lunes, 9 de octubre de 2006

A mí no me dan pena

A mi no me dan pena los que están tristes. Porque están vivos. Me dan mucha más pena los indolentes y los sosos resosos de nacimiento. Más pena me dan los solos. Porque en la tristeza -en la que se escribe, en la que se canta, en la que se bebe o en la que se llora- hay algo de viejo amigo, de camarada. Hay algo de impostura y de mascarada hasta en la más triste de las tristezas.

No exagero si digo que a veces estoy muy, pero que muy feliz con mi tristeza, nos enrollamos y me la acabo llevando a la cama como a una amante discreta. ¿Qué habría sido de los fados, de las rancheras, de los tangos, de las coplas. Qué habría sido de Beethoven o del Quijote sin la tristeza? ¡Cuántos géneros musicales -y literarios- habría matado con su muerte la tristeza! Esta milonga le cuento mientras le desabrocho la ropa y le voy sacando goloso algunas letras.

4 comentarios:

  1. Pero no es bueno que la tristeza se convierta en vicio.

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  2. Tienes toda la razón Cuantró, está feo que la tristeza se haga un vicio.

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  3. la tristeza puede enviciar. Mano ¿no te referirás a la melancolía?. Esa es la que inspira,¿o no?
    Un día un hombre sabio me dijo que había gente a la que le subencionaban la tristeza. La melancolía no busca becas, es más íntima, más profunda.

    (hola Cuantró, me gusta leerte)

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  4. Cenicienta, gracias, a mí también me encanta verte por aquí. Anima mucho.

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