A mí me interesan el teatro, la música, la danza, el vídeo, el cine, el circo moderno... me interesan en sus estéticas más clásicas y también en las modernas. Una de las actividades que más me satisfacen en la vida es asistir a espectáculos. Leer, hacer el amor, pasear por la playa, cantar, escribir y tocar son otras de las cosas sin las cuales la vida no creo que mereciera la pena.
No soy sospechoso de retrógrado, ni de carca. Pero reconozco que "lo moderno" hay momentos en los que me toca los co*****.
A falta de cánones, y castigado durante siglos por la estúpida frase "para gustos se inventaron los colores" le pido a cualquier expresión artística dos cualidades: honestidad y riesgo. Sin eso, para mí, no hay arte. Luego está que me emocione (nada de que me haga pensar, yo ya pienso bastante solito) si me emociona: 10 puntos. Pero si no hay emoción y no hay honestidad y no hay riesgo, entonces te vas a tu casa y cierras la boca, y retiras tus sucias manos de la subvención.
En este contexto abro el programa de Escena Contemporánea con la ilusión de darle a mi cuerpo alguna alegría esta semana y me encuentro este párrafo:
Este proyecto es una instalación artística interactiva que se configura a partir de un trabajo de exploración dramatúrgica, alimentado de disciplinas muy diferentes, como son los sistemas de interacción hombre-máquina, la instalación artística, la performance o los mecanismos de simulación de inteligencia artificial. Se trata de trascender el hecho escénico y el hecho artístico propio de la instalación para ofrecer una mirada poliédrica, y a la vez irónica, de un mismo hecho.
¡Cómo no iban a entrarme ganas de vomitar!
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
lunes, 26 de enero de 2009
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