viernes, 30 de noviembre de 2007

El Payaso

El payaso no es de sufrir. Lo tiene claro. Ni de aburrirse, ni de agachar la cabeza. Puede que de vez en cuando baje a algún pozo oscuro. Por bajar. Por volver renovado. Por tener algo que contar o para -como dice mi amiga ucraniana- disfrutar mucho más por comparación. El payaso es inequívocamente hedonista y disfrutón. Y no crean que es por vicio, es por necesidad.

La bailarina le ha dicho que son incompatibles. Porque ella es seria y él guasón. Porque ella tiene el alma densa y a él se le escapa por la boca el corazón. Porque ella es reservada y él es vino de una cosecha menor.

-No te das cuenta Charlie, sólo hay que mirarnos los pies para darse cuenta de que esto no tiene ningún futuro: tú, esos zapatones y yo, de puntillas. No es sólo que no te quiera, es que no puede ser.

El payaso aprieta la flor y salpica a la bailarina. A ella le hace gracia y ríe.

El payaso llora a través de la flor de plástico que lleva en la solapa. Así ahorra emoción e impide que se le corra el maquillaje.

Pero el payaso es disfrutón, no puede evitar pensar que el mundo es un vaso medio lleno, las calles son sólo cuadrículas si no están llenas de bromas, la gente es una colección de caras llenas de chistes, y una cama es un desierto si no está llena de besos.

-Tú eres un romántico crónico, dijo la bailarina.

Y lo dijo como si fuera una enfermedad desagradable.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Margaritas

Corté las margaritas y las puse en un jarrón. Amarillas, muy amarillas. Supongo que son también ecológicas y mías. Bueno, digo mías porque han nacido en mis territorios (léase macetas) pero ser, lo que se dice ser, deben ser del cielo, de la tierra, de ellas mismas. Me gusta verlas tan amarillas -hijas de algún sol- y tan suyas -orgullosas y lozanas.

No soy muy bueno haciendo ramos. No sé si es ortodoxo mezclar margaritas blancas de tienda con un clavel que le regalaron a C., con una flor rara que viene de Canarias, y con las margaritas amarillas de mi cosecha. No lo sé, pero me gusta ver el batiburrillo mientras tomo un café con M.

Qué gusto da charlar con un alma más o menos gemela. De la piel, de los abrazos, de los cariños. De cuando los hay a granel y también de cuando nos los racionan. De cuando hay que mendigarlos,. Está feo mendigar abrazos, está feo porque se arruga el alma como se arrugan los dedos cuando pasas mucho rato en la bañera. Supongo que también está feo racionarlos, también se arruga el alma.

Blablablá, blablablá... qué gusto da reírse y compartir y disfrutar de la ficción de que no estamos solos. Que no nacimos solos, ni moriremos solos, que siempre habrá un ángel. Qué mentira tan hermosa. Vale más que muchas verdades.

Como mis margaritas o, mejor dicho, como esas margaritas amarillas que son de ellas mismas, hijas de un sol o de varios, que nos miran desde el jarrón mientras hablamos.

domingo, 25 de noviembre de 2007

El dar

A priori parece razonable que es mejor recibir que dar. Pero no está tan claro. Tiene el dar una gran ventaja frente al recibir y es que quien da elige cuánto, cómo, dónde... hasta cuándo. Mientras que quien recibe está a expensas de quien le da.

Sin entrar en muchos detalles se puede entender que quien da, tiene. Y más tiene cuanto más da. Pero quien recibe tiene... una carencia. Y más grande se hace ésta cuanto más recibe.

Porque si en algo se parecen el dar y el recibir es que el recibir no tiene fondo. Y el dar tampoco.

sábado, 24 de noviembre de 2007

La tristeza

La tristeza es un lujo, y como tal debería pagar impuestos.
Debería pagar un impuesto elevadísimo.
Además sería el único impuesto realmente progresivo y redistributivo, porque la tristeza es cosa de gente acomodada.

Hay más tristes en Basilea que en Camerún, eso está demostrado estadísticamente. Los etíopes hambrientos no se cuelgan de las acacias, ni se autoflagelan pensando en lo cruel de su destino y su condición. Todo lo contrario, en cuanto comen un poco de sopa ya están bailando y saltando y haciendo el amor. No encontrarás un lánguido en las calles de Delhi. En cambio Sir Joseph Hamilton está hoy pesaroso porque han bajado las acciones y se le ha estropeado el Bentley. Tendría que aparecérsele un ángel justiciero y meterle el Bentley por el culo. Pieza por pieza. Los que vienen en los cayucos no se desesperan. ¿Saben por qué? Porque es obligatorio vivir, es un regalo vivir y quien lo desprecia debería pagar por ello.

No estoy hablando de la depresión como enfermedad (aunque me temo que está más extendida en el primer mundo).

Cuando mi madre tenía 38 años le diagnosticaron un cáncer. Tenía también dos hijos. Los días que tenía quimio la veíamos correr al baño a vomitar, capeaba el temporal abrigada en un sillón mirando por la ventana. Al día siguiente iba a trabajar. Nunca escuché a mi madre quejarse por estar enferma, ni se lamentaba al ir empeorando. La recuerdo paseando por la casa los últimos días, maltrecha, pero observando los pequeños detalles con deleite, los adornos, las fotografías... era como si se hubiera tomado un tripi y estuviera descubriendo esos objetos, maravillosos a sus ojos. Se despidió una mañana: adiós, hijo. Con dignidad y cariño: cómo me entere de que desperdicias tu vida llorando por las esquinas vengo y te corro a escobazos. No lo dijo pero como si lo hubiera dicho.

Muriendo mi madre yo contraje la obligación moral de ser feliz, de disfrutar de cada segundo, de exprimir cada instante... Qué acto de soberbia, qué ingratitud tan grande es regodearse en la tristeza, declararse triste de nacimiento o de adopción, qué rechazo me produce en la gente el no saber valorar el sol, la luna, la hierba... simplemente el hecho de tener un hijo y poder verlo crecer tendría que hacernos dar saltos de alegría.

Me acerco a la cama de C. y siento su calor, su respiración pausada, y me parece que si tengo un deber con ella es el de perseguir la felicidad sin descanso. Por mí, para ella. Para que lo vea y lo imite. Y no dar tregua a la pena.

Y si la inteligencia no sirve al fin supremo de ser feliz, pues vaya mierda de inteligencia. Y a todos los intelectuales quejosos y pesimistas, que les den, ya de paso.

Viví con una mujer que cada día al levantarse miraba al cielo, y si estaba gris, se quejaba. Y se ponía de mal humor. La primera semana pensé que era un gesto de distinción, la segunda que se aburría, la tercera que era tonta por comportarse así.

Está bien vista socialmente la queja, da mucho caché el decir que la ópera era mala, los canapés son malos, el vino es malo y la música de la fiesta aburrida. En cambio a mí me parecen gestos ordinarios y vulgares.

Tengo un amigo profesor en la universidad que me trata como si yo fuera un capullo por reírme, sonreír y disfrutar de pequeñas tonterías y me intenta convencer de que con un buen trabajo, tres hijos estupendos y un montón de gente alrededor que le quiere, no puede ilusionarse. Parecerá exquisito y sofisticado pero yo creo que es un poco tonto. Tonto, sí, tonto. Todo porque no viene una princesa azul a salvarle en su caballo blanco... joder, a estas alturas.

Que lo veas de otro color,
que tú eliges,
que si no te curras eso, todo lo demás no sirve,
que no te viene impuesto de fuera,
que nadie tiene la culpa, ni lo puede arreglar,
que permitas de una vez que alguna de las opciones que te ofrece la vida sea la buena en vez de ponerle peros a todas...

...y me mira como si yo fuera marciano o estuviera loco. Le daba así...

viernes, 23 de noviembre de 2007

jueves, 22 de noviembre de 2007

Payasos

Me cuenta mi amiga ucraniana que hay un cuento en su país sobre los payasos. Como yo. Y es que eso de que son gente triste es una falacia. Los payasos lo que tienen es que de tanto maquillarse y desmaquillarse, y también por el tamaño de los zapatos, se les bloquean los lacrimales, no les salen las lágrimas como al resto de la gente. Pero como son gente alegre tienen muy poca necesidad. Eso sí, a veces...

En esos momentos el payaso se pinta una lágrima sobre su maquillaje blanco, minúscula. Y consigue de esa manera -como si fuera una acupuntura (acu-pintura)- llorar discretamente sin que se le corran los colores de la cara. Para dentro. Y se desahoga igual que los que lo hacen a moco tendido.

Y creo que es verdad, que le voy a proponer al Colegio Oficial de Payasos una resolución que diga eso, que los payasos lloramos poco y cuando lo hacemos son lágrimas muy pequeñas, de tinta (perdón, de pintura), y muchas veces, incluso, sirven para que se rían los demás.

Me sonrío, para fuera, le beso otra vez la nuca ligeramente eslava y me asombro de lo bien que voy entendiendo el ucraniano.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Momento


Palabras
.

De qué poco me sirven para contar lo que siento.

Un tapón.

Piedra.

Papel.

Tijera.

Quién dijo mariposas, culebras es lo que tengo en el estómago.

Pasé la noche contando el ir y venir de su aliento.

martes, 20 de noviembre de 2007

Llueve

Llueve en Madrid, a cántaros.

El cielo, en cambio, luce azul.

Nadie me pidió que me quitara el caparazón y las púas. Lo hice yo porque quise.

Porque se me estaba quedando blanco y blandengue el cuerpo de no exponerlo. Al sol. A todos los soles. Me gusta "blandengue", creo que nunca había escrito "blandengue". Si no viniera de "blando" perfectamente podría venir del Congo. Blandengue. Vengo blandengue, mandinga, blandengue bongo.

Llueve en Madrid, a cántaros.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Llámame

Llámame para reír, para volar, para coger la vida por los cuernos. Llámame para inventar, para escribir, para cambiar. Llámame para vestirnos de colores y desnudar al sol nuestros cuerpos.

Pero no me llames para pensar, ni para ir de tapas a bares de tristezas. No me llames para ir a entierros, ni para velar, ni para esperar, ni para dar lo viejo por cierto, ni para guardar.

Llámame para gastar.

No me llames para mirar cielos grises. No me llames, por favor, para que te acompañe en el negro.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Por eso no miro

Hay noches malas hasta para los taxistas.
Hay veces que mejor no respirar.
Hay alturas que dan miedo a la trapecista.
Hay finales que no sabes cómo empezar.

De tanto asomarme a sus temores,
de tanto ser feliz sin su permiso,
de tanto morir por abrazarla
y darle duchas frías al deseo...
...se me han constipado las ilusiones,
se me han desparejado los calcetines,
se me ha perdido el dos de corazones,
viendo cicatrizar esas esperas.

Hay veces que mejor no preguntar,
hay otras que al fondo no hay sitio,
hay que joderse, cómo duelen las ausencias.
No quiero ver que estás mal, por eso no miro.

sábado, 17 de noviembre de 2007

De noche

Se escucha algún coche a lo lejos,
algún camión de la basura.
Algún hombre que no puede dormir
y pasea al perro.

Se escucha alguna ola,
alguna cascada,
alguna rama crujir.
Se escuchan animales heridos,
un pastor.
Se escucha algún ronquido.
Se escucha un tiempo mejor.
Se escucha tu nombre.

Se escuchan tus perfumes,
tus silencios,
tus timideces,
tus redondeces, tus suspiros...
Se escucha el asfalto,
se escuchan los grifos,
se escucha el latido desacompasado
de mi corazón.

Se escucha girar mi disco
cada día menos duro.
Se escucha algún hueso temblar,
a los lobos pedir una tregua.

Se escuchan el mañana
y el ayer
y una canción de Bob Dylan.
Una canción bastante nueva
que no sé cómo se llama.

Se escucha un gemido
decido que es de placer.

Se escucha a la luna
gritar desconsolada.

Se escucha el declive de la ciudad.
Se escucha un deseo eclosionar.
Se escucha a los guardas de seguridad
con sus plei-esteisions.

Se escucha un violín bastante afinado.
Se escucha a un policía abatido y a un yonqui recién colocado.
Se me escucha a mí frotar el boli con el papel,
se me escucha recién desubicado.

Se escuchan en esta noche tantas cosas
que no puedo soportar este silencio.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Raro

--Qué raro ¿verdad?
--...
--No sé, todo.

Tengo una intolerancia fisiológica a la tristeza. A la tristeza sostenida. Cuando la sufro acabo por tener convulsiones, estertores... cuando la presencio acabo por padecerla en mis propias carnes. Me contagio.

¿Es tan difícil disfrutar el instante, el hoy? Paso de vivir repensando a dónde me lleva cada maldito paso. Paso. Paso de intentar averiguar dónde estaré mañana, las consecuencias de cada decisión, prefiero sentir el pie apoyarse, el avance, el gusto que da en cada curva encontrar un nuevo paisaje. Los rayos de sol en el semblante.

Me meto en trascendencias que no me van, ni me sirven, ni me excitan, ni me llevan a ninguna parte. No son mías las trascendencias, me cargan, me apabullan, me salen agujetas de ponerme tan sesudo.

Hace tiempo pude constatar que esta vida es muy corta, muy muy corta.
Puede uno dedicarse a analizarla o a vivirla pero no da tiempo a las dos cosas.
Yo elegí vivirla. Aunque me tenga que pelear cada día con una tendencia aprendida o heredada a descifrarla.




--Pero ¿qué diablos tienes que entender? Es raro, sí, ¿y qué pasa?
--No sé. Todo.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Al cine

Quedo con mi amiga ucraniana y me lleva a ver una película subida de tono. Yo diría que muy subida de tono. Me sorprende la elección de la temática pero lo atribuyo a la especificidad cultural.

El cine en cuestión es muy muy viejo, y bastante frío. La calefacción está al 1 o al 2, supongo que así intenta la empresa compensar térmicamente la pantalla. Pero el exceso de gorros de piel hace que no se puedan leer bien los subtítulos.

Hay en la sala bastantes inmigranes más. Durante la proyección mi amiga no me toca en ningún momento, supongo que -llevada del estereotipo del hombre latino- piensa que si lo hace podría desencadenarme una tormenta quimica interior que me hiciera abalanzarme sobre ella y rodar juntos por el estrecho pasillo y no quiere montar un numerito. Yo me muestro bastante distante por 3 razones a saber: la primera, romper el mito del hombre latino, la segunda, complacerla, y la tercera, el pasillo es muy estrecho y podríamos hacernos daño en los riñones. En cualquier caso lo que pasa en las escenas que se proyectan no resulta tan excitante como los magreos que se están pegando los demás asistentes. Estoy tentado de señalarle que estamos dando el cante por ser los únicos que no se meten mano pero no lo digo para que no piense que la acoso.

Pero no puedo evitar cierta tensión sexual en algunos pasajes y le rozo ligeramente la costura del vaquero con mi meñique. Ella no acusa recibo.

Al salir del cine sonríe. Ampliamente. Muy ampliamente. Tanto que me lleva a pensar si no habrá disfrutado de unos cuantos orgasmos ella sola sin decirme nada durante la película. Me alegro por su hipotética buena salud sexual y me pongo los guantes.

A la salida nos encontramos con otros inmigrantes y ella habla con ellos. Por como la tratan deduzco que -entre las fruteras ucranianas- mi amiga disfruta de cierto estatus. Me congratulo sin vehemencia. No me presenta. Yo no tengo especial interés en hablar con ellos (soy muy tímido y no domino el idioma) pero noto que la falta de presentaciones me da más misterio, y aumenta el interés general en averiguar la identidad del tipo con la cara pintada y nariz redonda y roja que acompaña a la vendedora. Unas chicas al fondo comentan entre susurros: "vladivaski, vladivasky" no digo más.

Me lleva a un bar típicamente ucraniano donde nos ponen el típico pincho de tortilla frío de final del día (típico español) que yo me como diciendo que está riquísimo.

Me lleva a tomar unos vodkas, pero el frío del cine me ha calado hasta los huesos y no consigo estabilizarme. Ella sí. Al tercero, se le han puesto las orejas rojas.

Al hecho de que cada uno no hable el idioma del otro se une que la música está muy alta, esto hace imposible la comunicación verbal. Intento la otra y le toco con el meñique la costura del pantalón. Se abalanza sobre mí como si le hubiera apretado su on sexual secreto y me besa apasionadamente. Podría jurar que lo que encuentro dentro de su boca es una lengua.

Me saca del local y me lleva a su apartamento (que está bastante cerca) dos paradas y media de metro.

El apartamento de mi amiga ucraniana es pequeño (como suelen ser los de los inmigranes) y eminentemente blanco. Supongo que ha elegido esta decoración para que le recuerde los campos nevados de su tierra natal.

Me gusta ese blanco.

También me gusta el ucraniano como lengua.

Me gusta ella.

Pero el agua de la ducha está muy fría.

Mucho.

Supongo que es para que le recuerde su tierra natal.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Si soplas...




Si soplas me caigo.

Te lo advierto. Aunque me veas grande. Si soplas me caigo.

Hoy, justamente hoy.

No hago un drama, está bien ser de paja de vez en cuando. De papel. Ser un cuento y poco mas, de tal manera que si soplas: me caigo.

El payaso tenía la estúpida manía de enamorarse de quien no le quería. "Amores imposibles los justos --le dijo el domador-- muerde más fuerte la pena que los leones". El domador era un tipo lleno de cicatrices, se había pasado la vida enamorándose de quien no debía, por eso sabia de qué hablaba. Por eso había que hacerle caso.

Me miro en el espejo y me pinto la cara de clown. Una sonrisa inmensa, una nariz roja y redonda, pelo naranja, los ojos blancos y grandes. Añado el detalle de una lágrima minúscula. Porque si la pinto consigo evitar que me salga. Si la pinto la conjuro. Por eso la pinto. Por eso, antes de salir a la pista, escribo esto. Si lo escribo lo conjuro.

Tomo dos piedras del suelo junto al carromato. Las meto en los bolsillos. Creo que así conseguiré impedirlo. Porque hoy, si soplas, me caigo.

martes, 13 de noviembre de 2007

9 de la mañana

Buenos días, malas hierbas.

Estoy contento de tener un paraíso o 2 aquí en la Tierra.

De ser como soy (más o menos)

Más o menos como soy y más o menos contento.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Decir o no decir (y II)

Llego tarde a una comida con amigos porque he estado pidiéndole matrimonio a una chica.

Con lo cual contradigo el post anterior.

Espero que me perdonéis, pero era un caso de vida o muerte. Vida y muerte mías, que nadie se asuste.

Además lo he hecho por SMS.

Con lo cual contradigo un post anterior en el que reprobaba el uso de la mensajería instantánea para pedir matrimonio porque me parecía cutre.

Puestos a contradecir, también he contradecido o contradicho mis principios fundamentales ofreciéndole tenencia de mascota, que para mí ya es ofrecer, concretamente perro.

He utilizado la fórmula tradicional de "pienso que puedo ser un buen marido para tus hijos y un buen padre para ti" porque era la que más se ajustaba a mi sentir, pero pudiera ser que los nervios me hubieran jugado alguna mala pasada.

Me he dado cuenta hace bien poco de que la adoro. La adoro con las cinco letras la a, la d, las dos oes y la erre. Yo si no adoro con las cinco letras no adoro, eso es verdad. También la adoro con las cinco letras de mi propio nombre, que son todas distintas y también entre ellas hay una erre.

No la veía muy convencida y le he propueso usar de testigo de esta petición al oso Yogui por ser un personaje común de nuestras infancias que aúna el amor por la naturaleza, con cierta picardía inofensiva. El oso Yogui lleva corbata y eso le hace apto para este tipo de celebraciones, no pasa lo mismo con Speedy González, por ejemplo. Ahí, tenéis que reconocerlo: he estado fino.

El cuscús está muy rico pero no me entero mucho de lo que se habla en la comida de mis amigos porque no me ha contestado. Eso, sin producirme grandes dolores, si que me genera cierta incertidumbre. Normal, digo yo. Los otros comensales acusan la falta de concentración que resta mucho brillo a mis comentarios otrora jocosos.

Se dedica a la fruta, sólo a la dulce. Su especialidad son las mandarinas. Y según la numerología, las uniones sentimentales de payaso y frutera pueden dar mucho de sí.

Sí, mandarinas.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Decir o no decir (I)

A veces uno tiene sentimientos y algo le dice que no debe expresarlos.

Expresarlos del verbo contarlos y expresarlos del verbo vivirlos.

No se sabe si la voz es la de la cordura o la más cabrona, la del miedo.

Pero en cualquier caso no conviene darles mucha bola, ni alargar la situación.

Escriba usted esos sentimientos, métalos en una botella y déjela en el río.

Si quiere imagine que llegan a una playa y alguien los recibe pero lo más probable es que se rompan contre la primera piedra.

Y ahora, si quiere busque más, o déjese de una vez de tanto sentimiento y hágase prágmatico. Le irá mejor.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Ucraniano

Me despierto, ya entra la luz por la ventana. Tierna todavía.

Y empiezan a caer sobre mí las gotitas que son recuerdos, sensaciones e ideas.

Se hacen catarata que empapa y golpea. ¡Vaya manera de despertar! Con la habitación completamente desordenada (e inundada) me levanto y escucho las voces de los que no están: niños, mayores... huelo el café y las tostadas que nadie ha hecho. Está el hotel en temporada baja, es normal que no se oiga nada.

En el espejo el mismo tonto sonriente. A veces la sonrisa es límpida y otras sarcástica. Esto depende de si la catarata era de río de montaña o de aguas fecales.

Me consta que Madrid me espera -una parte- así que me ducho, me repaso la barba y, antes de salir a la carrera, le pongo agua a mis plantitas: ellas también me necesitan.

Ella habla un ucraniano perfecto, yo le entiendo algunas cosas.
Un castellano indescifrable si no le estás viendo los ojos.
Tiene una melena rubia cortita que deja al aire una nuca ligeramente eslava.

-¿Cómo se dice en ucraniano "te quiero"?
-"Te daré mandarina al amanecer" ¿Por qué lo preguntas?
- No, por nada.

Joder con el ucraniano.

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...