miércoles, 9 de julio de 2008

Adentro

Hay una paz infinita cuando el sol se pone.

Afuera.

El revuelo de la ciudad se aplaca. Deja de sonar el teléfono, bajan las luces. El ruido del exterior cesa y puedo escuchar los sonidos que vienen de debajo de la dermis. La sangre circulando por las venas, los distintos tubos digestivos contrayéndose y distendiéndose, las células reproduciéndose, las neuronas con sus químicas y sus físicas y el corazón toctoc, toctoc.

Hay una inmensa guerra cuando el sol de pone.

Adentro.

Porque me pueden la desazón por un lado y la curiosidad por otro, dejo en la mesa el yogur de frutas del bosque y bajo a buscar un fonendoscopio. Me tumbo de nuevo en la hamaca. Me amplifico. Intento escribir lo que escucho. Primero con un boligrafo, en un cuaderno pequeño de hojas lisas. Se puede escribir pero no hay quien lo entienda.

Elijo ahora papel pautado. Pongo la clave de sol, la armadura de si bemol y un cuatro por cuatro. Apunto. Es rocanrol, bolero, hiphop, jazz. Es modal, dodecafónico, atonal, gregoriano. Todo junto. Todo mezclado. Se puede escribir pero no hay quien lo entienda.

Dejo el cuaderno, la partitura y el fonendo. Aparco el boli junto al yogur de frutas del bosque. Cierro los ojos y rezo para que el canto de los grillos y el murmullo lejano de la M30 arrecien. Que prefiero el runrun de la ciudad. Que no quiero oir los mares revueltos, que me desquician.

Adentro.

1 comentario:

  1. Se pueden escribir tantas cosas que no hay quien entienda...

    (Mira que es difícil mandarte la foto de la mano).

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