Estaban sentados en la barra de una cafetería.
Alguien con pésimo gusto había elegido el menos agraciado de los azules para las paredes.
Eran cerca de las dos del medio día, un momento ni mejor ni peor para tomar una cocacola. Lait.
-No sé, te veo quelonio.
Como un acto reflejo él esquivó su mirada. No le hicieron falta más de un par de segundos para elegir una frase cortina de humo y unas gafas oscuras Jack Nicholson.
-No, estoy bien. Quizá algo cansado.
Al volver a casa se miró en el espejo. E igual que uno se ve más gordo el día que se lo dicen, o más viejo cuando alguien -sin venir a cuento- le llama de usted, él se sintió quelonio.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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ResponderEliminarFelicidades queloniocín!
No era quelonio era que leonino!!!
ResponderEliminaral menos los quelonios pueden esconder la cabeza si es neceario.
ResponderEliminarFelicidades!