lunes, 12 de marzo de 2007

Golf

Me levanto y hace un sol espléndido.

Decido ofrendarle a la ciudad mi graciosa presencia . En concreto la versión montado en bicicleta. Me equipo con casco, chaleco reflectante, botella de agua y pundonor, y apunto al parque Juan Carlos I.

Como sólo son las 10 el parque está casi vacío, sólo lo usamos unos cuantos raros. Silenciosos, solitarios y raros. La mañana es magnífica, un poco fresca.

El parque Juan Carlos I es una instalación preciosa preciosa desde 400 metros de altura, pero lo que es a ras de suelo es un maldito laberinto.

Según entro, un cartel avisa de que los ciclistas deben mantenerse en los carriles habilitados para ellos. Hoy me he levantado obediente, mira por dónde, y pienso respetarlo. Intento seguir las señalizaciones. Pero resulta imposible. ¿Alguien puede decirme qué significa un icono con cuatro niños dándose la mano en corro? ¿Espacio reservado para la amistad y el buen rollo? ¿Zona de mucho viento no suelten a los pequeños? Están en el mismo cartel que la bicicleta. No entiendo nada.

Paro a descansar justo en la parte que limita con el campo de golf.

Analizo este deporte.

El golf consiste un 95% en arrastrar un carrito, un 4% a intentar golpear una bolita demasiado pequeña con un palo equipado con un golpeador demasiado pequeño. Y sólo el 1% meter la bolita y regocijarse.

Un hombre que no cumplirá los 50, situado a unos 20 metros lleva cuatro intentos. Desde donde estoy puedo ver con claridad que está afeitando la hierba junto a sus pies. Le grito:
- Oiga
- Sí, qué quiere.
-Un poco más a la derecha -apoyo con un gesto de la mano.

Por la manera en que ha arqueado las cejas deduzcoo que no agradece mi consejo. Una mirada desde fuera suele ayudar.

Después de mirar un buen rato a ese y a otros jugadores veo muchísimas similitudes entre el golf e ir al mercado con carrito (un 94%). Si le añadimos el agacharse a recoger los papeles que podemos encontrar en el suelo llevándolos a la papelera más cercana, el parecido alcanza el 100%. Se mueven exactamente los mismos músculos, y para darle más interés se puede llevar una libretita en la que apuntamos cuántos papeles encestamos, bien por pura satisfacción o para mejorar en el ranking del barrio. En cada papelera, con rotulador indeleble, podemos pauntar el par.

Es más gratificante ir con carrito al mercado porque casi siempre se encesta, no como en el golf. Y nuestro compañero o compañera de piso cuando volvemos con el carrito agradece de corazón que hayamos cumplido con una labor doméstica. Eso sumado a que se ahorra el riego empleado en los campos y que se pueden dejar esos grandes espacios abiertos para que empresarios avispados especulen con el ladrillo y el país progrese...

Porque para practicar el golf con carrito de la compra sólo hacen falta las instalaciones ya existentes en el propio barrio. Yo no sé a qué está esperando el Consejo Superior de Deportes para derogar el golf de una vez.

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