miércoles, 16 de abril de 2008

La cajera

El otro día estaba en uno de los lugares más inspiradores de mi universo cotidiano.

Sí, eso es, por supuesto: la cola de Caprabo.

Reflexionaba sobre la excesiva rotación a que somete Caprabo a sus cajeras, siendo, como son, un eslabón clave en la relación con el público. Y un puesto que requiere del trabajador una entrega muy grande, concentración, postura incómoda, frío en invierno, calor en verano y tener que decirle a los chavales que el carnet de la piscina no vale para comprar alcohol los viernes. Después de piloto de Jumbo, el de cajera es el puesto más estresante que se me ocurre.

Ahí andaba yo, elevando a las cajeras al Olimpo del mundo laboral cuando de repente se paró la cadena y también, bruscamente, mi pensamiento. Se me despeñaron varias. Por las laderas del Olipmo, quiero decir. La culpa fue de una señora con unos pendientes bastante caros y unos zapatos marrones muy vulgares que recriminaba a la cajera que no le había hecho el descuento de los vales.

"Que no puedo, señora, porque me los ha dado después de que cerrara la cuenta"

Pero la otra insistía.

La cajera acosada era muy joven, gordita y con piercing. Las cajeras con esa apariencia son mis segundas favoritas después de las macarras que llevan el pelo teñido o con corte punky.

"Pues que me des unos chicles o algo" decía la señora fuera de sus casillas.

En vez de el "te saco los ojos, cacho desgraciá" que anunciaba su mirada la gordita cogió el micrófono y dijo "Señorita Vanesa, señorita Vanesa, acuda a caja 7". Lo hizo con ritmo y dulzura y yo añadí la capacidad de transmutación instantánea a los talentos que hasta ese momento asignaba a las cajeras.

Acudió la señorita Vanesa, a la sazón la jefa de cajeras, a ver qué pasaba en la 7 y se hizo cargo de la situación con un savoir fair insoslayable. Puso cara de candidato ante la cámara. Hizo una pausa dramática en plan diosa fortuna con la balanza y aseguró, con rotundidad, investida de la legitimidad que su chapa en el pecho "Srta. Vanesa - Encargada - Caprabo" le otorgaba:

"No nos lo permite el sistema".

¡El sistema! Fíjense ustedes, ¡¡EL SISTEMA!! y ahí incluía no sólo a la máquina en sí, sino a la red completa del supermercado, y la red entera de la empresa, y el hardware y el software y el departamento de informática entero y el consejero delegado que no va a las reuniones pero cobra como los demás... y hasta la conferencia episcopal y el Consejo de Estado. y la Asociación de padres del Colegio Divino Redentor, y el encargado de apagar las luces del Thyssen y el pobre de los cartones y el ministro de Administraciones Públicas. Y en un instante todos los clientes supimos que si la cajera le daba los chicles a la señora estábamos retirando una pieza que podía hacer que toda la estructura social se tambaleara y cayera como un castillo de naipes o de dominó que es lo mismo.

Y la señora que llevaba la soberbia, los pendientes caros y los zapatos marrones tuvo que replegar y tomar el camino de la puerta.

Y yo pagué mis donuts y volví a casa consciente de por qué habían ascendido a la Vane, y tranquilo de vivir en un país donde triunfa la justicia.

1 comentario:

  1. Creo que compramos en el mismo Caprabo.

    Y hipopotamitos no compraste?

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Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...