Me meto en mi cama vacía.
Y, antes de dormirme, la quiero un rato.
Quedamente.
En voz baja.
Como quien musita una salmodia.
Para que no se despierte.
La quiero sin su consentimiento,
sin su conocimiento, de extranjis.
Le escribo y no le mando.
Como dicen en el metro:
"No es por vicio, es por necesidad"
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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