Pienso en esta noche en el amigo triste (y cansado) y en si le estarán dando mimos suficientes.
Los mimos nunca son suficientes para los glotones, ya lo sé. Él y yo lo somos. Somos glotones de mimos y glotones a secas. Pero ni siquiera una gran dósis de mimos es suficiente en un momento así.
Y me acuerdo de la ración de adobo y las risas que compartimos el sábado. Él estaba nervioso ya. Normal.
Yo que soy de palabras y fíjate, en estos lances me quedo seco. Sólo sé abrazar.
Pienso en esta noche en las tonterías que hacemos, en las pérdidas de tiempo. En las verdades y en las mentiras. En los ratos desaprovechados. En las intensas felicidades instantáneas.
Se ha ido la madre del amigo. Por eso se siente triste (y cansado).
Y hoy, como otras tantas veces en trance similar, siento una obligación moral, íntima, universal... me siento obligado a ser feliz, a intentarlo, a no desperdiciar un solo instante, a diferenciar lo importante de lo superfluo. Siento la obligación moral de vivir. Con mayúsculas. VIVIR.
Las palabras sirven de bien poco.
Vaya por delante el abrazo.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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ResponderEliminarHoy por la madre del amigo...