No sonó el teléfono.
Y la ausencia de esa llamada me supo a una hilera más de ladrillos en el muro.
Los calcetines no se han movido de su lugar junto a la cama. Hay que ver, cuánta paciencia tienen los calcetines.
Antes de acostarme saqué del zurrón de mi cansancio un mendrugo de buenos sentimientos. Calculé mentalmente cuánta ternura podrían alojar esos 75 centímetros de colchón (por 190 de largo). Imaginé ese lugar -ahora bastante yermo- lleno de flores ansiosas por reventar.
No quiero flores apagadas, no quiero flores muertas.
No quiero lutos, no quiero muermos,
Ni paz...
Con un puñado de flores prefiero guerra.
Ya me he lavado los dientes.
Miro de nuevo a esos dos calcetines que me esperan.
Me acuerdo de la vieja pregunta de mi amigo: ¿A ti te gustan más...
Y pienso que no soy un hombre de culos, ni un hombre de tetas.
Que si una mujer se ríe bien, puede hacer conmigo lo que quiera.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
lunes, 28 de mayo de 2007
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