Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
domingo, 5 de abril de 2009
Me quiso II
La quise unos cuantos días. Fueron pocos. Exactamente 3: un fin de semana O quizá es que a uno siempre le parecen pocos.
Pero la quise fenomenal. Eso lo tengo claro. Le preparé un carnet de princesa, qué digo de princesa: ¡de reina! La llamaba a todas horas y me costaba tanto colgar. Las cosas que contaba me resultaban la mar de interesantes, incluso cuando repetía un par de veces o más la misma historia siempre me parecía que añadía detalles nuevos (aunque no lo hiciera). La quise, de esa manera llegué a verla hermosa, alegre...
Yo sabía que eran las cosas del enamoramiento, que todo eso era fugaz, ilusorio. Pero me dejaba llevar, y me calentaba el alma en ese fuego fatuo como si fuera una hoguera en el salón encendida con encina y bendecida por Dios en el altar con su cuñada soltando una lagrimita en el tercer banco. Si me llaman a testificar, diré que esos fuegos artificiales fueron estrellas, y esa pompa de jabón era de cristal blindado. Sí, ella era hermosa, alegre... Si lo era para mí, lo era. Y punto.
Joder, ya lo sé, estuvo mal, pero un día -el cuarto- me cansé de quererla, me aburrí de ella y de sus cosas. Primero la rebajé de reina a presidenta del gobierno, y luego, en apenas unos días la hice ministra de cooperación internacional (sí, con minúscula). En dos semanas la tenía de directora gerente de una ONG tapadera (también con minúscula), sin presupuesto, ni oficina. Y cuando la llamaba cruzaba los dedos para que no me dijera: ¿nos vemos?
Ya no era hermosa, ni alegre... y creo que por dejar de serlo para mi, también dejó de serlo.
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