Atardece en la Glorieta de Pirámides y otra vez pienso que las cosas importantes, las verdaderamente importantes como que salga el sol o se quede, suceden sin que yo intervenga.
Nadie me pide opinión: ¿Tú crees que es buena hora para que se ponga el Sol?
No. Da igual lo que yo diga o haga. Y este hecho, esta insignificancia mía, lejos de agraviarme, me agrada. Me relaja.
Pero como no soy yo todo zen, 100% equilibrio , como al fin y al cabo un porcentaje de mí ser es mortadela, reconozco que me gustaría, algunos días, poder decirles a mis amigos que esas tonalidades de naranjas y amarillos, rojos, morados y grises y blancos y azules, esa proporción exacta, esa elección tan divina (o siquiera una minúscula pincelada de ella, la que roza la pirámide de la derecha. O una más discreta: el trazo enrevesado de una rama sin hojas) ha sido cosa mía.
Sí, por presumir, qué pasa.
Pero no, ya sé que no.
Como siempre un placer.
ResponderEliminarY además te puedes sentir bien orgulloso, si no creaste el momento, supiste verlo y sobre todo acercarnoslo. Gracias
ResponderEliminar¿ Y por que le llaman PIRÁMIDES y no obeliscos? ¿Le consultaron?
ResponderEliminar