Tienen las personas humanas un defecto de fábrica gravísimo.
Que es el acostumbrarse. El no valorar las cosas que tenemos.
Sólo por el hecho de que algo esté a nuestro alcance ya nos parece menos.
La cuarta vez que comes ostras te puedes desmarcar con un: "pues no es para tanto".
Si te vas a vivir a la orilla del lago más hermoso, al cabo de una semana te pasearás por allí con indiferencia. Como si te lo merecieras. O como si fuera Albacete.
Sería estupendo podernos operar y así descubrir el sabor del pan tierno y todos sus matices cada nueva mañana, la sensación gloriosa del agua fresca en la boca. Conseguir que cada atardecer desde nuestra ventana sea un espectáculo nuevo y nos arranque un aplauso.
Pero las personas humanas tenemos un defecto de fábrica, que es una incapacidad para valorar lo que tenemos cerca.
Y por eso después de un mes no le dices: "Pero mira que es bonito despertarse a tu lado"
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
martes, 16 de septiembre de 2008
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