Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
lunes, 6 de febrero de 2006
Otra playa
Después de comerme una ensalada mixta y media de adobo de pintarroja con una clara decido caminar.
En febrero las playas del Mediterráneo están casi vacías. La gente, que somos así.
En un momento dado me quito los zapatos y me acerco a la orilla. Llegado este punto he de explicar que las playas se pueden caminar transversalmente, longitudinalmente o al tuntún. Yo he optado por la segunda forma.
Ahora las olas mojan a intervalos mis pies.
Son las tres y media de la tarde, tengo treinta y seis años y reparo en que tengo pies.
Tengo, además, todo el mar que quiera para mojármelos.
¡Cómo no voy a sentirme un hombre afortunado!
Por tener, tengo incluso unos zapatos. Para después.
Tengo la cabeza para apreciarlo, el corazón para sentirlo, la memoria para recordarlo y poder contártelo mañana. Todo más o menos en buen uso.
Algún día quizá me fallen los pies. O la cabeza o el corazón o la memoria.
Quizá algún día me falte el mar.
Recuérdame entonces que me invente otra playa.
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Quizá algún día nos falten las manos.
ResponderEliminarCuando eso llegue... dinos dónde está tu nueva playa.
La última vez que estuve en una playa en esas mismas condiciones (es decir, fuera de temporada, sin nadie molestándome) se me olvidó quitarme los zapatos mientras miraba cómo se acercaban las olas.
ResponderEliminarA mi lado hubo risas. Hubo fotos. Hubo magia. Intensidades al lado del mar, al borde del norte.
Me alegro de que tú no olvidaras quitártelos.
Puestos a inventar, que sea una playa de un mar precioso todavía sin nombre. Una playa, de arenas blancas, que no figure en ningún mapa.
ResponderEliminarPuestos a inventar, que suene el mar, huela a sal, caliente tibiamente el sol.
ResponderEliminarPuestos a inventar, que estés tu, sea quién sea ese tú.
unas veces el corazón me pierde y pierdo la cabeza, otras la memoria se va y otras no quiere irse.
ResponderEliminarOjalá nunca dejemos de tener los pies en el mar, en cualquier playa
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarSon las tres y media de la tarde, tengo treinta y seis años y reparo en que tengo pies.
ResponderEliminarTengo, además, todo el mar que quiera para mojármelos.
¡Cómo no voy a sentirme un hombre afortunado!
¡Que frases más bellas!
Me encanta pasear por la larga playa de mi pueblo, sobretodo en invierno cuando solo hay gaviotas, jubilados y perros. Y si no queréis secuestrar arena en vuestros zapatos para luego tirarla a la basura... ¡a descalzarse!
Me ha gustado tu blog y tu manera de ver la vida. Si no te importa te agrego a los links del mio (recién nacido). Saludos.