Salgo del cine de ver una película francesa.
Llevaba un tiempo que no iba a ver películas francesas porque estaba cansado del rollo del anticuario cuarentón que conoce a una chica de 30 con una innfancia problemática -pero no mucho- que ahora trabaja en una galería de arte y ambos se entrelazan en una historia de una gran intensidad metafísica en la que pronto se pone de manifiesto la incapacidad de ambos para alcanzar alguna forma de felicidad a pesar de contar con un nivel intelectual altísimo. Puaj. Para vomitar. Los franceses se toman muy en serio a si mismos y se les estaba atragantando la grandeur.
La de hoy me ha sorprendido porque tenía presentación, nudo y desenlace, una estructura narrativa tan clásica como eficaz. ¡¡¡¡¡Había una historia!!!!! Parece como si a los cineastas franceses durante muchos años les hubiera parecido horrorosamente vulgar que a la salida del cine un telespectador pudiera contarle a otro en tres frases de qué iba la peli. Leías la sinopsis y se descolgaban con un: "el director reflexiona sobre la profundidad del blanco, mientras los personajes se asoman a la superficialidad de la nada con una actitud de riesgo bastante ambigua lo que les lleva a una crisis existencial en la que recapacitan sobre la idoneidad de los sentimientos mirándose en el espejo de una sociedad absorta en la negrura de un destino no elegido" El único sentimiento idóneo era el aburrimiento ante esa sucesion de fotogramas vacios que sólo eran un monumento a la falta de imaginación del cineasta.
El Extraño es una historia de amor bien contada en la que se pueden echar unas lagrimitas muy a gusto. Tiene sus trucos y algunos planos de más, pero se disfruta. El director no va de vanguardista por la vida y por eso se le disfruta y se le entiende. Pero si bien ha hecho una película entretenida y consistente no ha podido librarse de una de las lacras del último cine francés: la pava con ínfulas. Desde que Juliette Binoche sacralizara la cara de pazguata, en toda película francesa tiene que haber una chica insulsa con expresión de sosa a la que -ante la falta de repertorio gestual- le atribuímos una vida interior intensa de narices.
O eso, o es que a los franceses les gustan las lánguidas.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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¡Magnífica crítica del cine francés! Yo he sido siempre de esas petardas que nos gustaba el cine francés. Me parecía sensible, intimista, culto y no se cuantas cosas más. Pero había algo que me rallaba y era la figura femenina. Pero también recuerdo maravillas como "El marido de la peluquera"o "Milou en mayo". Joyas deliciosas que se mantienen muy lejos de la pretensión intimista de otras películas como "Herida" en la que Juliette Binoche llega al máximo punto de la languidez. Ocurre que grandes directores como Louis Malle son capaces de lo mejor y lo peor, de la delicia de "Milou en mayo" y la tremenda historia de "Adios muchachos" pasa a la insoportable "herida".
ResponderEliminarMerece la pena librarse de los prejuicios y disfrutar de las joyas de ese cine, que las hay.