Viene el amigo y me cuenta que a + b es igual a c.
Yo no le entiendo mucho pero le quiero y le apoyo.
Él sabe que le apoyo en sus ecuaciones, hasta el infinito y más allá.
Viene otro día y me cuenta que a + b es igual a d.
Tampoco le entiendo, pero le quiero y le apoyo.
Y no me canso de escuchar sus mismas ecuaciones con distintos resultados.
Prefiero verle contento que triste ¡pues claro!
El sabe que yo no puedo ayudarle porque las matemáticas son una cosa muy íntima,
cada uno tiene las suyas y no se pueden compartir.
Así que se va y sigue dándole vueltas.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
jueves, 28 de agosto de 2008
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