Tengo en la mesilla de noche un plumier, un despertador, dos tornillos rosca chapa, una pieza de acoplar el iPod, una pluma sin tinta, el teléfono móvil, unas monedas de curso legal, un botón de un pantalón, una barrita de protector para los labios que se me derritió por dejarla al sol dentro del coche, unos papeles sobados que en algún momento pensé que merecía la pena conservar, el mando que sube y baja las persianas, las gafas...
Tengo la vida como la mesilla, ocupada a partes iguales con cosas inútiles e imprescindibles, pero en esencia, desordenada.
Eso no está bien.
He ordenado la mesilla y sólo quedan las gafas, el teléfono móvil, el despertador y el mando que sube y baja las persianas.
Y ahora tengo la vida como la mesilla: aburrida.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
jueves, 29 de septiembre de 2011
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