Casi no ha dormido, no me refiero a la última noche sino a la última semana.
Siente el vértigo de tener los pies al borde del acantilado, tan cerca que se desprenden terrones y caen allí donde las olas rompen. Muy, muy abajo.
El tiempo pasa, implacable, empujándole más hacia el precipicio de una separación.
Casi no puede pensar, da vueltas, el miedo le atenaza...
Ayer hablé con él y entre tanta negrura sacó una brizna de su elegante sarcasmo.
--¿Cómo estás? --le pregunto.
--Bastante bien, yendo a trabajar.
Me sorprendo.
--¿Has vuelto a hablar con ella? ¿Has aclarado algo? --le digo.
--No, que va, es el Lexatin, que hace maravillas.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
jueves, 1 de julio de 2010
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