sábado, 31 de mayo de 2008

Un mal año

Vuelve a enamorarse fugazmente un par de veces al día o tres.

Casi siempre es de chicas que van en bicicleta.

Pero algunas es de árboles, de fragmentos concretos de cielo, de niños que corren tras las palomas o de la perspectiva oblicua de una calle bulliciosa. Aspira a que la capacidad de padecer emociones se le haga crónica. Aunque le cueste la vida. Así debe ser.

Parece como si se estuviera recuperando de esa alergia estúpida que le tuvo a la alegría. Alegría y alergia se parecen como matrimonio y manicomio.

Él era, por parte de padre, domador de leones, por parte de madre, trapecista. Y sin comerlo ni beberlo, por una vacante en el circo, acabó de fakir. Pero ya se ha cansado de dormir sobre cristales los lunes y miércoles y sobre clavos los martes y jueves. Está harto de comer chinchetas los viernes y tragar fuego los sábados. Antes de que le salga una úlcera o algo peor, dimite, y vuelve a mi auténtica vocación: payaso.

Todos tenemos un mal año.

O dos.

6 comentarios:

  1. Vaya, estoy a salvo. No sé montar en bicicleta.

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  2. Que yo sepa, nunca ha derribado a ninguna.

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  3. ¿Pero esto del análisis anual no se hace en diciembre? parece que hay premura por tener esa sensación de limpieza, orden y nuevos propósitos que nos dan las uvas.

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  4. Andá... o sea, que "él" eras tú...

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  5. No, "él" es él. O quizá "él" es tú. O nosotros o vosotros o ellos. A quién le importa si soy yo o soy tú o él. Sólo son palabras. Como tú y como yo, y como él: sólo palabras.

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  6. Pues yo sí me caí de la bici cuando me miraste...

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