
No tengo que ser madre, ni esposa, ni hija, ni amiga, ni amante, ni subsecretaria, ni lista, ni guapa, ni demasiado joven, ni demasiado mayor.
No tengo obligaciones. Nadie se acuerda de mí.
Ha caído el telón, se han apagado las luces, el público camina hacia sus casas y yo puedo descansar de un papel que hago bien pero me mata.
Me quito el maquillaje, en un camerino destartalado, frente a un espejo con bombillas. Suena una canción en un transistor. Nadie me espera.
Miro por la ventana, la mayor parte de las cosas se han vuelto de color naranja.
Estáis todos dormidos.
De noche.

Todos no. A veces, el viento quiere que lo escuchemos y toca en nuestra persiana.
ResponderEliminarsiempre hay alguien despierto, aunque parezca dormido.
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