lunes, 24 de noviembre de 2008

La tortilla


Domingo, 8 de la tarde. Preparo una tortilla de patata para cenar.

Primero pelar las patatas y cortarlas en láminas. Freírlas en aceite caliente y tapar. Batir unos cuantos huevos y reservar. Cuando las patatas están doradas. Algunas se tuestan de más, otras quedan tiernas. Esto, lejos de ser un defecto amplía el repertorio de sabores y texturas que ofrece la tortilla haciéndola mucho más interesante.

Una vez que las patatas alcanzan el punto deseado (en esto, como en todo, hay distintos gustos) se aparta la sartén y se sacan, escurriéndolas para que arrastren la mínima cantidad de aceite. Se mezclan con los huevos batidos. Aquí hay gente que prefiere despachurrar y otros que optan por que las patatas queden más enteras. Yo, por mi parte, tengo días.

Se pone un chorrito de aceite en la sartén y se espera a que se caliente. En ese momento se vierte la masa de huevo y patata y se distribuye por la sartén de forma uniforme.

Hasta aquí todo es muy sencillo, hay que tomar algunas decisiones, pero son de calado menor.

En cambio la tortilla, en un momento determinado de su elaboración, nos enfrenta a un dilema existencial agudo, y la manera en que lo abordemos dice mucho de nosotros, y de cómo lo resolvamos depende si nos quemamos o no, de si la tortilla sale redonda o se estropea.

Éste es el momento de darle la vuelta.

Factor tiempo: Si lo haces tarde se quema. Si lo haces pronto no está cuajada y tendrás que corregir. No es fácil saber cómo está por abajo una tortilla.

Factor psicomotriz: Si el movimiento de giro no lo haces rápido y con decisión el aceite puede escurrir y te puedes quemar una de las dos muñecas (la de abajo). Puede ocurrir que te quedes a medias y no sujetes bien plato y sartén: se te va a caer todo.

Para mí el instante previo a ese giro es de un vértigo existencial grandísimo. Porque se me pasan por la cabeza todos esos momentos de mi vida en los que por falta de decisión o exceso de miedo me he cargado la tortilla. Las vidas, como las tortillas, nos piden en determinados puntos que les demos la vuelta y de cómo lo hagamos depende el resultado. No es una maniobra compleja, pero a veces se complica. A lo tonto.

Y así termina el programa de cocina de hoy.

El próximo día hablaremos de la lentejas. Ya saben lo que dice el refrán popular: "Hay lentejas: si quieres las tomas, si no, las dejas. Pero mientras te decides no me marees"

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