viernes, 14 de octubre de 2005

A principios de septiembre

Por razones de trabajo, que ahora no voy a detallar, bajo de la habitación de un hotel muy lujoso en el centro de Madrid. No es lo que estáis pensando, es mucho más prosaico. Me llama la atención que en el ascensor estén anunciadas algunas delicias culinarias y no me resisto a fotografiar este detalle. Resulta demasiado explícito, incluso un poco obsceno.



Salgo. Me despido del portero, pobre hombre lo que debe sudar, y llamo a F.:
....- Estoy con I., te recogemos y nos vamos a bailar al Art Decó.
....- Perfecto, os espero enfrente de las Cortes.

Mientras llegan me siento en un banco; tomo esta otra instantánea.



Aunque ambas imágenes me llaman, ninguna de las dos me subleva. No soy capaz de sacar una conclusión ni de esbozar una teoría, un porqué, algo. Aparecen F. e I. y yo guardo mi cuaderno y mis interrogantes. En el coche suena un tango singular, con una letra arrebatá, brillante, con mucha verdad. Subiendo por Castellana: "Salen mejor de precio los 50gr de Imperial que los de Beluga, eso está claro. Digo en proporción, porque te ahorras 15€ y en el Beluga sólo 3€. ¿Se podrán pedir dos gramos y luego si me gusta me trae más? ¿Y si soy un jeque árabe con ganas de impresionar a una corista podré pedir un bocadillo de Beluga triple cero en pan de chapata? O mejor Espolvoréemelo en la paella, para que coja el gustito ¿atenderá el servicio de este hotel esta in moralidad o les parecerá excesivo? ¿No está el banco un poco duro?"

1 comentario:

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