Se va acercando sigilosamente el invierno. Esta mañana ya no me apetecía ir en el coche con la ventana abierta. Las plantas de la terraza, con las que este año me he esmerado poco, se van poniendo el pijama marrón, preparándose para una noche larga. Confían, es muy probable, en que al despertar se encuentren a un tipo más dedicado, más delicado, también. Las plantas se parecen en eso a los lectores de este blog. En la paciencia y en la confianza.
Y en la discreción.
Pero se diferencian en el puesto que ocupa entre sus prioridades el que les echen agua por encima.
He preparado pisto para mañana. Justo después de cenar, mientras C. se daba una ducha. En verano nunca preparo nada para mañana. Otra prueba más de que se acerca el invierno. Y ese cambio vertiginoso, temerario y radical: del gazpacho al pisto.
El silencio es distinto en invierno. El bullicio también.
Las mujeres van más tapadas en invierno. Los agentes patógenos y este humilde contador están en contra de que las mujeres se tapen tanto en invierno.
Pero por distintas razones.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
sábado, 1 de octubre de 2011
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