Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
lunes, 16 de abril de 2012
Esa otra cosa
Un niño de 3 años se resiste a subir al coche. Su madre intenta convencerlo. El niño patalea, parece que quiere que ella lo suba en brazos y ella pretende que suba por su propio pie. La escena se alarga por 15 minutos aproximadamente. No sé cómo terminó la cosa, sólo vi el coche alejarse.
Nos pasamos gran parte de nuestro tiempo hablando de la libertad, buscándola, reclamándola, exigiéndola... primero a nuestros padres, luego a todo el mundo. En el colegio, en la universidad, en el trabajo... luego tenemos un hijo y nos sometemos a todas las esclavitudes que nos propone, una detrás de otra.
Si un vecino te saca de la cama a gritos 4 veces la misma noche llamas a la policía. Si lo hace tu hermano le quemas los álbumes de cromos o le echas cocacola en el ordenador. Si te lo hace tu pareja pides el divorcio o un alejamiento judicial. Pero si lo hace tu hijo (con motivos tan poco consistentes como "quiero agua" o "alcánzame el osito que se me ha caído") ni rechistas. No voy a explayarme en cómo es la cosa cuando el niño tiene 12 o 15 o 18 porque es demasiado humillante.
Podría pensarse que toda la libertad que recolectamos durante los primeros años sirve de ofrenda a los pies de nuestros hijos. Como los corderos que se sacrificaban para aplacar la ira de los Dioses en los templos.
Podría pensarse que quien opta por no tener hijos es más libre. Nadie le importuna con la alevosía que sólo los hijos saben destilar.
Quizá esa cosa tan grande, libertad, se queda muy pequeña al lado de otra cosa.
Aunque yo no tenga ni idea de cómo se llama esa otra cosa.
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