadero rebosa pero...

He tenido en la vida épocas de lavavajillas y épocas de Fairy. Y pienso que, aunque me ha resultado cómodo cuando ha estado, nuestra relación nunca incluyó el cariño en ninguna de sus formas. Aquí lo digo y lo señalo: nunca me encariñé con el lavavajillas. Y eso que soy de los que apuran el cepillo de dientes hasta que deja de ser rocabili para hacerse punki, y muy punki. Y luego busco uno del mismo color por puro romanticismo. Tardo años en tirar una camiseta deshilachada y con los colores desvaídos. Me apiado de una batidora que no siempre gira y mantengo largas conversaciones con la lavadora. Pero el lavavajillas. Eso de que no se vea lo que pasa dentro me escama... no es fácil confiar en un lavaplatos. Además les huele el aliento. Y los vasos, que entran sucios y relucientes, salen después límpios pero rayados y sin fulgor. Es como si además de quitarles la grasa los regañara. Os habéis fijado lo quietos que se quedan los platos al acabar el aclarado, no es por respeto, es por miedo.

Así que mira, hoy agarro el estropajo lo unto de Fairy limón y conecto el telediario -el telediario es como la niu-eich: soso, poco enjundioso, pero apropiado para fregar- Me va a quedar como una patena.

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...