Tenemos el no y tenemos el sí.
Damos el no y damos el sí.
Compartimos el no y también el sí.
Hay gente de no.
Y hay gente de sí.
Aunque la mayoría somos sí o somos no
dependiendo del día.
Lleva ya un par de semanas instalada en el no.
No para mí, no para ella y no para todos sus compañeros.
Al principio, yo le hacía cosquillas, le metía la mano debajo de la blusa (eso siempre le ha hecho reír, y la risa es el paradigma del sí) pero ya no. Ya todo no, de un tiempo a esta parte todo es no.
Me pregunto qué habrá después de sus noes, aparte de tierra quemada. Me pregunto si nacerán síes tímidos, o habrá un gran sí que se ocultaba debajo de todos esos noes.
No lo sé. Y no sé si me quedaré hasta el final. Para preservar mi ramillete de síes preferidos yo también debo decir, alguna vez, no.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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