jueves, 8 de marzo de 2007

El ángel de la guarda

Nos hacemos mayores poco a poco.

Muchas veces no somos conscientes de lo que significa este proceso.

Es a toro pasado cuando nos enteramos. En ese momento nos da satisfacción el enterarnos, pero la cosa ya no tiene arreglo.

Por ejemplo nos damos cuenta muy tarde de que nos parecemos a nuestros padres mucho más de lo que nos gustaría. Incluso en esas cosas pequeñas que desde que cumplimos 14 repudiamos. Y ocurre que si lo hubiéramos descubierto antes, quizá podríamos haber nadado a favor de la corriente en vez de en contra.

Otro ejemplo es la marca indeleble que nuestro infantil catolicismo nos dejó. La ocultamos, renegamos... y sin embargo...

Cuando tenía 4 años compartía cuarto con mi hermana. Dos camitas en paralelo. Todas las noches venía mi padre y rezábamos con él el Padrenuestro. Un coñazo, la verdad, no se entendía casi nada. Nosotros preferíamos el jesusito de mi vida eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo tuyo es mío no.

Más fácil de memorizar.

Y además.

A cambio de un corazón que no llegaba nunca a salir de nuestros pechos infantiles teníamos la oportunidad de identificarnos con el ídolo infantil universal. Un chollo. Éramos amigos de ese bebé palestino de ojos azules (primer milagro de Jesús digan lo que digan), abdominales poderosos que le permiten mantener las piernas elevadas durante siglos, y dotado de una resistencia a la hipotermia tal, que puede estar en pañales mientras su padre, su madre, el burro y el buey se pelan de frío. Se ha infravalorado históricamente el daño que la aparición de Supermán causó al niño Jesús. Otro gallo le habría cantado a la Santa Madre Iglesia si el niño Jesús hubiera podido volar y hubiera tenido una malla chula en vez de túnica y sandalias. Quizá muchos seríamos ahora creyentes en vez de tener una colección inmensa de cómics.

Pero la oración number one para mi hermana y para mí, la que más nos gustaba con mucha diferencia, era la que dice: Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan, uno me da leche, otro me da lana y otro mantequilla para la semana. Siempre nos quedó la incógnita de qué hacía el cuarto ángel mientras los otros 3 producían. Mi hermana tenía la teoría de que él era quien vigilaba de verdad las cuatro esquinitas de la cama. Yo por mi parte me debatía entre la hipótesis a: en toda estructura productiva puede haber un gorrón vaguete que disimula mientras los demás dan el callo y eso no entorpece el proceso. Nuestro país era un ejemplo vivo, y la Iglesia otro, según mi abuelo y mi tío respectivamente. Hipótesis b: el angelito en cuestión, por andar descalzo se había golpeado con una de las patas de la cama (como tantas veces me había pasado a mí) y estába de baja por fractura del astrágalo.

La presencia de 6 u 8 ángeles alrededor de nuestras camitas (dependiento de si atendíamos a los dos primeros versos o a los dos siguientes) era suficiente para que mi hermana y yo durmiéramos felices y tranquilos. Se puede decir que esas presencias intangibles eran fundamentales para nuestra paz de espíritu. Eso y el beso de buenas noches, claro.

Nosotros, a falta de explicaciones ulteriores, siempre pensamos que el ángel de la guarda eran en realidad 4 3 según se mire). Más efectivos de seguridad de los que lleva un concejal. Si me caía en el patio y me arañaba las rodillas me fastidiaba que estuvieran en mi cuarto (probablemente jugando a las cartas) en vez de acompañarme a la escuela. Pero se lo perdonaba pensando que su intercesión había impedido una rotura de hueso o algo peor.

Cuando efectivamente se me rompió un hueso... entonces ya habían empezado a salirme los pelos y las presencias intangibles estaban en declive.

Tengo casi 40 años. Y los ángeles que cuidan las cuatro esquinitas de mi cama son bastantes más de 4, se han esparcido por el mundo. Y conocedores de las nuevas tecnologías me mandan de vez cuando un SMS, un email, o me sorprenden con una llamada. Detrás de un discurso más o menos complejo y quizá con alguna falta de ortografía yo detecto ese "sigo aquí, puedes dormir tranquilo, no estás solo" que me sosiega.

La mantequilla, la leche y la lana son mucho más fáciles de conseguir.

2 comentarios:

  1. Enternecedora tu historia, me encanta sonreir acordándome de cuando mi hermana y yo hacíamos lo mismo, (¡¡¡¡que similares las infancias allá por los 70!!!!), pero nosotras al ser mujeres teníamos más mala leche... tras rezar las cuatro esquinitas y el jesusito de mi vida, cuando mi madre ya se había sentado en el sillón, hacíamos por lo bajinis una dos y tres... y a grito pelao...MAMA QUIERO AGUA (¿te acuerdas Cenicienta?)

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  2. Sí señor, parece que todos nuestros angelitos al final eran unos listillos, han conseguido que, a pesar haber abandonado a casi todos los demás, aún nos acordemos de ellos...a pesar del móvil!!!.

    P.D: Y puede que el niños Jesús aún sea recuperable...si conseguimos que se libere de todas las sotanas y demás parafernalia infumable que lo rodea, claro ;-).

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Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...