No ocurren las cosas cuando las deseamos. Ocurren cuando ellas quieren. Las cosas son muy suyas.
Llegan los trenes y, si no subimos, pasan.
Hay gente que ve pasar los trenes y gente que sube a ellos. No hay más.
"Es que no estoy completamente seguro de que este sea el momento en el que deba tomar esta decisión, es demasiado importante, puede cambiarme la vida" la frase era demasiado larga para una simple rana. No dio el salto y le pasó por encima la rueda del tren. Una rueda, dos ruedas, tres ruedas, así hasta veinte ruedas. La charca estaba al otro lado y el metal del rail estaba tibio y agradable al atardecer.
Así es la vida, un tren que nos arrolla, que no pregunta.
No ocurren las cosas cuando las deseamos. Ocurren cuando ellas quieren.
Y así somos nosotros, ranas, muy poquito más. Ranas pretenciosas.
Por eso, si ves una escalera en medio de la calle, aunque no lo entiendas, aunque no lo esperes, aunque no fueran tus planes, tómala. Quizá lleve al cielo.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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