jueves, 21 de julio de 2005

Sarandonga

Ayer volvimos a encontrarnos en Sarandonga.
Sarandonga pasa una vuelta la tuerta de lo hortera y por eso deja de ser Torremolinos y se hace chic. Aunque hay teorías.
Una de las mejores frases para entender el ambiente de este garito es la que dijo N. volviendo de la barra un día: "Se me ha acercado un tipo y me ha mirado y me ha entrado de la misma manera que lo hacían en la discoteca de mi pueblo cuando tenía 16".
Puede que Sarandonga sea el último reducto en Madrid del ¿estudias o trabajas? mirándote descaradamente a las tetas. Será por eso que tiene algo de ecosistema en peligro de extinción, algo de zoo antiguo. Las sofisticaciones son superfluas y los prejuicios hay que aparcarlos al entrar, de otra manera no te dejan pasar. Se suda. Se baila bastante fácil. Será por eso que casi siempre acabamos allí.

miércoles, 20 de julio de 2005

La digestión



1. las cosas que dije
2. lo que me callé
3. los deseos atrapados en los dedos
4. la brisa que bañaba las almohadas
5. el miedo
6. el mal tiempo
7. el gris que llegó de la calle
8. los presentimientos

Tengo ganas de aplastar el reloj con un martillo, para vengarme así de la insolencia de ese minutero. Darle el finiquito a la tristeza, llegar por fin a un acuerdo sobre la cuantía de su indemnización, despedirla de forma improcedente.

Tengo ganas de sacarme el veneno de una vieja mordedura, declarar inaugurado este pantano, ponerle nombre y apellidos a las lágrimas que quedaron atrapadas.

Yo era de esos niños que se quitaban la costra, metiendo la uña por el borde de la herida, apretando los dientes. Algunas veces debajo estaba la piel tierna y rosa. Promesas. Otras me precipitaba y aparecía un beso rojo como una gota de sangre.

-Sólo quiero de ti una cosa: todo.

Y ella pensó que era una frase bonita.

martes, 19 de julio de 2005

Marina

Hola Marina,
soy los lazos que te cogen la muñeca,
soy el aire que toca tus hombros,
las curvas de tu pelo,
el insecto que intentas atrapar
con esa ventana pequeña
que sujetas con dos manos.

lunes, 18 de julio de 2005

Pinchos



Un día un hombre elevó una lanza contra el cielo.
Luego la dejó quieta, apuntando hacia arriba.
Después no había edificio muy importante, medio importante o poco importante que no tuviera su pincho o varios pinchos dirigidos al cielo.
No se sabe si aquel hombre elevó su lanza para defenderse o para atacar.
No se sabe si fue por arrogancia o por miedo.
No estoy seguro de que esos espinos oxidados puedan nada contra las tormentas, los soles inclementes o el viento del norte. Pero si yo fuera cielo preferiría yacer en una bahía en calma, o en un océano arrugado antes que sobre una ciudad.
Eso sí, teniendo cuidado de no clavarme los veleros.

domingo, 17 de julio de 2005

Daniel y yo

El viernes pasado quiso el destino que coincidiéramos Daniel Barenboim y yo en la Plaza Mayor de Madrid. A los dos nos había encargado un bolo el Ayuntamiento. Ahí se acaban las coincidencias. Bueno, no, hay otra: como todo el mundo sabe Daniel y yo somos músicos. Él tiene la ventaja del apellido, muy muy musical, Baremboin suena a redoble de timbales, no me digáis que no. El mío en cambio suena a embutido, yo habría tenido más futuro en el ámbito de la charcutería, pero no me importa, apechugo con mis carencias e intento superarlas con ánimo y trabajo.

Yo le envidio a Daniel el oído. Y él a mí la edad. Muchas veces me dice: joder tronco, si yo tuviera 35... (es una traducción libre, porque Daniel y yo hablamos en alemán, normalmente). Yo pienso: te jodes como Herodes, pero le digo: Ay Daniel, si yo tuviera tu oído... Por no desanimarlo.


Llegué a la Casa de la Panadería y un maromo de casi dos metros de estatura, muy aseado, con un auricular (pensé en un primer momento que estaría escuchando el partido, pero ayer no había partido) me dijo que no se podía pasar. Podía haberle explicado mi relación con Daniel pero opté por algo más rápido, decirle que trabajaba en lo de Alatriste. Estos chicos tienen un nivel de inteligencia muy elevado, pero les pagan para que lo disimulen celosamente, así que le tuve que echar una mano.
-¿No te han dado una lista de personas autorizadas, machote?
Lo de machote fue adrede, halagar la virilidad suele dar muy buenos resultados, a mí me lo hacen mis amantes y yo se lo hago a los seguretas. Mi nombre estaba en la lista y él solito fue capaz de encontrarlo. Lo felicité efusivamente y subí al cuarto piso.

Como camerino, un despacho abandonado es cutre, pero hay que reconocer que éste tiene unas vistas increibles. Desde ahí saqué la foto que ilustra este post y que demuestra la injusticia de que había muchísima gente de pie y, a la vez, asientos libres, en la zona de invitados. Eso está muy feo, y es más propio de la época feudal que de un alcalde enrollao en 2005.

sábado, 16 de julio de 2005

Avión

Me gustan los aviones. He hecho un vuelo magnífico hacia una parte del mundo que si no vas te crees que no existe. Siempre me pasa lo mismo con estos viajes largos. Llegas, miras, escuchas y empiezas a pensar, que es una costumbre que llevo mucho tiempo tratanto de quitarme de la cabeza. ¿Qué pienso? Que esa gente duerme cuando tu cenas, desayuna cuando tu duermes, trabaja cuando tu te desperezas... Te llevan seis horas de ventaja. Vamos, que el hombre llegó a la Luna allí antes que aquí, y eso es terrible, la verdad.

Me gustan los aviones. Uno se metió a fumar en el baño y casi le abren la puerta para que se fuera, pero ablandó el corazón del sobrecargo cuando le dijo que a 12.000 metros de altura no se orientaba lo suficiente, que otra cosa sería que lo echaran a 7.634, que empieza a serle todo más reconocible porque de cerca ve mejor.

Me gustan los aviones. En primera van tumbados y en segunda (tercera, incluso) practicamos una serie de movimientos sensuales antes de encontrar la postura, lo cual se produce justo cuando te traen la cena o el desayuno.

Me gustan los aviones. ¿Lo he dicho?

La cena

Quedo a cenar con una amiga. Dos horas y media de cena, en concreto. Un helado de yogur búlgaro pone el punto final. Me caigo de sueño. Es miércoles y siento cierto aburrimiento. No soy el que era.

viernes, 15 de julio de 2005

F.

Los amigos no deben hace ciertas cosas. Una de ellas es derribar a tus mitos. Fanny Ardant, sin ir más lejos que dos post más abajo. Resulta que va O. y me cuenta que la ha visto chupando el cuchillo. Yo sé que la Ardant debe chupar el cuchillo como nadie, porque cuando una persona tiene la boca que tiene ella es por algo. Pero me ha sumido en una dicotomía de la que no puedo salir: Fanny Ardant o mi aversión hacia las/los que chupan el cuchillo. Esa es la cuestión.
Podría hacerme el despistado: no he leído nada porque estoy tan atareado en estos días pre vacacionales que ni al blog entro, oye. Pero, no. He entrado. Y he visto a Fanny Ardant chupando el cuchillo. Y me da igual que fuera después de comerse un delicioso y deconstruido plato en 10 bocados. No me ha hecho efecto. Cierro los ojos y la veo, increíble, lanzando bocados al aire. Pienso que alguno me tocará y... debo dejar de escribir.

jueves, 14 de julio de 2005

Botas

Miro las botas emparejadas al lado de la cama.
Sucias. Viejas.
No pueden disimular, llevan muchos caminos a cuestas.
Si me quedo en silencio parece que respiran. No apuntan hacia mí, sino hacia la ventana, hacia el exterior. Como el perro que araña la puerta para que lo saquen, mis botas siempre están dispuestas. Soy yo quien duda, ellas nunca se pararon en seco ni se negaron a saltar. Soy yo quien tiene miedo.

lunes, 11 de julio de 2005

Lenguas y cuchillos

La otra noche me invitaron a cenar en un restaurante caro. Era un sitio muy agradable, bien decorado, cómodo y sin petulancias. La comida estaba muy rica. Osea que era caro para mí, para lo que daban podía ser hasta barato. La camarera era muy guapa, llevaba una blusa blanca, corta, que dejaba ver un trozo de piel -carne- entre el ombligo -que no se veía- y la cinturilla del pantalón negro. Se movía como si las exquisiteces de la carta colmaran los apetitos de los clientes con holgura y ninguno se fuera a fijar en la carne de la camarera. Supongo. Pero se equivocaba.

No iba yo a contar lo de la camarera sino otro suceso más sabroso: tres mesas más allá estaba sentada una mujer bellísima. Al principio no la reconocí, pero, justo al terminas el foie con cinco apellidos... ¡coño! -perdón, quise poner "recórcholis"- pero si es Fanny Ardant. ¡Qué lástima que no esté aquí mi amigo F. Es que F. ha hecho público en muchas ocasiones que bebe los vientos por esta diva del cine. Disfruté de la cena, del lugar, del trozo de carne de la camarera, de la contemplación de Fanny Ardant, y -por adelantado- disfruté de contárselo a F. Ya me imaginaba: ¿a que no sabes a quien vi la otra noche?. Y me relamía. Es que soy muy disfrutón.
No os podéis imaginar con qué delicadeza pinchaba Fanny Ardant un trozo, se lo llevaba a los labios y cuando mi corazón daba un vuelco pensando en que se iba a estrellar contra la boca cerrada, la abría, justo en el último instante. ¡Qué coordinación! En 10 bocados dio cuenta de un Terriné de verduras acarameladas con virutas de jadeos de naranja y espuma de ajonjolí macerado a la esencia de ajete silvestre Chantyllón... poco hecho. Los conté, 10. Y después de masticar el último, se acercó el cuchillo a la boca y lo chupó.

Ahí yo tuve una macedonia de sentimientos enfrentados porque, por un lado el gesto me parecía burdo, de persona poco cultivada, pero por otro estaba lleno de sensualidad. Y de precisión, porque no se cortó la lengua o, si lo hizo, se tragó toda la sangre, que allí nadie se dio cuenta. La macedonia de sentimientos se me convirtió en incertidumbre e irritabilidad al no poder decantarme entre si que Fanny Ardant chupara el cuchillo al terminar un plato -lo hizo también con el segundo y con el postre- era una ordinariez y debía servir para que yo la destronara del Olimpo de mis insomios o en cambio era signo de sublime espontaneidad y merecedor de que yo destronara a todas las demás inquilinas dejándola a ella sola, y añadiera dos pisos a ese Olimpo y le instalara un jacuzzi.

Mis compañeros de mesa me notaron que estaba perdido en cavilaciones porque no probé el postre: Helado de leche bastante merengada con raspadura de limón sobre sopa fría de mango y crujiente de suspiros de chocolate -el crujiente de suspiros de chocolate era en realidad chococrispis macerados en el bolsillo de una niña de colegio de monjas, lo juro.
Cuando terminamos cogí mi bolso y dejé las elucubraciones, que no me gusta a mí llevarme nada de los restaurantes. Pero no pude evitar, al pasar a su lado, afinar el oído por si se le escapaba un eructito y jurarle amor eterno mirándole a la boca.

sábado, 9 de julio de 2005

Insectos

Me he levantado con una tristeza esta mañana. Pequeña pero insistente como un mosquito en una noche de verano. Puede que sea de origen hormonal.
Me he despertado un par de veces cuando amanecía, me incomodaba el aire fresco que entraba por la ventana y había unos cuantos fantasmas tirando de las sábanas, viejos conocidos.
No se puede llamar a la comisaría y decir: por favor, vengan a llevarse unos fantasmas que me están molestando como ciudadano. Otro fallo del sistema.
No se puede llamar tampoco al zoo: tengo un ejemplar macho, otro hembra y un tercero al que no alcanzo a ver los genitales, se los regalo.
Me he levantado con una tristeza pequeña esta mañana. Antigua, profundamente mía, no voy a negarlo. He puesto un disco de Dinnah Washington por toda la casa para exorcizarla. Me he preparado una ensalada de lechuga y un sandwich de nocilla (ante el juez sólo reconoceré medio).
Al final he acabado en el blog.
El blog es como la maquina que llevaban los cazafantasmas de la película del mismo titulo, te permite abrir cajitas y meter en cada una un espectro. Cuando los miras una semana después ya no dan miedo. Pero tengo que mandar un email al soporte técnico de blogger, para decirles que mejoren el software, que corrijan el código, porque a veces los fantasmas se escapan. Y entonces vuelan hasta mi cama, empiezan a zarandearme tirando de las sábanas, abren la ventana sin permiso, y me levanto con una tristeza pequeña pero incordiante como una mosca en una siesta.

jueves, 7 de julio de 2005

Miércoles

Ayer había quedado con Javier y Mercedes para recoger el vestuario. Llegué tardé y con el desasosiego que me produce dormirme en el metro: sobresaltos a cada estación. "Madrid ya está eliminada, sólo quedan París y Londres" dijo Javier. Sentí cierta alegría. Parecida a la que tenía el día anterior ante la perspectiva de que nos dieran las olimpiadas. No puede ser que me alegre si nos las dan y que, cuando me dicen que no, enseguida le vea ventajas y me alegre también ¿a ver si va a ser que no tengo personalidad?

Esto pensaba mientras acarreábamos las bolsas hacia un taxi con lanza de Don Quijote y todo. Mercedes y Javier hablando de cosas suyas de actores, que yo no les entiendo mucho pero bueno. Que si fulanito o menganita están en esta o aquella serie. No es que no conozca a los aludidos, es que ni siquiera conozco las series. "Sí, hombre sí, ¿Cómo no le vas a conocer? el que hacía de empleado de la pescadería en Gente del Barrio de Telecinco".

La lanza de Don Quijote no cabía en el taxi, yo pensaba que el taxista nos iba a mandar a paseo (literal) pero se buscó la vida y la llevamos asomada por la ventana. Én este año Quijotesco en el que se ha inventado todo sobre el personaje de Cervantes a nadie se le ha ocurrido poner lanzas en los taxis (espero que la Fura no lea este blog porque no lo tengo registrado). Perdimos la punta en el recorrido desde Antón Martín a la Plaza Mayor, la de la lanza, que era de plástico pero parecía de verdad, y me extraña, porque no nos cruzamos con ningún molino.

martes, 5 de julio de 2005

En la distancia

Veo Madrid diferente a 13.000 kilómetros de distancia. Es algo curioso. En la soledad de mi habitación de hotel, a las 02.52 de la madrugada, miro alrededor y veo edificios altos iluminados, una bahía hermosa con barcos flotando y oigo el zumbido del aire acondicionado. Tengo el cuerpo machacado, pegajoso por la humedad y la boca maltrecha por el cigarrillo de última hora. Me voy a dormir solo. Como ayer. La echo de menos. Mucho. En la distancia todo se ve diferente.

lunes, 4 de julio de 2005

Fidelidad

Entro en Caprabo. Compro ocho cocacolas laitlimón, una bandeja de setas, un filete de fletán y cuarto de jamón york.
Lo pongo en la cinta mientras miro a la mujer que va delante de mí. Miro lo que ha comprado: san jacobos congelados, gratinado de berenjenas congelado, pizza congelada, patatas prefritas congeladas y una caja de helados. Y también le miro el culo, acorde a lo que ha comprado, anodino y frío.
Sé que la cajera me preguntará si tengo tarjeta de fidelidad de Caprabo, y ya me empiezo a poner nervioso. Pero si le he contestado varias veces, a todas y cada una de las cajeras, que no. ¡Que no!, ¡que no! Esta es la del piercing en la ceja, a ésta también, concretamente el viernes.
.....-Once euros con veinte ¿tiene tarjeta de Caprabo?
.....-No
.....-¿Quiere hacérsela?
.....-Fidelidad... si yo le contara.

viernes, 1 de julio de 2005

Manías

¿Mera excentricidad, enfermedad mental o algo intermedio? ¿Qué son, en realidad, las manías? Se lo pregunta The New York Times esta semana. Algunas de las que ¿tengo? ¿sufro? son:

-Vestirme por el lado izquierdo.
-Ponerme primero (en invierno, of course) los calcetines.
-Excomulgar a quienes chupan un cuchillo o muerden los cubiertos cuando comen.
-Comer helado si está muy duro.
-Tener un lápiz a mano cuando trabajo.
-Escuchar la música alta.
-Eludir las líneas de la acera mientras camino.
-No me gusta el color marrón.
-Me gusta el verde.
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Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...