viernes, 28 de abril de 2006

Drogas baratas

Tengo un sofá lleno de cedés. Tengo unas cortinas llenas de cedés. Cedés de colores. Ayer me bajé un programa que se llama Google Earth y me dí una vuelta por el mundo sin salir del cuarto. No hay manera más barata de viajar. Estuve en tu casa, por cierto, antes de ir a Camboya.

Suenan las gotas en el techo de la cocina y suena el agua recorriendo el canalón, suena alguna sirena de fondo, algún coche que pasa por la calle... a mí me gusta que suene, mientras hay ruido hay ilusión. No me imagino a un león de Kenya consultando al veterinario porque los grillos y los cárabos no le dejan dormir. La ciudad suena, a veces suena más y a veces menos, a veces arrulla y a veces irrita. Pero no se puede pretender una ciudad en silencio porque eso es una contradicción y además una horterada.

El cielo de Madrid está lechoso y anaranjado. Llueve mansamente sobre una ciudad que se lo merece. Yo suelo elegir estos días para poner dos lavadoras, ya ves, y luego no sé que hacer con la ropa y la pongo por los radiadores y por aquí y por allá y acaba la casa como una tienda de trapos oliendo a perlán.

Me pone respirar, y a veces respirar me mata.
Me pone el calorcito de un cuerpo en la cama.
Me pone un libro, una canción
y a veces un libro o una canción me matan.
Podría ir de camello en camello
pero, ya ves, me conformo con drogas baratas.

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