miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cruces, penas y besos


Va a cruzar. Mira hacia un lado, mira hacia el otro. Vuelve a mirar. Vuelve a remirar. Lo hace para asegurarse de que no vienen coches. Incluso mientras cruza apresurada vuelve los ojos a uno y otro lado.

La vida es un autobús invisible que te arrolla. Sin previo aviso. Sin preguntar. Y no hay manera de adivinar por qué lado viene, por mucho que mires. Y nunca sabes en qué paso de cebra te va a aplastar.

La vida a veces es unos labios dulces que te calientan el alma y echan luz en esa habitación lúgubre. Y tampoco avisa de cuándo va a dejar de ser bruja para convertirse en hada. Y no hay manera de adivinar sus intenciones. Por mucho que nos empeñemos.

Todo el talento y todo el esfuerzo nos pueden servir para acabar una carrera, conseguir un curro, pagar unas facturas, apuntarnos a un gimnasio... y poco más. Las cosas importantes, que como todo el mundo sabe son dos (mojarse con el chirimiri del amor y esquivar el aguacero de la muerte) no están a nuestro alcance. En buscar el amor y evitar la muerte no hay nada, de verdad que nada, en lo que nuestra razón pueda ayudarnos.

Si vienen besos que no se me escape ninguno,
si vienen penas, que escuezan poco.

Ya ha llegado al otro lado. Se sonríe sin mirar atrás. Mañana, otra vez, dudas nuevas en el mismo cruce.

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