Tengo un amigo que siempre criticaba la comida de los aviones. "Es que es un verdadero asco". Él viajaba mucho porque trabajaba para una agencia de Naciones Unidas, algo de cooperación. Cuando quedábamos, yo siempre le preguntaba por sus viajes, porque me encanta viajar y me encantan los aviones. No sólo viajar en ellos, también hablar de ellos, mirar como despegan o aterrizan, incluso observarlos estacionados. Yo no le decía que me gustaba la comida de los aviones, tan apañadita, tan mona, como de picnic de Barbie. "Lo peor de esos trastos es la comida créeme. Yo preferiría que no diesen nada".
El caso es que hubo una crisis humanitaria (llaman así a que cientos de miles de personas palmen de hambre, guerra o SIDA: crisis humanitaria) y le encargaron desplazarse urgentemente porque estaba muriendo mucha gente y había muchos periodistas. Él obedeció porque es muy bueno en su trabajo. Resultó que un cámara de televisión, un reportero aguerrido y él subieron a un avión de esos que lanzan víveres con paracaídas allí donde no llegan los camiones. Cuando ya habían aterrizado, antes de despedirse, el periodista le preguntó si pensaba que la gente se comería eso que tiraban. Él dijo que sí, que por supuesto, que tenía muchas vitaminas, nutrientes y que... ademãs, estaba muy rico. Mala suerte, estaban cerca de una caja abierta y el cámara se puso a grabar, para un importante informativo, el periodista malicioso abrió una de aquellas raciones y se dispuso a compartirla con mi amigo.
Hace poco, tomando una caña en Santa Ana, mi amigo insistía en que la comida en los aviones había mejorado mucho ultimamente. Yo le pregunté: ¿La que arrojan los soldados o la que reparten las azafatas?
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Escribiendo en la cama
Estoy escribiendo en la cama. Tú duermes. Hace mucho calor esta primera noche del verano. Es por eso que has apartado la colcha de un...
-
Siempre he estado a disgusto conmigo mismo, lo suficiente como para no dejar de rascarme. Siempre he estado a gusto conmigo mismo, lo sufi...
-
Luisito, el hijo de los de la mercería, estudiaba mecanografía . Todas las tardes le veíamos cruzar la calle con su carpeta azul Centauro , ...
-
Me he levantado esta mañana contento. Cantando cosas del Dúo Dinámico que debieron quedar fosilizadas en los rincones de la memoria como pe...
Cuentan de un sabio que un día....
ResponderEliminar