Me siento al piano después de mucho tiempo. Mis manos están un poco torpes, pero cualquier cosa que toco me suena a gloria.
Lo siento por los que tengan prejuicios, pero me he paseado por No me importa nada que cantó Luz, el Ni más, ni menos que hicieron famosos Los Chichos, La Vida sigue igual de Julio Iglesias... luego he llegado a Delilah, y me he visto cantándola con él mismísimo Tom Jones, en su tierra, dentro de un coche que tenía el volante al revés. Luego Wonderful World, una especie de himno que nunca me falla.
Una chica de pelo corto y ojos grandes, con una mezcla irresistible de fragilidad y fuerza, se me ha acercado mientras cantaba , y New York, New York y Maybe this Time.
Quizá esta vez tenga suerte,
quizá esta vez él se quede.
Quizá esta vez, por primera vez,
el amor no se me escape.
Y me abrace fuerte y encuentre,
por fin, un hogar.
No quiero ser otra vez un perdedor,
ha pasado tantas veces...
Todo el mundo ama a los ganadores,
por eso nadie me quiere a mí
La chica tranquila y feliz, esa soy yo.
Pero esta vez la suerte está de mi lado
y algo va a suceder.
Tiene que ocurrir,
porque algún día tenía que pasar,
y quizá esta vez lo consiga.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
viernes, 14 de diciembre de 2007
martes, 11 de diciembre de 2007
Sin título
En el cuarto de baño hay un alicatado blanco. Baldosines muy pequeños, como los de piscina. Más o menos. La mayoría son blancos, pero hay algunos, salteados, de varios colores. Uno de mis entretenimientos es reconocer el patrón, la secuencia que forman los pocos de colores dentro de los muchos blancos.
La otra mañana C. se despertó antes que yo. Cogió su Nintendo y se vino a mi cama. Se arrimó aprovechando el calor que todavía desprendía mi sueño. Y me desperté con la música de su vida fulgurante al lado, y la cadencia ratonera de la maquinita. No abrí los ojos, ni me incorporé ¿para qué? Para qué iba a levanarme si en ese instante, con los ojos cerrados, lo tenía todo.
Me tomo un Almax. Justo en este instante. No estoy mal, pero hay algo que no he digerido bien. Me refiero a algo de lo que he comido hoy. O quizá es un trozo de la vida, un minuto concreto. uno que picaba mucho, o tenía mucha grasa, o estaba condimentado con poco cariño.
No está bien escribir cartas de amor y no mandarlas. No está bien guardarse besos. Dejarse canciones en libretas olvidadas. No está bien guardarse piropos, cariños o versos. Que te puede caer un guantazo... ah, se siente.
Tengo -de mi madre- un cajón con bobinas de hilo de distintos colores. No sé por qué precisamente eso. Mientras me quedo dormido sobre el teclado y la cabeza se me llena de imágees inconexas .algunas de ellas muy interesantes- el meñique aplasta la letra a del teclado. Abro los ojos y hay demasiadas aaaaaaaaaaaaaaaa. Las borro.
¿Dónde estás?
¿Dónde te has metido?
Me lo pregunto antes de dormirme.
La otra mañana C. se despertó antes que yo. Cogió su Nintendo y se vino a mi cama. Se arrimó aprovechando el calor que todavía desprendía mi sueño. Y me desperté con la música de su vida fulgurante al lado, y la cadencia ratonera de la maquinita. No abrí los ojos, ni me incorporé ¿para qué? Para qué iba a levanarme si en ese instante, con los ojos cerrados, lo tenía todo.
Me tomo un Almax. Justo en este instante. No estoy mal, pero hay algo que no he digerido bien. Me refiero a algo de lo que he comido hoy. O quizá es un trozo de la vida, un minuto concreto. uno que picaba mucho, o tenía mucha grasa, o estaba condimentado con poco cariño.
No está bien escribir cartas de amor y no mandarlas. No está bien guardarse besos. Dejarse canciones en libretas olvidadas. No está bien guardarse piropos, cariños o versos. Que te puede caer un guantazo... ah, se siente.
Tengo -de mi madre- un cajón con bobinas de hilo de distintos colores. No sé por qué precisamente eso. Mientras me quedo dormido sobre el teclado y la cabeza se me llena de imágees inconexas .algunas de ellas muy interesantes- el meñique aplasta la letra a del teclado. Abro los ojos y hay demasiadas aaaaaaaaaaaaaaaa. Las borro.
¿Dónde estás?
¿Dónde te has metido?
Me lo pregunto antes de dormirme.
domingo, 9 de diciembre de 2007
N y M
Me llama y me cuenta que hay dos cosas que convierten una casa en un hogar: Niños y Música.
Estoy de acuerdo.
No sólo para un hogar, ¡¡qué sería de mí sin N y M!!
Estoy de acuerdo.
No sólo para un hogar, ¡¡qué sería de mí sin N y M!!
sábado, 8 de diciembre de 2007
Azulmadrid
Hoy hace un día estupendo,
cielo azulmadrid,
luz de invierno.
Miro la ciudad desde mi ventana.
Mi ventana tiene una buena vista.
Yo no soy de bolas de cristal,
ni de posos del té, ni de horóscopos,
cuando busco alguna señal
o alguna pista
o alguna respuesta, alzo la vista al cielo.
Y me quedo así, un buen rato, quieto.
El cielo casi siempre guarda silencio.
No por mala intención, ni por hacerse el interesante,
sino porque es discreto.
No le gusta errar, ni enviarte por el camino incorrecto.
Pero otras veces habla, de forma atropellada,
como un torrente cuando acaba el invierno.
Y te deshace los nudos de dentro y puedes mirar tranquilo a través de los misterios.
Hoy me ha dicho que yo he nacido para querer,
así, como en los boleros,
ni para médico, ni para ingeniero.
Para querer, para buscar como si fuera un polímetro
las pieles que dan calambre,
los ojos que tienen interés,
los abrazos que rompen las costillas,
los labios que no distinguen entre hablar y dar besos.
Que mi vocación es dar, es entrar, es tocar y saltar, y zambullirme,
me ha dicho el cielo que deje de marear la perdiz,
de opositar a curros que no me ponen,
ni me van, curros en los que no soy bueno,
me ha dicho el cielo que no tenga miedo.
Que yo puedo llegar a ser un gran profesional
en el sector de los afectos, tener mi propio proyecto,
ser multinacional, IBEX 35,
e incluso que se hable de mí en Forbes
-dentro de mi gremio, claro, y dándole tiempo al tiempo.
Ten prudencia, la justa,
olvídate de rascar donde no pica,
anda, paso a paso, confía,
mira directamente a los ojos
¿quién dijo miedo?
Hoy luce un día muy hermoso
azulmadrid o azul invierno,
abro la ventana, respiro hondo,
y dejo que resuene en mis pulmones el viento.
cielo azulmadrid,
luz de invierno.
Miro la ciudad desde mi ventana.
Mi ventana tiene una buena vista.
Yo no soy de bolas de cristal,
ni de posos del té, ni de horóscopos,
cuando busco alguna señal
o alguna pista
o alguna respuesta, alzo la vista al cielo.
Y me quedo así, un buen rato, quieto.
El cielo casi siempre guarda silencio.
No por mala intención, ni por hacerse el interesante,
sino porque es discreto.
No le gusta errar, ni enviarte por el camino incorrecto.
Pero otras veces habla, de forma atropellada,
como un torrente cuando acaba el invierno.
Y te deshace los nudos de dentro y puedes mirar tranquilo a través de los misterios.
Hoy me ha dicho que yo he nacido para querer,
así, como en los boleros,
ni para médico, ni para ingeniero.
Para querer, para buscar como si fuera un polímetro
las pieles que dan calambre,
los ojos que tienen interés,
los abrazos que rompen las costillas,
los labios que no distinguen entre hablar y dar besos.
Que mi vocación es dar, es entrar, es tocar y saltar, y zambullirme,
me ha dicho el cielo que deje de marear la perdiz,
de opositar a curros que no me ponen,
ni me van, curros en los que no soy bueno,
me ha dicho el cielo que no tenga miedo.
Que yo puedo llegar a ser un gran profesional
en el sector de los afectos, tener mi propio proyecto,
ser multinacional, IBEX 35,
e incluso que se hable de mí en Forbes
-dentro de mi gremio, claro, y dándole tiempo al tiempo.
Ten prudencia, la justa,
olvídate de rascar donde no pica,
anda, paso a paso, confía,
mira directamente a los ojos
¿quién dijo miedo?
Hoy luce un día muy hermoso
azulmadrid o azul invierno,
abro la ventana, respiro hondo,
y dejo que resuene en mis pulmones el viento.
viernes, 7 de diciembre de 2007
Las cosas del querer
Escuché a una amiga decir: "Éstá enamorado profundamente de mí. Yo a él no le quiero: le tengo cariño, le aprecio, pero no le quiero". Cuando dijo eso, ambos compartían hijos, casa y lecho.
Lo decía con orgullo, casi dándose importancia. Esa frase estuvo dando vueltas mucho tiempo en mi cabeza. Porque encerraba un veneno y yo quería saber cuál.
Creo que los intercambios de amores en la pareja son insondables. Y que no tienen nada que ver con lo que se declara. Hay parejas que parece que quieren los dos muchísimo y ninguno de los dos quiere. Hay otras en las que uno quiere más, otras en la que uno expresa más sus sentimientos... Yo creo que no hay ninguna relación entre lo que queremos y lo que decimos que queremos.
Los afectos y las emociones son un caballo que llevamos dentro, a veces pasta tranquilo, a veces se desboca y no hay quien lo pare. La razón, las palabras, son unas bridas, casi siempre muy pobres, con las que intentamos llevar a ese caballo por aquí o por allí. No solemos conseguirlo, la mayoría nos daríamos con un canto en los dientes con conseguir que ese caballo no nos tire y nos patee de vez en cuando.
Pero las palabras, no tanto la razón, sirven también para acariciar, y sirven para arañar. En ese sentido las palabras salen a veces del corazón (para acariciar o para arañar -o para más cosas) y a veces de la razón (para acariciar o para arañar o para más cosas).
El marido de la mujer del primer párrafo pensó durante mucho tiempo que su chica lo amaba aunque dijera una y otra vez que no. Ese pensamiento era el betadine que se echaba para desinfectar y ayudar a cicatrizar los arañazos que se hacía escuchando silencios, desplantes, y notequieros. Pero un día el amor que él sentía por ella, y el supuesto amor que ella sentía por él no fueron suficiente, los arañazos no cicatrizaban, se estaban infectando y amenazaban con amargarle la salud.
Por eso se apartó. Porque uno no debe quedarse a escuchar notequieros. No es sano.
Ahora escucho a esa mujer decir que él fue lo que quiso, quiere, querrá, querría y todas las conjugaciones. Parece como si sólo supiera quererle en la distancia, en la ausencia.
Y eso me lleva a otra reflexión:
Que quizá, tener un amor dentro y no saber sacarlo sea como tener un Ferrari en el garaje y no conducirlo, o un Vega Sicilia en la bodega y esperar a que se pique: ¡¡no sirve para nada!!
Lo diré de otra manera.
Tener un amor dentro y no saber sacarlo sustituye el placer de disfrutar por el placer de poseer. El primero es inmediato, infantil, inocente. El segundo tiene un matiz de frustración, racional y perverso.
Lo decía con orgullo, casi dándose importancia. Esa frase estuvo dando vueltas mucho tiempo en mi cabeza. Porque encerraba un veneno y yo quería saber cuál.
Creo que los intercambios de amores en la pareja son insondables. Y que no tienen nada que ver con lo que se declara. Hay parejas que parece que quieren los dos muchísimo y ninguno de los dos quiere. Hay otras en las que uno quiere más, otras en la que uno expresa más sus sentimientos... Yo creo que no hay ninguna relación entre lo que queremos y lo que decimos que queremos.
Los afectos y las emociones son un caballo que llevamos dentro, a veces pasta tranquilo, a veces se desboca y no hay quien lo pare. La razón, las palabras, son unas bridas, casi siempre muy pobres, con las que intentamos llevar a ese caballo por aquí o por allí. No solemos conseguirlo, la mayoría nos daríamos con un canto en los dientes con conseguir que ese caballo no nos tire y nos patee de vez en cuando.
Pero las palabras, no tanto la razón, sirven también para acariciar, y sirven para arañar. En ese sentido las palabras salen a veces del corazón (para acariciar o para arañar -o para más cosas) y a veces de la razón (para acariciar o para arañar o para más cosas).
El marido de la mujer del primer párrafo pensó durante mucho tiempo que su chica lo amaba aunque dijera una y otra vez que no. Ese pensamiento era el betadine que se echaba para desinfectar y ayudar a cicatrizar los arañazos que se hacía escuchando silencios, desplantes, y notequieros. Pero un día el amor que él sentía por ella, y el supuesto amor que ella sentía por él no fueron suficiente, los arañazos no cicatrizaban, se estaban infectando y amenazaban con amargarle la salud.
Por eso se apartó. Porque uno no debe quedarse a escuchar notequieros. No es sano.
Ahora escucho a esa mujer decir que él fue lo que quiso, quiere, querrá, querría y todas las conjugaciones. Parece como si sólo supiera quererle en la distancia, en la ausencia.
Y eso me lleva a otra reflexión:
Que quizá, tener un amor dentro y no saber sacarlo sea como tener un Ferrari en el garaje y no conducirlo, o un Vega Sicilia en la bodega y esperar a que se pique: ¡¡no sirve para nada!!
Lo diré de otra manera.
Tener un amor dentro y no saber sacarlo sustituye el placer de disfrutar por el placer de poseer. El primero es inmediato, infantil, inocente. El segundo tiene un matiz de frustración, racional y perverso.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Nieblas
Retorno a las melancolías,
pero estoy de paso.
Me gustan esas nieblas que envuelven Madrid.
La ciudad se vuelve pudorosa de repente.
Se envuelve en gasas vaporosas.
H2O.
Fría y distante.
Y yo paso por ella,
me deja mirarla pero no me deja entrar.
Son las nieblas: las de la ciudad o las del alma.
Los del norte están acostumbrados,
o resignados, según el caso.
Los del Sur retornamos a ellas de vez en cuando,
las disfrutamos por hermosas, por misteriosas
y porque ssbemos que estamos de paso.
pero estoy de paso.
Me gustan esas nieblas que envuelven Madrid.
La ciudad se vuelve pudorosa de repente.
Se envuelve en gasas vaporosas.
H2O.
Fría y distante.
Y yo paso por ella,
me deja mirarla pero no me deja entrar.
Son las nieblas: las de la ciudad o las del alma.
Los del norte están acostumbrados,
o resignados, según el caso.
Los del Sur retornamos a ellas de vez en cuando,
las disfrutamos por hermosas, por misteriosas
y porque ssbemos que estamos de paso.
martes, 4 de diciembre de 2007
Teorema de la Autoridad Inversa
Los que menos poder tienen son los que más se esfuerzan por mandar, imponer, hacer que mandan, someter, demostrar autoridad... en eso se nota que están en el escalafón más bajo de la pirámide de poder.
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