Yo odio el pueblo donde me crié. No lo soporto.
No estoy orgulloso de odiar mi pueblo, al contrario, me pregunto si no seré yo una mala persona por odiar mi pueblo.
Nunca me han emocionado las banderas propias ni me han molestado las demás banderas. Supongo que no soy un patriota. Ahora que lo pienso, creo que nunca he agitado una bandera. Definitivamente no soy un patriota.
Pero respecto a mi pueblo, el lugar donde pasé desde los 4 a los 27 años, no siento indiferencia, siento que no me gusta lo más mínimo.
Algún psiquiatra verá quizá un rechazo a mi mismo o a mi pasado. Vaya, es que no puede simplemente ocurrir que sea un pueblo feo y estúpido (seguro que hay otros muchos).
En cualquier caso hay tantos sitios donde uno puede vivir. Admiro de los estadounidenses su capacidad para mudarse. Aquí no se lleva, es como una traición alejarse del terruño de uno. Y mira que se ha demostrado muchas veces que esa costumbre lleva a actitudes mentecatas.
Odio mi pueblo.
Me lo haré mirar.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
martes, 10 de agosto de 2010
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