miércoles, 28 de octubre de 2009

Una nota


Le mandé una nota.

Unas líneas que en otro tiempo habrían sido un billete a un país exótico hoy eran el tique insulso y gastado de la compra de ayer.

Porque la nota llegaba tarde. Contenía palabras amarillas como hojas de otoño.

La leyó y enseguida la arrugó y la tiró.

Se deshizo de ella, maldita nota, deseando no haberla recibido.

No me miró.

No me vio.

Se le escapó una lágrima diminuta, que bien podía ser una lágrima de felicidad.

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