Ya está casi todo en orden.
Unos mesecitos apenas me faltan. Y cuando haya aprendido a dormir en el centro de la cama, cuando las paredes estén recién pintadas, todas de blanco, cuando no falte ninguna planta en la terraza, cuando haya colgado los dos únicos cuadros que quiero colgar, cuando las persianas estén bien altas toda la noche, cuando me haya decidido por un arona concreto de ambientador, en una cantidad discreta, cuando haya organizado los libros, las fotos y los cajones. Cuando tenga dos fundas de edredón con las que esté bien a gusto, y a juego los almohadones, cuando haya cambiado la nevera y arreglado el portero automático, cuando haya recompuesto la vajilla y no me falte ningún accesorio para cocinar, el día que me siente en el salon y diga: esta es mi casa, madre mía, qué bien se está. Ese día, ya lo verás, aparece alguien y quiere cambiarlo todo.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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Y eso... ¿será bueno, o malo?
ResponderEliminarPues no lo sé.
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