martes, 7 de junio de 2005

El Glamour

.....Yo, de pequeño, tenía glamour. Podía tener tanto glamour como los hijos de Isabel Preisler. Fíjense si tenía glamour que las vecinas se lo decían a mi madre: ¡Cuánto glamour tiene el niño!. En la panadería, en el kiosco donde compraba cromos... todos lo notaban. Incluso en el cole: llegaron a ponerme el mote de Luisito el Glamouroso.

.....Normalmente los niños pierden el glamour cuando empieza a salirles la pelusilla del bigote, los gallos, cuando se llenan de granos y les crece la nariz. No fue mi caso, asumí las transformaciones de la pubertad con el glamour intacto. Pero hete aquí que la situación económica familiar tuvo una pequeña recesión coincidiendo con la crisis del petróleo de 1976 (coincidió con la recesión, y a mi madre le gusta remarcarlo, pero comenzó el mismo día en que mi padre se aficionó a las tragaperras y se terminó en el momento en que mi madre, harta, lo sacó del bar a pescozones con un frase prodigio de síntesis: “como vuelvas, te rajo”).

.....Mi madre, durante el tiempo que duró la crisis del petróleo (o la afición de mi padre), empezó a sustituir el pan con chocolate de la merienda por bocadillos de mortadela. Sin darme cuenta le fui cogiendo el gusto a esos bocatas y perdiendo irremediablemente el glamour. Porque no es la mortadela en sí lo que perjudica, sino el comerla con deleite. Nos dimos cuenta demasiado tarde. Al principio mi madre no sabía a qué achacarlo pero, una tarde, ya mi glamour estaba por los suelos, según acababa el bocata me eché un regueldín y zas el poco glamour que me quedaba se esfumó en un instante. Probablemente esto no habría ocurrido con una mortadela italiana de a 3500 pelas el kilo. Pero a mi me tocaba una semana la sevillana, la de aceitunas, y otra chopped. Mira que luego mi madre intentó recuperrar aquel esplendor mío con ibéricos de pata negra, fuet del Penedés y fuagrás de oca francesa de verdad, pero todo fue en vano.

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Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...