Acerco la cara al suelo hasta que la nariz toca la arena. Todos los granos son diferentes en tamaño, forma y color. Es tontería que se dga que la arena de la playa es amarilla.
Pasa el tiempo y vamos apuntando cosaas de nosotros mismos. Aprendemos a defendernos de nuestros propios mordiscos. Detectamos cuando se nos va a sublevar la tristeza, cuando se avecina la euforia... uno, a estas alturas ya sabe si pertenece al grupo de esos privilegiados que saben sobrevivir sin besos o al de los que no.
Y generamos una serie de artimañas. Las primeras en torno al pudor. Que no se me note. Como niños pequeños nos metemos el dedo en la nariz pero lo hacemos sin que se nos vea. Las segundas en torno a la pura supervivencia. No arrimarse a los balcones cuando aprieta la desesperación, no apostarlo todo cuando la alegría toma el mando que sabemos que la muy perra se retira siempre de forma súbita y sin avisar.
La pregunta es por qué seguimos cagándola. Por qué seguimos acercándonos a quien nos hace daño. Por qué si nos conocemos no nos organizamos la vida prudentemente, sentados al lado de los troncos generosos del hogar.
Me he retirado a la playa contra de mis inercias. Y me he traído una niña de 9 años a la que por la noche, cuando duerme, muerdo la yugular y absorbo. Por la mañana le pongo unos espléndidos desayunos para que se recupere, no me vayan a denunciar por mal padre. Me he traído 3 libros cuando sé que a duras penas me acabaré uno de ellos. Y como gremlins se colaron en la maleta también unas manías, unas querencias que no me vienen bien, unos recuerdos dulces de esos que envenenan la realidad, conviertiéndola en lo que no es.
La arena de la playa, mirada muy de cerca, nunca engaña. Ella lo sabe todo, y no es mentirosa y simplona como los posos del café. La arena de la playa encierra todos los secretos porque nos ha visto nacer, crecer y multiplicarnos. Nos ha visto demasiadas veces acercarnos a la orilla a llorar, a reír, a gozar del sexo, a partir, a perder, incluso a ganar. El único problema de la arena, a la hora de descifrarla (y también a la de revolcarse en ella) es que tiene demasiados pixels.
En la arena de la playa voy a encontrar una pista, lo sé. Y luego la voy a seguir. Y me va a conducir a una estrella ¡o a dos! No, déjate, déjate... con una estrella tienes más que suficiente, que luego vienen los líos.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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cerca de la playa se ve la arena con muchos pixels , pero sin prespectiva y aveces hay que mirar la playa entera mirar el camino hacia la playa y coger un poco de perspectiva porque como decia Juan Gelman " de cerca todos somos un po
ResponderEliminarco raritos " y hasta la arena deja de ser amarilla, eso si" por los pixels"