Son las cuatro de la mañana.
Yo, que nunca lleva reloj en la vida, siempre lo llevo en la cama.
No puedo dormirme, algo me está incomodando.
Son malas vibraciones parecidas a cuando te han metido un muñequito de vudú debajo de la almohada (miro, y nada), tienes reunión de la comunidad al día siguiente (no toca) o se le está acabando la pila al marcapasos (no llevo marcapasos).
Me levanto, voy al baño y me corto las uñas de los pies.
Regreso, abro Brooklyn Follies y no llego ni a la tercera línea. Me duermo.
Uf, era eso.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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