Hoy es el primer día del otoño.
Da igual lo de la inauguración oficial el día 21, cuando cambia el olor, cuando la luz es otra, entonces ha llegado el otoño, el calendario no tiene mucho que decir.
Es agradable por el cambio. Bueno, eso para mí que me gustan los cambios.
He visto amanecer, la pantalla del ordenador y un trozo de cielo que primero era negro, luego gris rarísimo y ahora blanco. Las ventanas siguen abiertas por la inercia del verano, contrapongo al sueño y al fresquito un té.
Reina un silencio profundo en el edificio, o mis vecinos no se han despertado lo han hecho con la cadencia de la oruga.
Añoro una galleta oreo, quizá un beso calentito; pero alojo una alegría íntima, del tamaño de una pepita de oro. Porque hoy es el primer día del otoño y a mí me gustan los cambios.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
viernes, 21 de septiembre de 2007
lunes, 17 de septiembre de 2007
El perro-pequeño
No soy muy de perros. No me proyecto lo bastante con ellos, pefiero un rosal, un laurel o una parra. Además al laurel no hay que sacarlo a hacer sus cosas.
Tendría yo unos 17 e iba por la calle con mi amigo A. Nos cruzamos con una señora que llevaba un perro pequeño, perro-birria, diría yo. El chucho se puso a ladrarme como si tuviera dentro a la niña del exorcista poseída a su vez por el diablo. Tiraba de la correa como para soltarse y atacarme. Yo le pegué cuatro voces y amenacé patada. El perro se enfureció más aún. El rifirrafe duró unos segundos eternos, pasé nervios y, he de reconocerlo, también miedo. La cosa terminó con la señora regañándome a mí y defendiendo a su chucho infame.
Mi amigo A. que era (y es) hombre de muchas luces y templado me dijo que los perros pequeños son más propensos a la bronca que los grandes porque tienen miedo. Parece ser que todo a su alrededor les resulta gigante y amenazador. Según él, y yo me fío, el complejo de inferioridad del miniperro le lleva a enfrentarse y ladrar a la primera de cambio.
Y yo creo que a las personas nos pasa exactamente lo mismo. Cuando estamos perropequeño nos envalentonamos y nos ponemos arrogantes y agresivos y en cambio en épocas de paz a lo mastín del Pirineo, no nos alteramos, somos conciliadores y condescendientes.
Detrás de gritos, amenazas e insultos suelen encontrarse flaquezas terribles. O eso me parece a mí.
Como no soy monje budista es normal que ante un perro canijo cabreado en un primer momento desee que le caigan encima un par de apisonadoras. Pero en un segundo o dos, me reconduzco, me equilibro y racionalizo... habla chucho que no te escucho: ommmm.
Tendría yo unos 17 e iba por la calle con mi amigo A. Nos cruzamos con una señora que llevaba un perro pequeño, perro-birria, diría yo. El chucho se puso a ladrarme como si tuviera dentro a la niña del exorcista poseída a su vez por el diablo. Tiraba de la correa como para soltarse y atacarme. Yo le pegué cuatro voces y amenacé patada. El perro se enfureció más aún. El rifirrafe duró unos segundos eternos, pasé nervios y, he de reconocerlo, también miedo. La cosa terminó con la señora regañándome a mí y defendiendo a su chucho infame.
Mi amigo A. que era (y es) hombre de muchas luces y templado me dijo que los perros pequeños son más propensos a la bronca que los grandes porque tienen miedo. Parece ser que todo a su alrededor les resulta gigante y amenazador. Según él, y yo me fío, el complejo de inferioridad del miniperro le lleva a enfrentarse y ladrar a la primera de cambio.
Y yo creo que a las personas nos pasa exactamente lo mismo. Cuando estamos perropequeño nos envalentonamos y nos ponemos arrogantes y agresivos y en cambio en épocas de paz a lo mastín del Pirineo, no nos alteramos, somos conciliadores y condescendientes.
Detrás de gritos, amenazas e insultos suelen encontrarse flaquezas terribles. O eso me parece a mí.
Como no soy monje budista es normal que ante un perro canijo cabreado en un primer momento desee que le caigan encima un par de apisonadoras. Pero en un segundo o dos, me reconduzco, me equilibro y racionalizo... habla chucho que no te escucho: ommmm.
miércoles, 12 de septiembre de 2007
martes, 11 de septiembre de 2007
Enfermedad
El otro día, no sé de qué estábamos hablando, me contó C. que a partir de los 35 es muy difícil enamorarse.
Porque, al parecer, la molécula que se estimula en el cerebro para la cosa del enamoramiento escasea o se hace la remolona, que para el caso es lo mismo.
Citaba fuentes solventes, eso me fastidió.
Vaya, con lo que me gusta a mí enamorarme...
Me quedé un poco planchado, la verdad.
- Pero Mano, no te deprimas, enamorarse es una enfermedad.
- Ya, pero como enfermedad es muy especial: todo el mundo quiere contagiarse.
Porque, al parecer, la molécula que se estimula en el cerebro para la cosa del enamoramiento escasea o se hace la remolona, que para el caso es lo mismo.
Citaba fuentes solventes, eso me fastidió.
Vaya, con lo que me gusta a mí enamorarme...
Me quedé un poco planchado, la verdad.
- Pero Mano, no te deprimas, enamorarse es una enfermedad.
- Ya, pero como enfermedad es muy especial: todo el mundo quiere contagiarse.
viernes, 7 de septiembre de 2007
Inteligencia Emocional
Axioma 217:
Si eres empático y tienes mucha inteligencia emocional acaban cayéndote unas hostias como panes.
Con perdón.
Qué me tiene que importar a mí si fulanito se agarra el canasto de las chufas, se enajena y me monta el pollo. me lo pregunto yo.
Pues sí, me traigo el disgusto a casa.
También es verdad, por otro lado, que cuando mi amigo F. está feliz, lo disfruto como propio. Lo mismo si mis actrices favoritas chispean, se enamoran y gozan de la vida y sus regalos. Me hace sentirme bien.
También me lo traigo a casa.
Si eres empático y tienes mucha inteligencia emocional acaban cayéndote unas hostias como panes.
Con perdón.
Qué me tiene que importar a mí si fulanito se agarra el canasto de las chufas, se enajena y me monta el pollo. me lo pregunto yo.
Pues sí, me traigo el disgusto a casa.
También es verdad, por otro lado, que cuando mi amigo F. está feliz, lo disfruto como propio. Lo mismo si mis actrices favoritas chispean, se enamoran y gozan de la vida y sus regalos. Me hace sentirme bien.
También me lo traigo a casa.
lunes, 3 de septiembre de 2007
Sin esperarlo
Me trajo en coche a casa.
Por el camino me dijo "el raro eres tú"
Mientras, calle a calle, yo la orientaba.
Lo dijo porque no me gustan las despedidas de soltero.
Ni las chicas que se desnudan sin ganas.
Ni las tetas de silicona.
Ni los oficinistas vestidos de torero.
Nos quedamos charlando hasta las tantas.
Le dije: me gusta hablar contigo.
Es bonito ser ola, sin esperarlo. Dejarte ser barca.
Hablamos.
De infidelidades, de mentiras, de verdades
de lágrimas, de besos...
de lo terapeuticos que resultan los abrazos.
De los amigos, de las amigas, de los amantes.
de padres, de hermanos...
De la urgencia de amar a destajo,
de lo imperioso de amar a todos lados.
Reímos.
Casilloramos.
Nos quedamos charlando horas y horas.
Me dijo: me gusta hablar contigo.
Acompasados.
Es bonito ser barca. Dejarte ser ola.
Sin esperarlo.
Por el camino me dijo "el raro eres tú"
Mientras, calle a calle, yo la orientaba.
Lo dijo porque no me gustan las despedidas de soltero.
Ni las chicas que se desnudan sin ganas.
Ni las tetas de silicona.
Ni los oficinistas vestidos de torero.
Nos quedamos charlando hasta las tantas.
Le dije: me gusta hablar contigo.
Es bonito ser ola, sin esperarlo. Dejarte ser barca.
Hablamos.
De infidelidades, de mentiras, de verdades
de lágrimas, de besos...
de lo terapeuticos que resultan los abrazos.
De los amigos, de las amigas, de los amantes.
de padres, de hermanos...
De la urgencia de amar a destajo,
de lo imperioso de amar a todos lados.
Reímos.
Casilloramos.
Nos quedamos charlando horas y horas.
Me dijo: me gusta hablar contigo.
Acompasados.
Es bonito ser barca. Dejarte ser ola.
Sin esperarlo.

sábado, 1 de septiembre de 2007
Verbos
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