C. se está haciendo mayor.
Ya tiene 11 años y se acerca peligrosamente a esa enfermedad grave denominada adolescencia.
Uno de los primeros síntomas es una mirada despectiva cargada de: "tú, papá, no entiendes nada".
Hasta ahí vamos bien, puesto que yo estoy convencido de que cada día entiendo menos.
Me entiendo menos yo, entiendo menos a los demás, y si son muy jóvenes peor, y si son mujeres... (esto último es un topicazo sexista que me podía ahorrar).
Todavía se sube encima de mí después de cenar. Todavía me pide que le lea un poco antes de dormir. Todavía intenta un súbeme en brazos si volvemos tarde a casa. Pero son excepciones que yo magnifico intentando agarrarme a una inocencia que se va evaporando. Ya no es una niña, barrunta sus soledades y sus compañías, tiene secretos y le van creciendo pudores a medida que su frente se acerca a mi barbilla.
No hay vuelta atrás.
No está bien ni está mal.
Es así.
Y punto.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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pues vete preparando que no te queda poco a partir de ahora.
ResponderEliminarYa sabemos todos que la adolescencia es una enfermedad que se pasa con los años , lo malo es que no sabemos cuantos y ahi esta el truco. animo
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