El otro día, no sé de qué estábamos hablando, me contó C. que a partir de los 35 es muy difícil enamorarse.
Porque, al parecer, la molécula que se estimula en el cerebro para la cosa del enamoramiento escasea o se hace la remolona, que para el caso es lo mismo.
Citaba fuentes solventes, eso me fastidió.
Vaya, con lo que me gusta a mí enamorarme...
Me quedé un poco planchado, la verdad.
- Pero Mano, no te deprimas, enamorarse es una enfermedad.
- Ya, pero como enfermedad es muy especial: todo el mundo quiere contagiarse.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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Dile a C. de mi parte que no es del todo cierto. Que precisamente, a los 35, enamorarse es un regalo, una maravillosa aventura, como a los 20, a los 40 o a los 60.
ResponderEliminarLo difícil es no enamorarse. Y peor aún, eso sí que es triste.