No es fácil escribir todos los días. Ni siquiera la mitad de los días. Incluso aunque sean ligerezas como las que ponemos en este blog. Yo admiro mucho a la gente que es capaz de hacerlo.
Porque escribir exige buscar. Algo ligeramente distinto. Algo mínimamente nuevo. Cuando se acaban las cosas nuevas, escribir obliga a mirar las mismas de otra manera. Mirar dentro o mirar fuera (no crean que es tanta la diferencia).
Escribir tiene tanto que ver con mirar que cuando no te sale nada tienes la sensación de estar ciego. Un profundo vacío. De alguna manera, si no puedes contar es que no estás vivo. Y eso angustia al más pintado.
Con la angustia del niño que no quiere que le apaguen la luz. Puede que no poder escribir sea tener la luz apagada.
Hoy el cielo de Madrid está con nubes. Hay una calma rara en el viento. Los pájaros cantan sin escucharse unos a otros. Recibo una llamada. Y por un momento pienso que nada tiene sentido.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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La inconstancia es uno de mis defectos y mi blog es buena prueba de ello. Por eso admiro la escritura regular en tamaño, dirección, inclinación, márgenes y buena caligrafía.
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