Nieva en Madrid.
Caen los copos blandos, livianos como pacíficos paracaidistas.
Pienso en el nevar con nostalgia. A cámara lenta.
La nieve profunda en la montaña en la que me echaba de bruces cuando niño, asombrado por su suavidad.
Y luego la nieve en una bola, dura y con mala leche. O la nieve helada del glaciar. O el alud que mata. O en el desierto nevado, inhóspito de los Polos.
Pienso en como se puede trocar lo dulce en hielo duro. Impenetrable. O en dolor.
Nieva en Madrid, mientras, yo recuerdo aquella frase que decía que mi fuerza emanaba de mi capacidad para la ternura.
O algo así.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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Cae la nieve... (que diría Adamo), y esta tarde SI viniste. ¡Qué suerte para nosotros!
ResponderEliminarPero no quiso dejarnos su blanco manto, ni tan siquiera prestado por unas horas, para iluminar y cubrir nuestros pensamientos grisáceos. ¡Otra vez será!
ALL.
No fue un sueño:
ResponderEliminarlo vi.
La nieve ardía.
A.G.