Trabajé el aire
se lo entregué al viento:
voló, se deshizo,
se volvió silencio.
Por el ancho mar,
por los altos cielos,
trabajé la nada,
realicé el esfuerzo,
perforé la luz
ahondé el misterio.
Para nada, ahora,
para nada, luego;
humo son mis obras,
cenizas mis hechos.
Y mi corazón
que se queda en ellos.
A. González
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
martes, 26 de agosto de 2008
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