jueves, 24 de septiembre de 2009

Mi ombligo

Esta mañana, como todos los días, he entrado en el baño a darme una ducha y al quitarme la camiseta me he visto en el espejo, y mi ombligo me ha dicho:

--No me mires más que me tienes harto. Yo no tengo la solución, sólo soy un ombligo. Búscate la vida, tronco --mi ombligo habla muy macarra.

Continua.

--Sí, la mayoría de tus verdades son mentira, qué le vamos a hacer. Estás convencido de que sabes lo que te conviene y no tienes ni idea, ¡ni idea! Dejas de lado a las personas importantes y rindes pleitesía a cuatro memos/as. Harías bien en levantar la vista, echarla hacia el horizonte, dejarte de gilipolleces y reinventarte un poco, que tu discurso ya huele. Está cantado que tienes miedo. Miedo, miedo y miedo. Y lo peor es que no sabes a qué, o tienes miedo a tantas cosas que no sabes por dónde empezar. Pero sobre todo, déjame en paz, deja de mirarme todo el rato, me tienes harto, yo sólo soy un ombligo, y quiero vivir mi vida tranquilo. Paso de ti.

Escuchar esto, tan de mañana, dicho así... tan a saco, me ha tocado.

Touché*.

Son muchos años dándole voz y voto a la cabeza y al corazón y va a resultar que quien está al tanto es el ombligo. Fastidia pero, si tiene razón, tiene razón, y hay que reconocérsela.

(*) Por favor léase "tushé", que es francés.

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