Me he despertado y he mirado por la ventana desde la cama para tratar de ver si se había cumplido algo que lo que deseaban cientos de SMS anoche antes de que sonaran las campanadas.
Había mucho silencio, y eso me ha parecido un buen augurio.
Me he liberado de las legañas y he inspeccionado el cuarto. Nada. Mi cama y ese accesorio de ella que es mi cuerpo. Nada.
¡Tanto esfuerzo en teclear en el teléfono de tantos miles de personas no ha sido suficiente!
¿O es que hay que esperar unos días?
Reviso a mi alrededor de nuevo: el exterior, el cuarto, la cama y el cuerpo.
Me congratulo de que esté todo ahí. Cada cosa en su sitio. Me alegro de tener un exterior, un cuarto, una cama y un cuerpo para iniciar el viaje de este nuevo año que sólo es una etapa en realidad. Me alegro mucho y de corazón.
Así que creo que sí. Que todo ese esfuerzo reenviando ingeniosísimos y divertidísimos mensajes de felicitación ha tenido su efecto. Y que hoy los más esenciales de mis deseos están cumplidos. Eufórico como una vallisoletana a quien le hubiera tocado la pedrea del Niño me incorporo y saludo al sol.
¡¡Esto marcha!!
Y eso que el año acaba de empezar.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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A veces las pequeñas cosas son las mas grandes.
ResponderEliminarEntre todos esos miles de sms que proporcionaran nuevas piscinas con casas incluidas, a los directivos de las compañías telefónicas, había uno muy gracioso, o cuando menos ingenioso.
“Al nacer me dieron a elegir entre una gran memoria y un gran pene. Ahora no recuerdo si te felicité. Buen año!”
Eso.