
En los últimos días me persigue una llamada que no quiero contestar. Me perturba, me acosa, me disgusta. No quiero contestar. Podría responder, distorsionar la voz y responder: lo siento, no soy yo, soy otro y no puedo hablar. Claro que eso no serviriía de mucho, insistirían. ¿Qué hago? Puedo cogerlo y decir: perdone, pero es que no tenía cobertura. ¡Cinco días sin cobertura! Eso no se lo cree nadie. Y en estas (y en otras) estoy cuando pienso: ¿Qué era de nosotros cuando no vivíamos enganchados al móvil? ¡Qué felicidad! Sólo nos podían localizar en el fijo. Quizá esa sea lo solución, llevarme el fijo y dejar el móvil... Claro que entonces el fijo sería el móvil y viceversa o al revés que para el caso es lo mismo. No-te-voy-a-contestar.
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