lunes, 26 de septiembre de 2011

Aburrido o loco


Ya sucede que por las noches refresca.

Y también que el Sol cae antes de que den las 9.

Pronto lloverá sobre Madrid. Y entonces el parabrisas de mi coche se convertirá en un lienzo, y las gotas en pinceladas, revelándome cuadros impresionistas donde antes sólo había una cotidianidad bastante insulsa.

Vuelvo a comprobar que no son aburridas las calles, ni los cielos, ni las personas. Que el problema del aburrimiento reside, únicamente, en mi mirada. Que aparece y se va como una dolencia caprichosa.

Una dolencia muy barata de curar.

Basta con subirse en el coche, no es necesario siquiera ponerlo en marcha.

Bájese la ventanilla y aplíquese con entusiasmo un pulverizador apuntando al cristal. También se puede hacer aparcando al lado de un aspersor. El cristal se moja más rápido y además te ahorras el convencer a tus vecinos de que no estás loco de atar.

Pero la pincelada no queda tan fina.

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